Un 25 de septiembre de 1555 se firmó la Paz de Augsburgo entre el emperador germánico Carlos V y la Liga de Esmalcalda. Bien, será mejor que maticemos: en realidad entre la Liga de Esmalcalda y el archiduque austriaco (y rey de Hungría) Fernando, hermano del emperador, que fue quien se encargó de las negociaciones en nombre de un cansado y prematuramente envejecido Carlos V, quien ya había tomado la decisión de abdicar y retirarse al monasterio de Yuste. Y en realidad era más una tregua que una paz: la firma del tratado ponía punto y final a la primera gran etapa de disputas religiosas en torno a la Reforma luterana y abría el camino para la mal llamada Contrarreforma católica, pero a la vez inauguraba un escenario de guerra fría religiosa que no estallaría de nuevo hasta la (tercera) defenestración de Praga en 1618, antesala de la Guerra de los Treinta Años. Todo empezó con un monje alemán clavando (según la leyenda) un papel en la puerta de la Schlosskirche (“iglesia del Palacio”) de Wittenberg (Sajonia) el último día de octubre de 1517. El monje era Martin Lutero y el papel las ’95 Tesis’, un desafío en toda regla contra la Iglesia católica a raíz de las escandalosas indulgencias por parte de la alta jerarquía eclesiástica alemana y con la bendición del papa León X. Con su escrito, Lutero rompía con Roma, denunciando sus vicios y desvergüenzas, e iniciaba el camino de separación de gran parte de la Iglesia alemana respecto el Vaticano.
25 de septiembre de 2018
24 de septiembre de 2018
21 de septiembre de 2018
20 de septiembre de 2018
19 de septiembre de 2018
18 de septiembre de 2018
Reseña de Hacia la tormenta: el comienzo del fin de la República romana, de Mike Duncan
Nota: esta reseña parte de la lectura del original en inglés, The Storm Before the Storm: The Beginning of the End of the Roman Republic (PublicAffairs, 2017).
Son muchos, muchísimos los libros sobre la antigua Roma. Inabarcables. Y lo son en sus grandes etapas, especialmente la República tardía: grosso modo, 133-30 a.C., el «último siglo de la República romana». Pero de este último siglo, el interés de los especialistas y de los lectores suele focalizarse casi exclusivamente en la generación de Gayo Julio César (c. 100-44 a.C.), especialmente en los años 78-44 a.C. y en el período final de la República, tras su asesinato, que de República «libre» más bien tiene poco. Pero la etapa anterior a César, las dos generaciones previas, la de los hermanos Graco (133-121 a.C.) por un lado y luego la de Mario y Sila (110-82/78 a.C.), aun siendo esencial para comprender los acontecimientos de la época de los César, Pompeyo, Craso, Cicerón, Clodio, Antonio y Octaviano, suele tener menos seguimiento; cierto es que, desde la novela histórica, Colleen McCullough narró maravillosamente (y con una gran documentación) el período de Mario y Sila en tres de las novelas de su saga Masters of Rome —El primer hombre de Roma, La corona de hierba y Favoritos de la Fortuna—, pero se trata de eso: novelas, y como tal hay que tratarlas Y no no será porque no falten fuentes, que las hay, pero no con el detallismo que ofrecen los discursos y las cartas de Cicerón. Al período de los años 133-78 a.C. le falta un Cicerón, un testigo y al mismo tiempo personaje activo como lo fue el Arpinate en los años 78-43 a.C.
17 de septiembre de 2018
14 de septiembre de 2018
Reseña de Julius Caesar: A Life, de Patricia Southern
Gayo Julio César es el personaje perenne de la historia romana, sobre el que siempre se vuelve. Su vida, carrera y obra es la más conocida de la historia de Roma, gracias al hecho de que su período es el mejor documentado de esta civilización y sobre él hay relatos de autores romanos durante varios siglos. Tuvo el acierto –y el oportunismo propagandístico– de escribir dos esbozos de obras históricas, sus comentarios sobre la guerra de las Galias y sobre la guerra civil de los años 49-47 a.C. (añadamos los textos sobre la guerra africana y la guerra hispana de los años 46-45 a.C incluidos en el Corpus cesariano), que permitieron que generaciones de lectores conocieran, «de primera mano», lo que hizo en ambas contiendas. Contamos con el testimonio explícito de Cicerón en muchos de sus discursos y sobre todo en su correspondencia con Ático y algunos amigos y familiares (Bruto, su hermano Quinto, el propio César en unas pocas epístolas) y con relatos casi contemporáneos como Salustio (su monografía sobre la conjura de Catilina), para, ya en las siguientes dos generaciones, las obras de Tito Livio y Veleyo Patérculo. Con casi dos siglos de distancia nos quedan las biografías de Plutarco (incluida la suya), Suetonio (su biografía, para la que pudo tener acceso a documentación de archivo) y Apiano (su historia de las guerras civiles), siendo la historia de Dión Casio (ya en el primer tercio del siglo III de nuestra era) una obra muy posterior al personaje pero también valiosa (y discutible). Todos ellos, empezando por el propio César, crearon una imagen del personaje «diferente» en cada caso, partiendo de fuentes similares pero también diversas (la historia perdida de Asinio Polión sobre el período de los años 60-42 a.C. influyó en algunos de esos autores). La leyenda, acicateada por el heredero de César, Octavio/Augusto, se forja, mezcla, amplía, difunde y mitifica, hasta el punto de que parece confundirse la vida del personaje con esa leyenda que la cultura popular del último siglo y pico ha llegado a exacerbar (del cine a la televisión, sin obviar la masa de novelas históricas que sobre el personaje se ha escrito, con mejor o peor pluma). Y más en un personaje siempre de candente actualidad: «[…] cada generación lo contempla a la luz de su propios tiempos, por lo que, al final, resulta cuestionable si en algún momento hubo un César real» (p. 9, traducción propia).
