10 de febrero de 2018

Crítica de cine: The Florida Project, de Sean Baker

Crítica publicada previamente en el portal Fantasymundo.

Suele ser tradición que en la carrera de los Oscars de cada año destaque alguna(s) película(s) del llamado cine “independiente”: cinta(s) modesta(s) en cuanto a presupuesto y que suele(n) ser realizada(s) por directores y guionistas con un estilo muy personal y (a priori) al margen de las grandes productoras hollywoodienses. En la cosecha de este año parece que Lady Bird es la que más se acerca a esta etiqueta entre las nominadas a mejor película y acumula algunas candidaturas más, mientras que The Florida Project, película que bien puede incluirse en el marco (y el estilo) de ese cine independiente, ha tenido que conformarse (es un decir: acopia candidaturas y premios en numerosos festivales y certámenes) con una nominación a mejor actor de reparto (para Willem Dafoe). No sorprende demasiado: coescrita (en colaboración con Chris Bergoch) y dirigida por Sean Baker, The Forida Project es un retrato íntimo de aquellos que no participan del “sueño americano”, un tema que podría no ser del gusto de la Academia de las Artes y Ciencias Cinematográficas; si al menos el sufrimiento desaforado a lo Precious estuviera presente, parece escucharse sotto voce, la cosa les impulsaría a dejarse impactar y premiar con muchas nominaciones, pues el sufrimiento “mola” (entiéndase la ironía). No es el caso: quizá este filme sea una metáfora del fracaso de ese “American Dream”, pero sin necesidad de recargas las tintas en lo obvio ni de amargarles en exceso la diversión a personajes como la pequeña Moonee (Brooklyn Prince, todo un descubrimiento).

Crítica de cine: David Hockney en la Royal Academy of Arts, de Phil Grabsky

Crítica publicada también en el portal Fantasymundo.

Nota: este documental llega a las salas de cine no como estreno regular, sino como evento cinematográfico de duración limitada. Exhibidores como Cinesa y Yelmo a nivel nacional, y Grup Balañà y los Cines Verdi en Barcelona, lo emitirán en los días 12 y 13 de febrero, en algún caso vinculado a una programación cultural especial; consúltese sus webs para saber en qué cines se emitirá.

David Hockney (n. 1937) es uno de los pintores británicos más relevantes en la actualidad. Su obra es coetánea de artistas como Francis Bacon y Lucian Freud, y con ellos volvió a “poner de moda” (si se me permite la expresión) la pintura figurativa en las décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial, cuando la abstracción de pintores como Jackson Pollock parecían inundarlo todo (por supuesto, no fue así, pero en aras de la simplificación, que no simplicidad, no nos pondremos a disertar sobre la pintura, el arte en general, de la segunda mitad del siglo XX). Vinculado activamente al Pop Art (del que Andy Warhol no fue el único profeta), viajó por primera vez a Los Ángeles en 1964, donde estableció su residencia permanente desde 1978, y donde tiene su estudio, tras varias estancias en Londres y París. Hockney se convirtió en un artista muy popular con sus retratos y sus exposiciones siempre han tenido un enorme éxito. Precisamente, y cuando el artista ya estaba en su octava década de vida, la Royal Academy of Arts de Londres organizó dos exposiciones temporales, en 2012 y 2016, con dos de los géneros que el pintor británico ha trabajado a fondo en su carrera: el paisajismo y el retrato. Fruto de entrevistas con Hockney en ocasión de las dos exposiciones llega a las salas de cine un documental, David Hockney en la Royal Academy of Arts, que permite conocer a fondo la obra de este carismático pintor.

6 de febrero de 2018

Reseña de El jinete pálido. 1918: La epidemia que cambió el mundo, de Laura Spinney

Esta reseña parte de la lectura del original en inglés.  Notas entre paréntesis, al final de la reseña.

