En su libro sobre Lepanto, Alessandro Barbero dedica apenas dos capítulos a la batalla en sí, unas pocas páginas; el resto del libro, las seiscientas páginas precedentes nos cuentan el camino hacia la batalla, con todo lujo de detalles, sin resultar agotadoras ni perder el lector un ápice de intensidad. De un modo similar, aunque con matices (por supuesto), Kathryn Bigelow nos acerca en su última película, La noche más oscura, a la historia de la caza y asesinato (es lo que es, se mire como se mire) de Osama bin Laden. Casi diez años transcurrieron desde que los aviones se estrellaron contra las Torres Gemelas de Nueva York, contra la fachada del Pentágono o estrellándose en Pensilvania. El resultado fueron más de tres mil muertos que se convirtieron en un golpe, del que apenas se ha recuperado, a la moral de un país. La caza de Bin Laden, el líder de Al Qaeda, se convirtió en una prioridad para la CIA y las diversas agencias de inteligencia y seguridad nacional estadounidenses. El camino llevó a Afganistán, luego vino Iraq (con sus muchas aristas) y el resultado fue que Estados Unidos se encontró con un particular Vietnam del que salió triunfante sobre el papel, pero que ha dejado secuelas, y no sólo a nivel geopolítico. Por el camino quedó la búsqueda del hombre más buscado, de Osama Bin Laden, hasta el punto de que se le consideró desaparecido, oculto en cuevas en Afganistán o incluso muerto. El 2 de mayo de 2011 nos despertamos con la noticia de que el terrorista más buscado había sido abatido en una casa en Abbottabad, en Pakistán, oculto con parte de su familia, dirigiendo la red terorrista a apenas medio centenar de kilómetros de Islamabad a medianoche (de ahí el título original de la película: Zero Dark Thirty, o el nombre en clave de las 00:30h.). Un grupo de soldados de élite de los SEALS se hizo cargo de una misión que en apenas 40 minutos consiguió su objetivo, vulnerando la soberanía de Pakistán y su espacio áreo (¿a alguien le importó?) y acabando con un mito. La película sobre la larga búsqueda de Bin Laden y sobre la operación que puso fin a su vida tenía que llegar. Lo curioso es que mientras se producían los hechos en mayo de 2011, Mark Boal ya estaba escribiendo un primer guión para la película que Kathryn Bigelow, tras En tierra hostil, quería llevar a cabo.
Maya (Jessica Chastain), hasta cierto (y matizadísimo) punto una sosías de Carrie Mathison (Claire Daines) en Homeland se convierte en el hilo narrativo de la película. Sobre ella construye Boal la trama principal, que es la búsqueda de un fantasma. Por el camino, largo aunque con un ritmo que no decrece, conoceremos a una analista de la CIA que vive con nervisosismo la primera sesión de tortura de un prisionero a la que asiste, pero que se endurece con el paso de los años, transforma en leitmotiv vital el hallazgo de Bin Laden, lo deja todo por dicha causa. Se intuye que Boal ha personalizado en Maya a uno o varios personajes reales, ha camuflado en ella muchas de sus fuentes de información, y la ha convertido en una figura frágil, siempre frágil a pesar de su aparente fortaleza. El mundo del presente, incluso cuando sigue estando protagonizado por hombres, tiene a mujeres delante y detrás de la cámara como elementos centrales. Suele decirse que Kathryn Bigelow es una directora de película por y para hombres; disiento: dirige historias protagonizadas por hombres, sí, con sus frustraciones y miedos (En tierra hostil es más que evidente), pero no parece que la cuestión de un género determinado le importe demasiado. Ella quiere contar historias con un trasfondo y unos escenarios reales, haciendo partícipe al espectador, sin prejuzgar, sin dorar la píldora.
Y ello sucede en esta película. La noche más oscura nos cuenta una historia sin apriorismos: que sea el espectador quien juzgue. La cámara sigue todo el proceso, escudriñando lo que es incómodo de revelar (las torturas a prisioneros), siguiendo el camino al que conducen las pistas y las fuentes de información. Abu Ahmed al-Kuwaiti, un nom de guerre de uno de los correos de Bin Laden, se convertirá en el hilo que Maya, Ariadna y Teseo a un mismo tiempo, estirará para esclarecer una intrincada búsqueda. La parte final de la película es la de la operación que encontró y eliminió a Bin Laden: para entonces, el espectador ha asimilado muchos datos, muchos vericuetos y callejones sin salida; ha visto a personajes brutales, a jefes viscosos, incluso a un director de la CIA que quiere datos fehacientes cuando es complicadísimo encontrarlos. Y hemos conocido a Maya: sin amigos, viviendo sólo y para el trabajo, subordinando su propia existencia a una causa a la que poco a poco sólo ella encuentra sentido. Es interesante ver su relación con otros hombres a lo largo del metraje, y como éstos la etiquetan: sus compañeros en la CIA, agentes de campo sobre el terreno (el personaje de Edgar Ramírez, por ejemplo), sus jefes, el propio director de la agencia, los miembros del equipo SEAL...Como los espectadores en un primer momento, todos ven a Maya y creen conocerla... sin apenas reparar en ella. Y ella es el motor de la película, de principio a fin (la secuencia final es muy reveladora).
De ritmo mejor trabado que su anterior trabajo, La noche más oscura de Kathryn Bigelow corre el riesgo de erigirse en la versión definitiva de la búsqueda y asesinato de Osama Bin Laden. Verlo así nos impediría, probablemente, captar la esencia humana que subyace en todo el metraje. Y sería no hacerle justicia.
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