En 2010 Guillaume Canet escribió y dirigió el filme Pequeñas mentiras sin importancia: una comedia sobre un grupo de amigos que se conocen desde hace tiempo. Amigos de esos que cuando llegan las vacaciones se reúnen con sus parejas e hijos en la casa de veraneo de Max (François Cluzet), adinerado y algo irascible dueño de un hotel-restaurante, y su esposa Véronique “Véro” (Valérie Bonneton). Ese era el plan que iba a reunirlos a todos como de costumbre, pero uno de ellos, Ludo (Jean Dujardin), tiene un accidente de tráfico con su escúter al salir de un local de copas. Queda postrado en la cama de un hospital y en coma, y el grupo de amigos, tras debatirlo entre ellos, finalmente decide, visto que la recuperación de Ludo va para largo, irse a la casa de veraneo de Max y Véro en la Gironda (en Cap Ferret, para ser exactos: ¡qué panorámicas!), sin dejar de visitar al amigo común cuando sea necesario. Y así, golpeados por el accidente de Ludo, pero con ganas de disfrutar de un tiempo juntos, se dirigen todos a la costa. Son Marie (Marion Cotillard), rebelde y algo inmadura; Éric (Gilles Lelouche), actor de profesión y sinvergüenza por naturaleza, liado con Léa y en realidad medio enamorado de Marie; Vincent (Benoît Magimel), quiropráctico y que considera a Max un hermano mayor, casi un padre… y de hecho algo más; y Antoine (Lauren Lafitte), el eterno adolescente y que acaba de romper con su novia Sophie, pero sin acabar de aceptarlo. Isabelle (Pascale Arbillot), esposa de Vicent y sus hijos, así como los de Max y Véro, acompañan a la troupe, que durante esas semanas de verano compartirá algo más que charlas, risas y fiestas: también esas pequeñas (o grandes) mentiras que se suelen contar para que no caiga la máscara y se muestren esas cosas que nos hacen como somos y no queremos que los demás vean; esas pequeñas mentiras sin importancia que, a la postre, acaban por unir y no por separar: de la bisexualidad de Vincent a la soledad de Marie o el miedo de Antoine a estar solo.