13 de septiembre de 2018
Reseña de Before and After Alexander: The Legend and Legacy of Alexander the Great, de Richard A. Billows
Sobre Alejandro III de Macedonia, Alejandro Magno, se han vertido (literalmente) océanos de tinta sobre miles de páginas. Hasta tal punto que, como suele suceder a menudo, ya casi hastía ver en las mesas de novedades de las librerías “nuevas” biografías y estudios que básicamente vienen a contar lo mismo de siempre –con notables excepciones, por supuesto–; por no hablar de novelas históricas, protagonizadas por el personaje o con éste como excusa argumental. Se ha escrito mucho y básicamente sobre lo mismo; y se ha focalizado en exceso la atención en su vida, su genio militar y su leyenda. Hay espléndidos libros que siguen siendo muy vigentes hoy en día –básicamente los de A. B. Bosworth (en Cambridge University Press), Nicholas Hammond (en Alianza Editorial) y Robin Lane Fox (en Acantilado); y en la última década contamos con los espléndidos libros de Waldemar Heckel y Ian Worthington. Por supuesto, el catálogo puede ampliarse, yendo a Ernst Badian hace décadas (cuya imagen del personaje era negativa). En general, Alejandro suele ser el eje sobre el que giran los estudios y sobre él pivota la narración de los hechos que llevó a cabo durante su reinado (336-323 a.C.). Por ello, es de agradecer que Richard A. Billows haya decidido poner el acento en su padre, Filipo II (r. 360/359-336 a.C.), y en sus Sucesores –los Diádocos–, especialmente en Antígono Monoftalmos (el Tuerto), que durante dos décadas polarizó en torno a sí las guerras que los generales del rey macedonio entablaron tras su prematura muerte (Ptolomeo, Pérdicas, Seleuco, Lisímaco, Eumenes, Casandro, Crátero…). El resultado es Before and After Alexander: The Legend and Legacy of Alexander the Great (Ducksworth Overlook [Bloomsbury Press], 2018), una brillante monografía que va mucho más allá de Alejandro.
12 de septiembre de 2018
11 de septiembre de 2018
10 de septiembre de 2018
7 de septiembre de 2018
Crítica de cine: Las distancias, de Elena Trapé
Crítica publicada previamente en el portal Fantasymundo.
En 2010 Elena Trapé, directora y guionista surgida de la ESCAC, presentó su primer largometraje, Blog, un interesantísimo filme alrededor de la adolescencia y el uso de las redes sociales por un grupo de chicas que esconden un secreto. Un documental sobre Isabel Coixet, Palabras, mapas, secretos y otras cosas (2015) le permitió conocer de cerca a la directora barcelonense, que se ha convertido en la principal valedora de la segunda película de Trapé, Las distancias (2018), un desencantado retrato de un grupo de treintañeros en crisis. Olivia (Alexandra Jiménez), Eloi (Bruno Sevilla) y Guille (Isak Férriz), junto a la pareja de éste, Ana (Maria Ribera), viajan a Berlín para darle una sorpresa a Comas (Miki Esparbé), amigo de los tiempos universitarios en Barcelona. Lejos de recibirlos con entusiasmo, Comas trata de hacer de tripas y corazón y pasar con sus amigos un fin de semana, “por los viejos tiempos”, que además coincide con su cumpleaños (35 años), la excusa para que los colegas se trasladen a la capital alemana, donde Comas lleva instalado un tiempo y desarrolla una carrera que, vista desde acá, parece más exitosa de lo que realmente es… o en su momento fue. La distancia geográfica se mezcla con la que se ha establecido a nivel personal entre el grupo de amigos, hasta el punto de que quizá cualquier tiempo pasado fue mejor, pero los vínculos estrechos forjados entonces se han quebrado, al tiempo que las vicisitudes de cada uno de ellos ha construido una imagen muy subjetiva sobre la amistad y el compromiso.
6 de septiembre de 2018
5 de septiembre de 2018
Canciones para el nuevo día (2553/1772): "Hit Me with Your Rhythm Stick"
Ian Dury and The Blockheads - Hit Me with Your Rhythm Stick
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