19 de noviembre de 2019

Crítica de cine: Si yo fuera rico, de Álvaro Fernández Armero

Crítica publicada previamente en el portal Fantasymundo.

Todo el mundo ha fantaseado alguna vez con que le toca la lotería (mejor la Primitiva o un Euromillones: mucha más pasta) y quién diga lo contrario miente; hemos imaginado lo que haríamos con el dinero (un capricho loco nos pegaríamos, fijo), pensaríamos en ser prudentes y no gastarnos todo el dinero a lo loco y depende de lo ganado (menos lo correspondiente para Hacienda, que en este filme no se menciona y es un buen sablazo) valoraríamos qué agujeros tapar y a quiénes echar un cable. Desde luego, nos buscaríamos un gestor, con cabeza (que piense con pies de plomo, no como nosotros) y nos asesore sobre cómo mantener el caudal de dinero y diversificarlo (si procediera) para que rinda más. Desde luego un Gordo de Navidad no te saca de pobre, pero una Euromillones nos permitiría comprar aquello que muchas veces no podemos tener: la tranquilidad de hacer lo que queramos con nuestro tiempo sin pensar en llegar a final de mes. 

Canciones para el nuevo día (2867/2086): "You Better You Bet"

The Who - You Better You Bet 

Disco: Faces Dances (1981)


17 de noviembre de 2019

Crítica de cine: Van Gogh y Japón, de David Bickerstaff

Crítica publicada previamente en el portal Fantasymundo.


Nota: este documental llega a las salas de cine como evento cinematográfico. Exhibidores como Yelmo y Grup Balañà lo emitirán los días 18 y 19 de noviembre; consúltese también en FilmAffinity para saber en qué otros cines de España se podrá ver. Los cines Verdi de Barcelona lo emitirán el 3 de diciembre en su programación cultural de los martes).


Vincent van Gogh (1853-1890) sintió pasión por el arte japonés: a finales de noviembre de 1885, cuando viajó a París, conoció los crespones japoneses, empezó a estudiar a los artistas nipones y sus grabados, y comenzó a elaborar una colección propia que actualmente se conserva en el Museo Van Gogh de Ámsterdam. Nunca viajó al país del Sol Naciente, pero entabló una «relación» cercana con la pintura de aquel país, que en aquellos momentos (décadas finales del siglo XIX) generó un verdadero furor por todo lo que procedía de allí. El «japonismo» –como las chinoises en el siglo precedente– se puso de moda al mismo tiempo que este país se «abría» al mundo a partir de 1853 y la llegada del comodoro estadounidense Perry a los puertos nipones, y desde que en 1868 se iniciaba la era Meiji con la subida al trono del emperador Mutsuhito (fallecido en 1912). La pintura japonesa gustó especialmente a los pintores impresionistas, su influencia en la composición de cuadros de Manet, Degas y Monet, entre otros, ya era evidente antes de que Van Gogh pintara sus obras avanzada la década de 1880. En una escrita a su hermano Théo a finales de julio de 1888, Vincent escribió: «El arte japonés, en decadencia en su patria, retoma sus raíces en los artistas franceses impresionistas»; en esta misiva afirmaría también: «El arte japonés es algo como los primitivos, como los griegos, como nuestros viejos holandeses: Rembrandt, Potier, Hals, van der Meer, Ostade, Ruysdael. No se termina...».

14 de noviembre de 2019

Crítica de cine: Pequeñas mentiras para estar juntos, de Guillaume Canet

Crítica publicada previamente en el portal Fantasymundo.

