Crítica publicada previamente en el portal Fantasymundo.
Presentada en la segunda edición del Barcelona Film Fest, el pasado mes de abril –previamente se ofreció en el Festival de Cine de Toronto, en septiembre de 2017–, finalmente llega a las salas de cine El escándalo Ted Kennedy –título que descafeína en parte el original, Chappaquiddick, palabra que desde hace tiempo se ha trasladado en inglés al argot popular–, película dirigida por John Curran y que lleva a la gran pantalla un oscuro episodio en la vida y la carrera política del senador estadounidense Edward “Ted” Moore Kennedy (1932-2009), el último de los hijos varones de la extensa familia que forjaron el magnate y embajador Joseph P. Kennedy y su esposa Rose Fitzgerald (cinco hijas y cuatro hijos). Ted fue el más pequeño de la camada y el que a priori no iba a seguir los pasos de sus hermanos; de hecho, Joe Jr, el mayor, tenía que haber sido el que hiciera carrera política, de no haber muerto durante la Segunda Guerra Mundial. Su testigo lo asumió el segundo de los muchachos, John “Jack” Fitzgerald, que lograría el ansiado sueño de su padre (¿no tanto el suyo, quizá?): la presidencia de los Estados Unidos en 1960 y en unas disputadísimas elecciones frente a Richard Nixon (y por un ajustado margen de apenas 112.000 votos populares, aunque, como bien sabemos, lo que importan son los votos electorales y ahí Kennedy superó claramente a Nixon por 303 votos contra 219). Jack Kennedy fue asesinado en Dallas, el 22 de noviembre de 1963, un magnicidio que, ante las numerosas lagunas en la investigación, siempre será pasto de interpretaciones y conspiranoias varias. El tercer hermano, Robert "Bobby" Francis, quien durante la presidencia de su hermano fuera Fiscal General de los Estados Unidos –el equivalente a Ministro de Justicia en nuestros lares, con algunas competencias en Interior, pues el FBIdepende de su Departamento–, asumió la tarea de “continuar” el legado de Jack Kennedy y, como senador por Nueva York entre 1965 y 1968, preparó su carrera para alcanzar el máximo cargo, la presidencia. Asesinado también, en junio de 1968 (otro luctuoso caso que abona teorías de la conspiración), cuando iba camino de conseguir la nominación demócrata a las elecciones de noviembre de ese mismo año, su legado y puesto en el Senado (por Massachussetts, ganando el cargo que ostentara su hermano Jack en unas elecciones parciales en 1962) pasaron a Ted, que a sus treinta y seis años comenzó a engrasar la maquinaria de campaña para concurrir a las elecciones de 1972.
Presentada en la segunda edición del Barcelona Film Fest, el pasado mes de abril –previamente se ofreció en el Festival de Cine de Toronto, en septiembre de 2017–, finalmente llega a las salas de cine El escándalo Ted Kennedy –título que descafeína en parte el original, Chappaquiddick, palabra que desde hace tiempo se ha trasladado en inglés al argot popular–, película dirigida por John Curran y que lleva a la gran pantalla un oscuro episodio en la vida y la carrera política del senador estadounidense Edward “Ted” Moore Kennedy (1932-2009), el último de los hijos varones de la extensa familia que forjaron el magnate y embajador Joseph P. Kennedy y su esposa Rose Fitzgerald (cinco hijas y cuatro hijos). Ted fue el más pequeño de la camada y el que a priori no iba a seguir los pasos de sus hermanos; de hecho, Joe Jr, el mayor, tenía que haber sido el que hiciera carrera política, de no haber muerto durante la Segunda Guerra Mundial. Su testigo lo asumió el segundo de los muchachos, John “Jack” Fitzgerald, que lograría el ansiado sueño de su padre (¿no tanto el suyo, quizá?): la presidencia de los Estados Unidos en 1960 y en unas disputadísimas elecciones frente a Richard Nixon (y por un ajustado margen de apenas 112.000 votos populares, aunque, como bien sabemos, lo que importan son los votos electorales y ahí Kennedy superó claramente a Nixon por 303 votos contra 219). Jack Kennedy fue asesinado en Dallas, el 22 de noviembre de 1963, un magnicidio que, ante las numerosas lagunas en la investigación, siempre será pasto de interpretaciones y conspiranoias varias. El tercer hermano, Robert "Bobby" Francis, quien durante la presidencia de su hermano fuera Fiscal General de los Estados Unidos –el equivalente a Ministro de Justicia en nuestros lares, con algunas competencias en Interior, pues el FBIdepende de su Departamento–, asumió la tarea de “continuar” el legado de Jack Kennedy y, como senador por Nueva York entre 1965 y 1968, preparó su carrera para alcanzar el máximo cargo, la presidencia. Asesinado también, en junio de 1968 (otro luctuoso caso que abona teorías de la conspiración), cuando iba camino de conseguir la nominación demócrata a las elecciones de noviembre de ese mismo año, su legado y puesto en el Senado (por Massachussetts, ganando el cargo que ostentara su hermano Jack en unas elecciones parciales en 1962) pasaron a Ted, que a sus treinta y seis años comenzó a engrasar la maquinaria de campaña para concurrir a las elecciones de 1972.