La mal llamada "gripe española" (1) provocó entre 50 y 100 millones de muertos en el período 1918-1920: más que las dos guerras mundiales juntas. Las primeras evidencias de la pandemia surgieron en Camp Funston, Kansas, en marzo de 1918, en un entorno castrense y de soldados que estaba previsto enviar al frente de la guerra en Francia. Quizá por ello la enfermedad saltó con virulencia en Étaples, en el frente occidental; en abril la enfermedad, que ya se había extendido por el Medio Oeste estadounidense, había llegado a las trincheras del frente occidental; a finales de mayo la gripe se había extendido por el resto de Francia, Italia, España (el rey Alfonso XIII enfermó, pero se recuperó), Reino Unido y Alemania (la blitzkatarrah, como la llamaron los soldados alemanes), Polonia, Ucrania y el sur de Rusia. Se extendió al norte de África, desde donde avanzó hacia el este, la India, China y Japón. A finales de julio llegó a Australia y entonces comenzó a remitir. Fue la primera oleada de la epidemia y se circunscribió en aquellos meses a la evolución de la guerra y a un escenario bélico en el que la llegada de tropas y el movimiento de las mismas se consideró un catalizador de una enfermedad que, no obstante, sorprendió por su extensión y estragos: alrededor de un millón de soldados alemanes enfermaron y no pudieron participar en las operaciones de primavera que conformaron la última ofensiva de las Potencias Centrales en el frente occidental.

Canciones para el nuevo día (2402/1631): "Won't Get Fooled Again"

The Who - Won't Get Fooled Again

Disco: Who's Next (1971)

 

3 de febrero de 2018

Crítica de cine: El hilo invisible, de Paul Thomas Anderson

Si nos acercáramos a una sala de cine a ver una película sin saber quién es su creador, quizá nos llevaríamos más de una sorpresa, porque por estilo hay películas que no parecen propias de la filmografía de un cineasta. Por supuesto, es una primera impresión que, si nos ponemos a escudriñar a fondo esa película, a la postre se acaba desvaneciendo: pues un creador siempre deja su marca personal, sus obsesiones incluso, en todo aquello que crea. Han pasado un par de décadas desde que Paul Thomas Anderson nos maravillara con ese auténtico peliculón que es Boogie Nights (1997), película coral sobre personajes alrededor de la industria del cine porno en las décadas de 1970 y 1980. Con aquel filme, Anderson anunció que tenía mucho que decir –su ópera prima, Sydney (1996) ya era un anticipo–, y aún tendría mucho más que decir con Magnolia (1999), sin duda su mejor filme: personajes desamparados en el Valle de San Fernando y una lluvia de ranas que era metáfora visual de muchas cosas. ¿Y qué haces cuando no has llegado a los treinta años de edad y has parido dos obras maestras? (porque ambas lo son). Puedes darle un nuevo significado a la comedia romántica con Embriagado de amor (2002) y luego tomarte un tiempo para realizar una película como Pozos de ambición (2007), una historia sobre la esencia del capitalismo, en la que por primera vez partía de una obra que no era suya (la novela de Upton Sinclair). Cinco años después llegó The Master, quizá su película más compleja hasta el momento, sobre el fundador de la Iglesia de la Cienciología (con otro nombre, por si acaso) y en 2014 se permitió un divertimento tan psicodélico como Puro vicio (2014), basado en la novela de alguien tan inclasificable como Thomas Pynchon. Y ahora llega la película “menos Paul Thomas Anderson” de su filmografía… ¿pero realmente es una película tan poco “suya”? Pues ni tanto ni tan poco…

2 de febrero de 2018

Crítica de cine: El cuaderno de Sara, de Norberto López Amado

Crítica publicada previamente en el portal Fantasymundo. 

En la selva del Congo, unos reporteros de prensa fotografían, ocultos en la arboleda, a una guerrilla en un rito de iniciación de niños soldados y recolectores de coltán. De pronto, entre los soldados armados y los jóvenes con el rostro enharinado, se ve a una joven de piel blanca. ¿Quién es’ ¿Qué hace allí? Los reporteros apenas pueden sacar una foto antes de poder huir, perseguidos por los soldados furiosos. Esa foto es la de Sara (Marián Álvarez), colaboradora de una ONG que despareció en el África Central hace unos años. Su hermano, Laura (Belén Rueda), viajará a Kampala (Uganda) para seguir el rastro de esa hermana que lo dejó todo, familia incluida –con un padre (Ramón Barea) ya con el síndrome de Alzheimer y a quien se evoca, de manera algo artificiosa, en un par de flashbacks–, para ayudar a los demás. Pero Sara se esfumó y su rastro será tan difícil de seguir para Laura como peligrosa para su propia será la misión a emprender. En la selva africana, entre grupos militares rebeldes sedientos de sangre y liderados por fanáticos generales que tratan de crear una imagen prácticamente legendaria, Laura conocerá de cerca la realidad de la zona y vivirá de cerca el dolor de sus gentes.