En 2010 Guillaume Canet escribió y dirigió el filme Pequeñas mentiras sin importancia: una comedia sobre un grupo de amigos que se conocen desde hace tiempo. Amigos de esos que cuando llegan las vacaciones se reúnen con sus parejas e hijos en la casa de veraneo de Max (François Cluzet), adinerado y algo irascible dueño de un hotel-restaurante, y su esposa Véronique “Véro” (Valérie Bonneton). Ese era el plan que iba a reunirlos a todos como de costumbre, pero uno de ellos, Ludo (Jean Dujardin), tiene un accidente de tráfico con su escúter al salir de un local de copas. Queda postrado en la cama de un hospital y en coma, y el grupo de amigos, tras debatirlo entre ellos, finalmente decide, visto que la recuperación de Ludo va para largo, irse a la casa de veraneo de Max y Véro en la Gironda (en Cap Ferret, para ser exactos: ¡qué panorámicas!), sin dejar de visitar al amigo común cuando sea necesario. Y así, golpeados por el accidente de Ludo, pero con ganas de disfrutar de un tiempo juntos, se dirigen todos a la costa. Son Marie (Marion Cotillard), rebelde y algo inmadura; Éric (Gilles Lelouche), actor de profesión y sinvergüenza por naturaleza, liado con Léa y en realidad medio enamorado de Marie; Vincent (Benoît Magimel), quiropráctico y que considera a Max un hermano mayor, casi un padre… y de hecho algo más; y Antoine (Lauren Lafitte), el eterno adolescente y que acaba de romper con su novia Sophie, pero sin acabar de aceptarlo. Isabelle (Pascale Arbillot), esposa de Vicent y sus hijos, así como los de Max y Véro, acompañan a la troupe, que durante esas semanas de verano compartirá algo más que charlas, risas y fiestas: también esas pequeñas (o grandes) mentiras que se suelen contar para que no caiga la máscara y se muestren esas cosas que nos hacen como somos y no queremos que los demás vean; esas pequeñas mentiras sin importancia que, a la postre, acaban por unir y no por separar: de la bisexualidad de Vincent a la soledad de Marie o el miedo de Antoine a estar solo.

Canciones para el nuevo día (2864/2083): "Father Figure"

George Michael - Father Figure 

Disco: Faith (1987)


9 de noviembre de 2019

Crítica de cine: Estafadoras de Wall Street, de Lorene Scafaria


Crítica publicada previamente en el portal Fantasymundo.


Durante el visionado de esta película al espectador quizá le vengan a su cabeza ecos de El lobo de Wall Street (Martin Scorsese, 2013) y, dese luego, al margen del propio título que se evoca en esta Estafadoras de Wall Street (resulta mucho más directo el original, Hustlers, que significa eso, estafadoras). Lo que Jordan Belfort hacía en el aquel filme tiene poco que ver con lo que el grupo de estríperes perpetra en esta otra cinta, mucho más limitado. Belfort construyó su fortuna y la de sus colaboradores a partir de, prácticamente, un saqueo de inversores en bolsa. Destiny (Constance Wu), la protagonista de la película que comentamos, sólo busca ganarse la vida y pagar facturas, y lo hace en un club de estriptis en el que los clientes asiduos son agentes bursátiles y similares, y en el que debe competir con mujeres más voluptuosas que ellas, con más tablas sobre el escenario y con mejores artes en la barra fija.

4 de noviembre de 2019

Crítica de cine: Sorry We Missed You, de Ken Loach

Crítica publicada previamente en el portal Fantasymundo.

Hablar de Ken Loach (n. 1936) es sinónimo de hacerlo de compromiso social, una etiqueta que también se aplica a Paul Laverty, quien ha escrito casi todos sus guiones para el director procedente del norte de Inglaterra: una zona depauperada por la reconversión industrial de los años ochenta (durante el largo mandato de Margaret Thatcher) y que, junto a Escocia, suele ser escenario de muchas de sus películas. El realismo social es una seña de distinción en la filmografía de Loach: su crítica de la sociedad burguesa, su interés por las personas corrientes, los trabajadores que sufren los recortes en un Estado del bienestar cada vez más descafeinado (evidentísimo en el caso de los hachazos al que probablemente sea el buque insignia del laborismo británico, el National Health Service o Servicio Nacional de Salud, equivalente a nuestro sistema de la Seguridad Social), las injusticias que de ello deriva y los traumas en unos personajes que viven en grandes ciudades industriales en crisis. Un realismo que se nutre de la crítica política y social implícita en la banda más izquierdista del laborismo del que Loach es militante y que ha conformado su hoja de ruta ideológica. Un filme de Ken Loach, por tanto, no engaña a nadie y todo aquel que acuda a una sala de cine para ver una de sus películas sabe perfectamente qué se va a encontrar. 

Canciones para el nuevo día (2856/2075): "Black Velvet"

Alannah Myles - Black Velvet 

Disco: Alannah Myles (1989)