Un 3 de noviembre de 1534 el Parlamento de Inglaterra aprobó la (primera) Acta de Supremacía por la que se establecía que el rey, entonces Enrique VIII, sería "la suprema y única cabeza [Supreme Head] en la Tierra de la Iglesia en Inglaterra". De esta manera, Inglaterra rechazaba la autoridad del Papa de Roma y daba inicio a su particular Reforma anglicana. Todo comenzó, como sabemos todos, con un divorcio, o el intento, según las leyes canónicas, que intentó Enrique para poder anular su matrimonio con Catalina de Aragón y casarsae con Ana Bolena. La reina se negaba a aceptar la nulidad y con ella su sobrino, el emperador Carlos V, con quien inicialmente barajó Enrique casar a su hija María; futura reina María I Tudor, que a la postre se casaría con el hijo de Carlos, Felipe II, quien durante cuatro años, además de sus títulos hispánicos y en varios territorios europeos, fue rey consorte de Inglaterra (1554-1558)... pero esa es otar historia. El asunto del divorcio real duró varios años, acabó con la preeminencia del principal ministro de Enrique, el cardenal Wolsey, hartó al rey, al Papado, a media Europa y acabó como el rosario de la aurora. Puesto que Clemente VII se negaba sistemáticamente a conceder la nulidad y menos con la burda alegación de los abogados de Enrique de que, puesto que Catalina estuvo prometida y casada previamente con el malogrado hermano mayor de Enrique —Arturo, de quien enviudó sin haber consumado el matrimonio, se decía—, pues en realidad el matrimonio de Catalina era nulo, lo cual suponía considerar a la hija de ambos, María, ilegítrima. Todo un culebrón en la época; acerca de los pormenores del proceso de divorcio recomiendo leer la biografía de Catalina a cargo de Giles Tremlett que publicó Crítica en 2012.
3 de noviembre de 2018
2 de noviembre de 2018
1 de noviembre de 2018
Crítica de cine: Bohemian Rhapsody, de Bryan Singer
Desde que Brian May y Roger Taylor anunciaran en 2010 que había un proyecto para realizar una película sobre Queen, los fans de la banda británica se frotaron las manos. De la elección inicial de Sacha Baron Cohen como Freddie Mercury y de Peter Morgan como guionista, pasamos al abandono del proyecto por parte de Baron Cohen (cuyo parecido físico con Freddie era evidentísimo, pero se temía que “Borat” se acabaría comiendo al personaje) en 2013 y a una posterior marea de cambios que incluían a Ben Whishaw como el icónico líder de la banda y la designación de Dexter Fletcher como el director, cosa que finalmente no cuajó y ambos dejaron la producción en 2014. La cosa se alargaba, se rumoreó que tanto Baron Cohen como Whishaw podrían retornar al proyecto. Se encargó en 2015 a Anthony McCarten, autor de los guiones de La teoría del todo y El instante más oscuro, la escritura del guion del filme y finalmente se anunció un año después que Bryan Singer (que no necesita presentación) dirigiría el filme. Por fin las cosas parecían encarrilarse: se fichó a Rami Malek (de la serie Mr Robot) para encarnar a Freddie y paulatinamente se anunciaron los nombres del resto del elenco. Se inició el rodaje en septiembre de 2017, las primeras imágenes de Malek como Freddie en la recreación del mítico concierto Live Aid de Wembley, en julio de 1985, corrieron por las redes sociales, la cosa ya iba en serio, el estreno se anunció para este 2018. Luego vino el despido de Bryan Singer (¿qué hubo detrás? ¿Desidia, ausencias del rodaje y falta de profesionalidad? ¿Pique con Malek?), nos temimos lo peor, pero con dos tercios del rodaje ya completado, el sustituto de Singer, Dexter Fletcher, se limitó a completar lo que faltaba y a finales de enero de 2018 terminó la fase de grabación; y se mantiene a Singer en los créditos como director del filme. Y empezamos a contar las horas para que llegara este deseadísimo Bohemian Rhapsody. Por fin.
31 de octubre de 2018
30 de octubre de 2018
29 de octubre de 2018
26 de octubre de 2018
Crítica de cine: La sociedad literaria y el pastel de piel de patata, de Mike Newell
Crítica publicada previamente en el portal Fantasymundo.
Mike Newell, director de algunos exitosos filmes británicos –Cuatro bodas y un funeral (1994), sobre todo; Harry Potter y el cáliz de fuego (2005), Grandes esperanzas (2012)– y de filmes también muy resultones en Estados Unidos (La sonrisa de Mona Lisa, 2003, Donnie Brasco, 1997), entre otros, asume el reto de llevar a la gran pantalla una de esas novelas británicas que se han hecho enormemente populares en los últimos años: La Sociedad Literaria del Pastel de Piel de Patata de Guernsey de Mary Ann Shaffer y Annie Barrows, publicada en 2008 y que por nuestros lares tradujo Ediciones Salamandra. Su protagonista es Juliet Ashton (Lily James), una joven escritora que, en enero de 1946, recibe en Londres la carta de un desconocido: un habitante de la isla de Guernsey, en el Canal de la Mancha, que le escribe porque tiene en su poder un libro de Charles Lamb que en el pasado perteneció a Juliet, que dejó sus señas en una de las primeras páginas, y le pide ayuda para conseguir más libros de Lamb que podrán leer los (pocos) miembros de la curiosa sociedad que da título a la novela. Picada en su curiosidad, Juliet intercambia correspondencia con el remitente de la carta, Dawsey Adams (Michiel Huisman), que se dedica a la crianza de cerdos en la isla inglesa, y decide dar el salto al vacío y autoinvitarse a una reunión de la citada sociedad literaria, presentándose por sorpresa en Guernsey. Allí conocerá al peculiar grupo de personas que han dado vida a un club de lectura durante la ocupación alemana de la isla, en el marco de la Segunda Guerra Mundial, y los secretos (y algunas tiranteces locales) relacionados con uno de sus miembros, Elizabeth (Jessica Brown Findlay), que fue deportada por los nazis al continente y de la que no se ha vuelto a saber nada más. La llegada de Juliet removerá algunas conciencias y lidiará con el dolor soterrado de los miembros de la sociedad literaria, que aún esperan que regrese Elizabeth.