Canciones para el nuevo día (2400/1629): "Hurdy Gurdy Man"

Donovan's Week (V):
Hurdy Gurdy Man

Disco: The Hurdy Gurdy Man (1968)

 

28 de enero de 2018

Crítica de cine: Call Me by Your Name, de Luca Guadagnino

Crítica publicada previamente en el portal Fantasymundo.

Pocas películas han generado tanta atención en redes sociales como Call Me by Your Name –¿por qué se mantiene el título original en inglés cuando tranquilamente se podría traducir como Llámame por tu nombre?–, la película de Luca Guadagnino que, estrenada hace un año en el Festival de Cine de Sundance, finalmente llega a las salas españolas. Una película que, a priori, podría provocar más de una polémica en este mundo tan políticamente correcto de hoy en día: la historia de amor (y de sexo) de un adolescente de 17 años con un estudiante universitario (muy) mayor de edad, y que transcurre en la casa familiar del muchacho en el norte de Italia. Sea como fuere (la controversia sería bastante fútil), con esta cinta, más que de una historia de amor homosexual, lo que tenemos es un drama sobre el autodescubrimiento personal y la tolerancia. Y eso, amigos, sí que es mucho más destacable.

27 de enero de 2018

Crítica de cine: C'est la vie!, de Olivier Nakache y Éric Toledano

Crítica publicada previamente en el portal Fantasymundo.

El cine francés goza desde hace décadas de un saludable equilibrio entre la taquilla y la crítica, sobre todo en aquellos productos más de tipo mainstream. Y tiene lo que quizá el cine español no acaba de conseguir: una industria consolidada, con apoyo estatal y que es capaz de generar éxitos que son vistos por millones de espectadores y son fácilmente exportables a otros países; incluso generan más de uno (y de dos, y de tres…) remakes por parte de las productoras de Hollywood a la caza de ideas (a menudo les faltan): quién no recuerda, por ejemplo, Tres solteros y un biberón (Coline Serreau, 1985) y en el remake (sin tanta gracia ni trasfondo social) estadounidense, Tres solteros y un bebé (Leonard Nimoy, 1987). Más recientemente la pareja de directores Olivier Nakache y Éric Toledano directamente lo “petaron” con Intocable (2011), película que no sólo llenó las salas francesas, sino también las de prácticamente todos los países en las que se estrenó, logrando rentabilizar su discreto presupuesto (en clave europea, claro) de 9,5 millones de euros y transformarlos en 360 millones de taquillaje, cosechando premios dentro y fuera de Francia, abriendo la puerta a varios remakes en otros países y convirtiendo a Omar Sy, especialmente, y a François Cluzet en estrellas. Un pelotazo como éste es difícil de repetir, pues son tantas las expectativas generadas en películas de estos dos directores y en otras claramente identificables con su cine, que la respuesta puede ser “meh, no es como Intocable. Así, Samba (2014), de nuevo con Sy acompañado esta vez por Charlotte Gainsbourg y Tahar Rahim, no cumplió las ansias de los espectadores que se acercaron a una sala de cine a verla. Tampoco parece que ambos directores vayan a reeditar los laureles con su película más reciente, C’est la vie! (2017), que, pásmese el espectador hispano, no es el título original de la cinta –Le Sens de la fête, “el significado (o el sentido] de la fiesta”–, sino una adaptación sui generis que quizá algún distribuidor algún día nos explique. 

26 de enero de 2018

Crítica de cine: Sin amor, de Andrey Zvyagintsev

Crítica publicada previamente en el portal Fantasymundo.

El director ruso Andrey Zvyagintsev se ha establecido como una de las principales figuras de la cinematografía rusa en los últimos años y no siendo precisamente un cineasta cómodo para el régimen de Vladimir Putin; buena muestra de ello es Leviatán (2014), su anterior cinta, ganadora del Globo de Oro a mejor película de habla no inglesa y nominada a los Oscars de ese año en la misma categoría, y que diseccionaba la corrupción institucionalizada en la Rusia actual. La mirada social, de hecho, siempre ha estado presente en el cine de Zvyagintsev: ya su debut como director, El regreso (2003), planteada a modo de una road movie a través de la deshabitada Siberia, muestra influencias del cine de Andréi Tarkovski. Con Sin amor (Нелюбовь en cirílico), de este modo, se da un paso más en la radiografía de la sociedad rusa, centrándose en esta ocasión en el egoísmo personal y sin sean necesarias demasiadas sutilezas en diálogos, silencios y ambientaciones de bosques nevados y ríos gélidos.