5 de mayo de 2012

Crítica de cine: Martha Marcy May Marlene, de Sean Durkin


Una chica huyendo al amanecer de una granja en medio del bosque. El miedo persiguiéndola. Un encuentro indeseado en una cantina. Una llamada a una hermana a la que no se ha visto en años; el miedo se apodera de ella, casi cuelga. Pero llega el rescate. Un nuevo hogar. Un lugar a salvo... a priori. Una hermana y un cuñado que son prácticamente desconocidos. Y un reset mental que no es tan fácil. Es lo que tienen las sectas: quiebran tu voluntad, rompen con tu pasado, inventan un presente que obliga a abandonar costumbres, deseos y libertades que ya no son deseables. La inmersión en un grupo, la pérdida de identidad (de Martha a Marcy May, y si te llaman del exterior entonces Marlene y siguiendo un ritual), el individuo ya no cuenta. Palabras que no significan nada para convencer ("depuración", "toxinas", "maestra y líder", "la muerte es puro amor"), actitudes que hay que convertir en naturales, ritos de iniciación que no son ritos (son otra cosa...). Y una vez atrapada en un ambiente casi bucólico, la cruda realidad. Y entonces ya es tarde.

3 de mayo de 2012

Reseña de El caso del perro de los Baskerville, de Pierre Bayard


En 2007 descubrí una novela, El caso de Jane Eyre, de Jasper Fforde, y un personaje, Thursday Next, una detective literaria. Y un mundo narrativo extraordinariamente atractivo (¿se han dado cuenta, por cierto, de mi afición por el adverbio cuando me dejo llevar por las emociones?): Inglaterra, un 1985 alternativo en el que la Guerra de Crimea aún dura, megacorporaciones industriales como Goliath son el poder en la sombra, Gales es una república soviética y existen agencias gubernamentales literarias; y como agente de una de ellas, la peculiar Thursday es capaz de meterse en los libros, conocer a los personajes literarios (un lector anglosajón se encuentra en su salsa), perseguir criminales que se infiltran, matan y cambian las tramas narrativas. Y comenzaba con esta deliciosa, divertida y sugerente novela una saga continuada por Perdida en un buen libro, El pozo de las tramas perdidas y Algo huele a podrido. En inglés, la saga sigue con otra tetralogía de novelas (de momento dos publicadas), que esperemos que no tarden demasiado en llegar al mercado hispano. 

No es gratuita la mención a las novelas de Fforde, pues precisamente una cita de El caso Eyre abre El caso del perro de los Baskerville, de Pierre Bayard (Anagrama, 2011), que sí es la protagonista de esta reseña. Y es que el mundo literario no es tan grande como parece, y las tendencias literario lingüísticas, ajenas a los profanos en la materia y a los que simplemente nos dedicamos a disfrutar con la lectura de un buen libro. Y en este caso, Bayard juega en una división que no es tan sólo suya, sino que, ya puestos, es más habitual de lo que parece. Porque, si echamos un vistazo a la ficción televisiva, ¿no nos gustaría (o no) haber cambiado el final de Lost? ¿No vimos defectos (o no) en esa última temporada y no esperamos (o no) que las expectativas creadas, las preguntas surgidas, encontrasen una adecuada contestación? ¿No habríamos enmendado la plana a los guionistas de la serie? Bueno, yo no, que de esta serie he visto poco, pero pongamos que se trata de otra serie. O de una novela. Y ahí es donde Bayard entra en juego: no contento con la resolución del caso de la novela de Arthur Conan Doyle, decide reabrir el sumario, investigar los agujeros del método holmesiano y llegar a la conclusión de que no, la resolución del caso por parte del detective de Baker Street no fue la adecuada, el criminal se fue de rositas y el caso quedó abierto sine die.Y no sólo eso, sino que Bayard investiga los méritos del método de Holmes, su valía, sus defectos, sus claves, para llegar a la conclusión de que Sherlock se equivocó (algo más común de lo que pudiera parecer a primera vista, pues analizando el corpus holmesiano los errores son legión).

Pero la cosa no queda sólo aquí, pues Bayard, que ya probó su método, la crítica policial, en dos libros anteriores, Qui a tué Roger Ackroyd? y Enquëte sur Hamlet (inéditos en castellano), nos va desmenuzando una idea: que la línea entre ficción y realidad es más delgada de lo que pudiera parecer, que los personajes literarios, en cierto modo, están vivos, que existe una relación entre resolver una trama y resolver una trama (¿se me entiende?). Y que los personajes famosos, mal que le pese a sir Arthur Conan Doyle, viven más allá de los intentos de asesinato (cataratas de Reichenbach) mediante, pues mientras losm lectores los sigan sintiendo como reales, seguirán existiendo. Y lo mismo vale para Sherlock Holmes, Harry Potter o, pongamos por caso, Thursday Next.

Y sí, Bayard da su versión de quién fue realmente el asesino de El perro de los Baskerville. Pero eso mejor que os lo cuente él. ;-)

Reseña de Breve historia de los gladiadores, de Daniel P. Mannix


Sobre el mundo de los gladiadores, tema sobre el que habitualmente no se escribe demasiadas cosas serias, se suele incidir en los tópicos de las películas hollywoodienses –siendo Gladiator el ejemplo más paradigmático– o de la revuelta de Espartaco –otro tema archirrepetido–. Pero más allá de esos tópicos no se suele ahondar en el tema, en el componente religioso originario, por ejemplo, o en qué dejó en el imaginario colectivo… más allá de lo arquetípico.

Breve historia de los gladiadores de Daniel P. Mannix (Nowtilus, 2009) abunda en lo de siempre y aporta poca cosa a lo ya trillado. No es estrictamente un libro sobre gladiadores, pues también trata las carreras de cuádrigas en el Circo Máximo, las venationes o luchas con animales salvajes, las ejecuciones de condenados a muerte en la arena (cristianos, por ejemplo), las naumaquias o reconstrucciones de batallas navales, o espectáculos más sórdidos como números de bestialismo (violaciones de mujeres por parte de burros o leopardos). El libro, formalmente, acaba en la página 105, de las 250 que tiene, y a partir de ahí Mannix especula cómo sería un día de juegos en el circo o el anfiteatro. Porque el autor se dedica en casi todo el libro a eso, a especular, a suponer, a inventar las biografías de algunos personajes sobre los que tenemos escasas referencias (Diocles el auriga y empresario de las carreras de caballos, Flamma el gladiador, Carpophorus el venator, etc.). Basándose en algunas escuetas referencias de Suetonio, Plinio, Tácito o Séneca, Mannix elucubra sobre el mundo de los gladiadores, de los juegos circenses en general, incidiendo con demasiada retórica y poca sustancia en el componente sádico del populacho romano.

Pues de eso se trata, de sangre y vísceras, de diálogos inventados que dejan bastante que desear, de especulaciones constantes que suenan a irreales. Si a ello añadimos gratuitas aseveraciones que no sabemos de dónde se las saca el autor («se hicieron intentos de abolir el trabajo de los esclavos en las fábricas», p. 24; «los juegos, que venían a costar un tercio de los ingresos totales del imperio […]», p. 27, por citar sólo unas pocas), descripciones novelescas más que verosímiles y un estilo pobre, nos encontramos con un libro más que prescindible. Si a alguien le interesa reincidir en los tópicos, es su libro. Pero los que queremos algo más no nos dejamos tomar el pelo.

Canciones para el nuevo día (901/129): "Johnny"

Vaya Con Dios - Johnny



Disco: Vaya Con Dios (1988)