25 de octubre de 2018
24 de octubre de 2018
23 de octubre de 2018
Crítica de cine: Caravaggio, en cuerpo y alma, de Jesús Garcés Lambert
Crítica publicada previamente en el portal Fantasumundo.
Nota: este documental llega a las salas de cine como evento cinematográfico. Exhibidores como Yelmo, Grup Balañà y los Cines Verdi en Barcelona, lo emitirán los días 22 o 23 de octubre, en algún caso (los Cines Verdi) vinculado a una programación cultural especial; consúltese sus webs o en FilmAffinity para saber en qué cines se emitirá.
Michelangelo Merisi, llamado Caravaggio originalmente porque se creyó que nació en esta localidad de la provincia de Bérgamo –la partida de nacimiento encontrada hace unos años certifica que nació en Milán en 1571; falleció en 1610 en Porto Ercole, en la Toscana–, constituye uno de los grandes exponentes de la pintura italiana a caballo entre las últimas etapas del Renacimiento y los preludios del Barroco. Precursor del tenebrismo, con la utilización del claroscuro, en su obra hay diversas constantes: la desaparición del fondo, la utilización de prostitutas, mendigos y muchachos de la calle como modelos (lo cual a menudo provocaba escándalos), el naturalismo de las figuras, huyendo de una idealización de la belleza, y los temas religiosos como fundamental motivo de inspiración. Una inspiración que lidiaba con la necesidad de un mecenazgo que buscó a menudo en ámbitos eclesiásticos, entre los que halló protectores (el cardenal Francesco Maria del Monte) y no pocos detractores, que censuraban su estilo de vida y los modelos de sus obras. Su propia personalidad –irascible, rufianesca y disoluta– no ayudó a que hiciera amigos en las altas esferas: sus obras a menudo eran rechazadas por ser demasiado provocadoras o apartarse de los cánones que marcaba la Contrarreforma católica posterior al Concilio de Trento. En menos de dos décadas Caravaggio pintó una serie de obras maestras, que influyeron en artistas de las décadas posteriores como Vermeer, Rembrandt y Poussin, o en pintores del siglo XIX como Delacroix, Courbet y Manet. Su vida privada, desaforada, le llevó a trifulcas y peleas en Milán, Roma (donde fue acusado de un asesinato), Nápoles (lugar de exilio bajo la protección eclesiástica), Malta (donde logró el honor de ser nombrado Caballero de la Orden de Malta… y de la que fue expulsado ignominiosamente) y Sicilia. En Nápoles estuvo a punto de ser asesinado y su rostro quedó desfigurado: en dos cuadros de 1609-1610, Salomé con la cabeza de Juan Bautista y David con la cabeza de Goliat, su rostro es el del decapitado.
22 de octubre de 2018
19 de octubre de 2018
18 de octubre de 2018
17 de octubre de 2018
16 de octubre de 2018
Canciones para el nuevo día (2582/1801): "Making Water (The Martian)"
Space Soundtracks Week (II): Harry Gregson-Williams- Making Water
15 de octubre de 2018
14 de octubre de 2018
Efemérides historizadas (XXXI): 14 de octubre de 1066 - batalla de Hastings
Muerte de Harold II, Tapiz de Bayeux, ca. 1082-1096, Museo del Tapiz de Bayeux, Bayeux. |
Un 14 de octubre de 1066 las tropas del duque de Normandía, Guillermo el Bastardo (en adelante, Guillermo I el Conquistador) derrotaron a las del último rey anglosajón de Inglaterra, Harold II, que murió en combate, en la batalla de Hastings. Las pugnas entre Guillermo y Harold por el trono de Inglaterra venían de lejos, pues ambos ansiaban ser el sucesor de Eduardo el Confesor (1042-1066). Eduardo III de Wessex, de hecho, es considerado el último soberano inglés de esta dinastía (con permiso de Egar II, que pretendió ser su heredero), aquella que fundara Alfredo I el Grande cerca de dos siglos antes; una dinastía que con dificultades se mantuvo en el trono del reino de Inglaterra, formado por Alfredo a finales del siglo IX, ante las invasiones danesas y la conformación, de hecho, de un reino de Dinamarca, Noruega e Inglaterra con el vikingo Canuto el Grande (1016-1035). Guillermo (nacido en el año 1035) era pariente de Eduardo a través del duque normando Ricardo I y siempre tuvo aspiraciones al trono inglés; de hecho, en el año 1051, Eduardo designó a Guillermo como su heredero. Pero el duque normando topó con la oposición de Godwin, descendiente del hermano de Alfredo el Grande, conde de Wessex (por designación de Canuto el danés) y padre de Harold, además de uno de los hombres más poderosos de Inglaterra. Por su parte, Harold, había heredado el condado de Wessex (recordemos, el reino que fue el origen de la dinastía anglosajona y que posteriormente se devaluó a condado con el nuevo reino de Inglaterra) a la muerte de Harold, en el año 1053, y aglutinó a gran parte de la nobleza contra las aspiraciones de Guillermo, el pretendiente “extranjero”.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)