10 de febrero de 2018

Crítica de cine: David Hockney en la Royal Academy of Arts, de Phil Grabsky

Crítica publicada también en el portal Fantasymundo.

Nota: este documental llega a las salas de cine no como estreno regular, sino como evento cinematográfico de duración limitada. Exhibidores como Cinesa y Yelmo a nivel nacional, y Grup Balañà y los Cines Verdi en Barcelona, lo emitirán en los días 12 y 13 de febrero, en algún caso vinculado a una programación cultural especial; consúltese sus webs para saber en qué cines se emitirá.

David Hockney (n. 1937) es uno de los pintores británicos más relevantes en la actualidad. Su obra es coetánea de artistas como Francis Bacon y Lucian Freud, y con ellos volvió a “poner de moda” (si se me permite la expresión) la pintura figurativa en las décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial, cuando la abstracción de pintores como Jackson Pollock parecían inundarlo todo (por supuesto, no fue así, pero en aras de la simplificación, que no simplicidad, no nos pondremos a disertar sobre la pintura, el arte en general, de la segunda mitad del siglo XX). Vinculado activamente al Pop Art (del que Andy Warhol no fue el único profeta), viajó por primera vez a Los Ángeles en 1964, donde estableció su residencia permanente desde 1978, y donde tiene su estudio, tras varias estancias en Londres y París. Hockney se convirtió en un artista muy popular con sus retratos y sus exposiciones siempre han tenido un enorme éxito. Precisamente, y cuando el artista ya estaba en su octava década de vida, la Royal Academy of Arts de Londres organizó dos exposiciones temporales, en 2012 y 2016, con dos de los géneros que el pintor británico ha trabajado a fondo en su carrera: el paisajismo y el retrato. Fruto de entrevistas con Hockney en ocasión de las dos exposiciones llega a las salas de cine un documental, David Hockney en la Royal Academy of Arts, que permite conocer a fondo la obra de este carismático pintor.


Dirigido por Phil Grabsky y conducido por el presentador y escritor Tim Harlow, este documental se vehicula en torno a las exposiciones David Hockney: A Bigger Picture [Una visión más amplia] (2012) y David Hockney RA: 82 Portraits and 1 Still-life Picture [82 retratos y un bodegón] (2016). La primera exposición recoge una serie de pinturas paisajistas de diversos lugares de Yorkshire, región británica en la que Hockney nació y se crio, y permite conocer cómo concibe este género. Hockney realizó una serie de cuadros de paisajes del este de Yorkshire como encargo de la Royal Academy of Arts y en ellas utilizó a menudo nuevas tecnologías como el dibujo en un iPad, que posteriormente imprimía y utilizaba como boceto inicial. Es muy interesante captar algunas de las técnicas de Hockney, que prefiere siempre que puede la pintura con luz natural y al aire libre (no era raro encontrarlo en algunos rincones de la región, con el coche aparcado en la cuneta de una carretera) y pintando in situ. Con el paisajismo como objeto, Hockney “expandió” el lienzo como espacio sobre el que crear, realizando una serie de cuadros en los que, a modo de grandes pantallas de plasma unidas entre sí, realizó amplias panorámicas o incluso llenó toda una pared del museo con un paisaje. Se interesó especialmente por los cambios en el paisaje en la primavera, y por ello contrastó los mismos lugares en cuadros pintados en invierno y otros en primavera, de modo que fueran perceptibles las transformaciones de la naturaleza. 

La segunda exposición, en cambio, surgió de otra manera. En su estudio de Los Ángeles, Hockney realizó algunos retratos de amigos, familiares y colaboradores, pero con una metodología determinada: los modelos estarían sentados en una silla sobre un escenario de color verde y con una cortina azul detrás (en ocasiones se invirtieron los colores). Teniendo en cuenta que no se trataba de modelos profesionales, Hockney los pintaría en tres sesiones de seis o siete horas durante tres días como máximo; esas veinte o veintiuna horas le permitirían tener acabado un retrato que en otras circunstancias le habrían llevado más tiempo y con modelos más centrados en su labor. Lo que surgió como algo anecdótico se convirtió en una serie de 82 retratos (algunos más se descartaron) y un bodegón (a la manera clásica pero según su estilo) que la Royal Academy of Arts encargó como serie para exponer. Y de este modo, durante los casi dos años precedentes, el artista pintó a adultos y jóvenes, hombres y mujeres, amigos y colaboradores, familiares también (su hermana, por ejemplo), o personas de paso por su estudio, en un trabajo metódico centrado en los tres días de plazo y la posición de sentados en una silla. En los comentarios del documental, Hockney relata aspectos como que el dibujo inicial era lo que más rápido hacía y con los detalles esenciales de la persona retratada, que no suele hablar mientras trabaja (dando algunas indicaciones), lo cual solía sorprender a quienes le conocen bien por su sociabilidad, o que sentía especial interés por pintar el calzado. El resultado es una particular master class sobre cómo David Hockney concibe el retrato y qué espera conseguir en cada uno de los ochenta y dos cuadros que elaboró.



El colorido de los paisajes y los retratos pintados por Hockney en ambas series es lo que más destaca en el documental: unos colores vivos y unos trazos sencillos aparentemente pero también muy personales, de modo que permiten entender cuáles son los elementos principales de su estilo pictórico. En un documental que se centra en dos exposiciones, con comentarios de la conservadora jefa del museo. Edith Devaney (y que fue retratada en dos cuadros diferentes para la segunda exposición), críticos como Martin Gayford o Jonathan Jones (periodista cultural de The Guardian), a menudo se “rompen” la estructura rutinaria de la entrevista a Hockney por parte de Harlow, y se sale del museo con imágenes del trabajo de campo del pintor en Yorkshire o se ofrecen numerosos detalles de las sesiones de retratos en su estudio angelino. No es tanto un trabajo de retrospectiva de la obra de Hockney lo que se ofrece con el documental sino como ha creado dos series concretas, con qué técnicas y planteamientos previos, y también, por qué no, algunas influencias de otros artistas (Turner en su serie paisajista, por ejemplo, pero desde otras técnicas). 

En conclusión, un amenísimo y fascinante documental sobre David Hockney y su manera de entender la pintura, ideal para estudiantes de Bellas Artes o de Historia del Arte, y abierto a un amplio público interesado en la pintura contemporánea. Toda una lección a cargo de uno de los artistas británicos más influyentes de la segunda mitad del siglo XX y lo que llevamos de esta centuria. Ansiamos la edición del DVD o Blu Ray para volver a disfrutar de los colores de Hockney… o verlo si uno se perdió la emisión en cines.

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