14 de septiembre de 2015

Canciones para el nuevo día (1776/1005): "Ni tú ni nadie"

Fangoria - Ni tú ni nadie



Disco: El paso trascendental del vodevil a la astracanada. Antología de canciones de ayer y de hoy (2010)



4 de septiembre de 2015

Crítica de cine: Operación U.N.C.L.E., de Guy Ritchie

Los que ya peinan canas recordarán la serie The Man from U.N.C.L.E. (NBC, 1964-1968) —acrónimo de United Network Command for Law and Enforcement— y que por nuestros lares hispanos se tradujo como El agente de C.I.P.O.L. (siglas de Comisión Internacional Para la Observancia de la Ley), una agencia secreta internacional que hacía frente a una organización (también secreta y también internacional ) llamada T.H.R.U.S.H otro acrónimo —que a su vez significaba Technological Hierarchy for the Removal of Undesirables and the Subjugation of Humanity—; vamos, como los S.H.I.E.L.D. e Hydra de los cómics (y películas y series) de la Marvel pero en clave de años sesenta y Guerra Fría. En aquella serie, dos agentes, uno estadounidense, Napoleón Solo (Robert Vaughn), y otro soviético, Ilya Kuryakin, unían esfuerzos para hacer frente a la amenaza terrorista internacional. Ian Fleming, creador de James Bond, estuvo entre quienes participaron en la concepción de la serie, pero su prematura muerte le impidió continuar en ella. Tras la crisis de los misiles de Cuba (1962), la amenaza de que bombas atómicas cayeran en malas manos (si es que no estaban ya) propició la serie de NBC (con que en cierto modo tenía un halo a lo James Bond (que también tiene su organización enemiga con acrónimo: SPECTRE), del mismo modo que las películas de este personaje tuvieron su cara B (más paródica) en Flint, agente secreto, que inició una particular franquicia protagonizada por James Coburn (y, que, a su vez, prefigura la serie Austin Powers a finales de los años 90 del siglo XX y los primeros del XXI); en clave hispana tenemos el cómic Anacleto, agente secreto, creador Manuel Vázquez para Bruguera (y de la que se acaba de estrenar su particular adaptación cinematográfica). Hay que ver, se podría decir, el juego que han dado los espías en escala internacional y las derivaciones. Y qué cool eran los años sesenta, a pesar de la amenaza atómica. Claro, en cultura popular pasamos de los beatniks a los hippies, pero también a los cócteles, la minifalda, los elegantes trajes masculinos, las fiestas exclusivas, el glamour del cine, los coches de marca... y la idea de que ya que el mundo puede irse a pique en cualquier momento, pues pasémoslo bien.

Canciones para el nuevo día (1770/999): "You Can't Always Get What You Want"

The Rolling Stones - You Can't Always Get What You Want 



Disco: Let It Bleed (1969)

25 de agosto de 2015

Crítica de cine: Mr. Holmes, de Bill Condon

Bill Condon nos lo pone fácil para llevarnos a una sala de cine: una película protagonizada por Sherlock Holmes, cómo no nos va a seducir de esta manera. Recientes en la retina otros Sherlock Holmes en las versiones para cine de Guy Ritchie con un atrabiliario Robert Downey Jr. y para televisión a cargo de la BBC con un actualizado Benedict Cumberbatch, Condon ofrece, a partir de la adaptación de la novela corta de Mitch Cullin, A Slight Trick of the Mind (Un sencillo truco de la mente, aunque la edición castellana recoge el título de la película), una visión crepuscular del más famoso de los detectives privados: nos situamos en 1947, Holmes tiene 93 años y su estado de salud es frágil, tanto en cuerpo como en mente. Y es que ver a Sherlock Holmes con lagunas de memoria (de las que es consciente y recoge puntualmente en un diario, mediante trazos de pluma, o apuntando los nombres de personas en los puños de las camisas para no olvidarlos cuando habla con ellas) puede resultar chocante, acostumbrados como estamos a su prodigiosa memoria y sus dotes de deducción. Pero ya veremos cómo estaremos nosotros a los 93 años… Holmes (Ian McKellen) se ha retirado a una finca en Sussex, cerca de los celebérrimos acantilados de Kent, y se dedica a la apicultura, en compañía de un ama de llaves (espléndida Laura Linney) y de su inquieto y perspicaz niño, Roger (Milo Parker). Pero la memoria, aunque quebradiza, es persistente, al menos en apariencia, y el recuerdo de un caso, sucedido casi treinta años atrás, atormenta a Holmes: fue su último caso, tras concluirlo se retiró de la escena pública. Una generación después (y en otros tiempos), Holmes trata de resolver el caso, ya que intuye que entonces no lo hizo… o al menos lo hizo en falso.