Crítica publicada previamente en el portal Fantasymundo.
Nota: este documental llega a las salas de cine como evento cinematográfico. Exhibidores como Yelmo, Grup Balañà y los Cines Verdi en Barcelona, lo emitirán los días 10 y/o 11 de diciembre, vinculado a una programación cultural especial; consúltese también en FilmAffinity para saber en qué otros cines se emitirá.
Gian Lorenzo Bernini (1598-1680), si nos ponemos puristas, quizá no fue el artista que «inventó» el Barroco –ya se sabe que los títulos muchas veces se ponen de determinada manera para atraer la atención del respetable–, pues esa etiqueta, si hubiera que ponerla a alguien, habría que dársela a Caravaggio, por ejemplo (ya comentamos aquí el documental sobre la vida y obra del genio milanés). De todos modos, la obra de Bernini, que además de la escultura también desempeñó la arquitectura (el diseño de la Plaza de San Pedro, delante de la basílica del Vaticano, es suyo) y la pintura, es de aquellas que, por sí sola, engloba todo un movimiento artístico y le da pleno sentido. Fue uno de los artistas más apreciados y valorados por la Santa Sede –hasta nueve papas requirieron sus servicios, destacando Urbano VIII, Alejandro VII y Clemente IX– y se puso al servicio (a su manera, todo hay que decirlo) del programa iconográfico de la Contrarreforma católica en el Seiscientos. Tuvo su, digamos, «disputa» artística (y personal) con otra gran figura del Barroco, Francesco Borromini, en una rivalidad que pronto devino en odio mutuo: suele contarse la anécdota de que dos de las esculturas de Bernini en la Fontana dei Quattro Fiume, en la Piazza Navona, «parecen» horrorizarse ante la iglesia de Sant’Agnese, diseñada por Borromini y que está situada delante… es falsa, pues la iglesia se construyó posteriormente; sea como fuere, ambos no podían verse.