Con Star Trek (2009) J.J. Abrams iniciaba el reboot de
la franquicia y, al mismo tiempo, una nueva línea temporal, abierta
para poder regresar a esos personajes y refundarlos, crearlos de nuevo
(manteniendo su esencia, desde luego), abrir nuevas perspectivas.
Veremos cómo afectará en esta nueva serie el hecho de que se haya
encargado a Abrams la nueva trilogía de Star Wars. ¿Se encargará de dos
proyectos de por sí antitéticos? ¿Concitará las iras de los seguidores
de una saga y otra? El futuro ya nos lo dirá con la saga creada por George
Lucas, pero con la nueva franquicia trekkie
Abrams ha conseguido calmar en parte las suspicacias de los fans del
capitán Kirk, el señor Spock y el resto de la tripulación del USS
Enterprise, aportando un renovado escenario en el que la
espectacularidad es la seña de identidad y con el tratamiento de los
personajes como elemento central. Porque, en el fondo, dejando de lado
las secuencias netamente de un blockbuster veraniego, lo que queda de
las dos entregas de la nueva Star Trek es el acento puesto en los
personajes.
Star Trek: en la oscuridad
comienza con una secuencia cien por cien trepidante y que supone mucho
más que un aperitivo. Kirk y Spock (y Uhura) pondrán a prueba su
relación personal. Y los resultados serán determinantes... aunque no por
mucho tiempo. Presentados en la primera entrega, los personajes
quedaron perfilados de modo que el espectador los tenga ya
caracterizados de cara a las películas que habrán de llegar: el
canallesco carisma de Kirk, la lucha de Spock entre la lógica y la
emoción, McCoy como un adorable cascarrabias, la comicidad de Scotty, la
lealtad de Uhura, la circunspección de Sulu, el voluntarismo de Chekov.
Sin duda Abrams es un buen director de cásting, como ha demostrado en
series como Lost y en sus
anteriores películas: sabe elegir a los actores que encarnarán como un
guante a los personajes de sus productos audiovisuales; parece como si,
en conjunción con su equipo creativo (Alex Kurtzman, Damon Lindelof y Roberto Orci, a
cargo del guión de esta película), escribiera los guiones pensando en
actores concretos, más que probar actores que puedan encajar en esos
personajes ideados. A Abrams se le pueden criticar muchas cosas (que ya
se repite, que en ocasiones no es oro todo lo que reluce, que abarca
demasiado y aprieta poco), pero desde luego no se dirá que no sabe
elegir actores. Y aquí vuelve a demostrarlo, sobre todo escogiendo a
Benedict Cumberbatch para el rol del villano John Harrison (y mucho
más).
Tratándose de Abrams, el mensaje entre líneas cuenta tanto como lo que
se muestra (o incluso más). Es más que evidente la influencia del 11-S y
sus consecuencias en diversos aspectos de la película, desde la crítica a
la guerra preventiva a la idea de que la justicia, o el Bien en última
instancia, no se impone (sólo) con las armas. El problema en esta
película (que lo hay) es que el guión no es tan perfecto como Abrams, Lindelof,
Kurtzman y Orci pudieran pensar. Hay lagunas en la parte central, con
secuencias que no aportan nada (da la sensación de que la estancia en
territorio klingon debía ponerse para que, precisamente, salieran los
klingons... porque sí). Es más interesante el falso John Harrison que su
auténtica identidad; da más juego no saber qué quiere que acabar
descubriendo lo que pretende (algo burdamente, por cierto). De hecho, el
personaje que encarna Peter Weller (el almirante Marcus) parece metido con calzador para dar
entidad a la némesis de Harrison (¿o es al revés?), abriéndose una trama compleja pero resuelta
demasiado apresuradamente en el tramo final. a la postre queda el
conflicto de Kirk y Spock, y su particular "historia de amor", como
elementos dramáticos mucho más interesantes. La amistad de ambos
personajes se forja más allá de la vida y la muerte... ¿verdad? Además,
si en la primera entrega Kirk se forjaba como héroe, en esta ocasión lo
hace Spock... de un modo un pelín más increíble (en el sentido de que no
acabas de creértelo del todo). Pero no olvidemos tampoco que, en realidad, el héroe que sigue importando en esta nueva franquicia es James Tiberius Kirk.
A diferencia de El Hombre de Acero,
el plus de espectacularidad no acaba por pasar factura y hastiar al
espectador. Ya en la secuencia inicial (interesantes remixes visuales)
se muestran las cartas que se irán desarrollando a lo largo de la
película. Si acaso se podría criticar el excesivamente calculado
cronometraje de las secuencias de acción: ahora toca esto, ahora
aquello, terminaremos con esto o lo otro. Nada empalaga pero tampoco
nada sorprende del todo; en ocasiones, como espectador casi vas un
microsegundo por delante e intuyes que ahora vendrá tal o cual cosa. La
película adolece de un ritmo desigual en el tramo central (la captura de
Harrison, que la ves venir y que se resuelve con desigual rapidez) tras
el prólogo y la puesta en marcha de la trama fundamental, pero se
recupera enseguida y adquiere buen tono en la última media hora.
Lo mejor de esta entrega trekkie
es el tratamiento de personajes y el pulso de Abrams manejando un
producto que se podría desplomar en manos de cualquier otro. ¿Mejor que
la primera entrega? Yo diría que mejora en cuanto al hecho de que
enseguida conectas con los personajes y sus motivaciones (con algunos
matices, claro), mientras que en la anterior película el argumento
central estaba mejor ligado y presentado. Lo que sí parece claro es que
tras meternos a los klingons con calzador, en la siguiente entrega (si
la hay), habrá guerra...
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