8 de febrero de 2017
7 de febrero de 2017
Crítica de cine: Loving, de Jeff Nichols
Hay ocasiones en las que una película tiene que dejarse de clichés y
prisas y echar mano del sosiego para contar una buena historia. Aunque
el tema a tratar parezca trillado; aunque se corra el riesgo de aburrir
(y no se descarrila en ese tren si se hacen bien las cosas) en unos
tiempos actuales en los que o atrapas al espectador con parafernalia
pirotécnica de todo tipo o estás muerto en la pantalla. Volver a los
“clásicos”, a la simplicidad, a las cosas sencillas que nos rodean y que
suelen funcionar porque en ella encontramos acomodo y comprensión.
Quizá para un espectador apurado que busca pasar un rato entretenido una
película como Loving
le parezca plana y lenta, incluso desprovista de la fuerza narrativa
que (e)mana de un tema candente como la discriminación racial en los
Estados Unidos de los años cincuenta y sesenta. Podría ser que para
quien busca una historia (melo)dramática teñida de una intensidad
llevada al límite la contención con la que se muestra a los personajes
de este filme sea contraproducente. Pero no siempre una buena historia
necesita de ruido y adrenalina. Basta simplemente con un buen guion,
unos actores que se metan en la piel de unos personajes y un director
que los sepa dirigir y cree la atmósfera estrictamente necesaria para
contar precisamente eso, una buena historia.
6 de febrero de 2017
3 de febrero de 2017
Crítica de cine: Manchester frente al mar, de Kenneth Lonergan
Más o menos, en cada edición de los Oscars está
nominada alguna película que por su contenido se explica el uso del
adjetivo “dramático”. El drama como trance, como suceso que nos golpea y
afecta, que nos aturde, traumatiza y deja secuelas. Historias
dramáticas con personajes torturados por la vida y que para el
intérprete de turno es una oportunidad de oro para llevarse la
estatuilla. A menudo, no obstante, el elemento dramático puede estar
demasiado cargado de un dramatismo extremo o pasarse de frenada en
cuanto a provocar emociones (por no decir el llanto) entre los
espectadores. En la reciente gala de entrega de los Globos de Oro, el
presentador Jimmy Fallon hacía una broma al respecto de esta película, Manchester frente al mar,
definiéndola como “la única cosa del 2016 más deprimente que el propio
2016”. En cierto modo, Fallon incidía en el elemento dramático, y el
propio dramatismo de la historia que se nos cuenta, pero a la postre el
visionado de la película no nos deja con una sensación de congoja o
“deprimente”, pues bajo esa capa de tristeza y sobre todo dolor que
desprende el filme brotan, tímidamente, las semillas de la esperanza. Y
con esa esperanza es con la que uno puede salir de la sala de cine, al
menos pensando en unos personajes que necesitan segundas oportunidades,
sí o sí.
2 de febrero de 2017
1 de febrero de 2017
31 de enero de 2017
Crítica de cine: Hasta el último hombre (Hacksaw Ridge), de Mel Gibson
En un capítulo de South Park,
se sondea a Mel Gibson para realizar una película propagandística; al
final, tras soltarle unas cuantas cafradas al actor/director, se acaba
diciendo de Gibson: "será lo que queráis, pero ese hijo de puta sabe
cómo contar una historia". Y en el fondo no les falta razón a los
creadores de la serie; otra cuestión es si nos convence lo que nos
cuenta. O si nos gusta. En Braveheart,
una película a la que el tiempo le está sentando cada vez peor, contó
la historia de un rebelde que puso un país en pie contra un invasor y
mostró con crudeza el meollo de una batalla. Perfeccionó su interés por
lo extremo, lo gore incluso, en La Pasión de Cristo,
película que personalmente considero un ejercicio de sadismo como pocas
han sido; en su obsesión por relatar con "(hiper)realismo" la pasión de
Jesús de Nazaret (¿era necesario que la secuencia de los latigazos a
Cristo durara tantos minutos?), incluso en el momento de la crucifixión
quiso ser parte de lo que se proyectaba, siendo su mano izquierda (la sinistra) la que se clavaba en primer plano, y no la del actor Jim Caviezel. De Apocalypto
no puedo decir nada, pues no la he visto, pero parece ser que incide en
una violencia extrema a cuenta de una civilización maya en decadencia.
En todas estas películas una violencia que va más allá de lo explícito
estaba presente, con mayor (Braveheart) o menor (La Pasión de Cristo) sentido o incluso necesidad. Con Hasta el último hombre
(demasiado explícito título en castellano, como el propio tráiler, que
casi te ahorra visionar la película), Gibson vuelve sobre sus fueros
diez años después de Apocalypto,
y lo hace con un episodio de la Segunda Guerra Mundial que tiñe con la
sangre de ese hiperrealismo violento que sabe hacer bien. Ese "loco hijo
de puta"...
30 de enero de 2017
27 de enero de 2017
26 de enero de 2017
Canciones para el nuevo día (2134/1363): "Common People"
Seguro que en algún momento os suena a alguna que otra canción española de finales de los ochenta...
Pulp - Common People
25 de enero de 2017
24 de enero de 2017
23 de enero de 2017
20 de enero de 2017
Crítica de cine: Figuras ocultas, de Theodore Melfi
En el programa espacial de la NASA, a finales de
los años cincuenta y durante la década de los sesenta –«hemos decidido
ir a la Luna. Elegimos ir a la Luna en esta década y hacer lo demás, no
porque sean metas fáciles, sino porque son difíciles, porque ese desafío
servirá para organizar y medir lo mejor de nuestras energías y
habilidades, porque ese desafío es un desafío que estamos dispuestos a
aceptar, uno que no queremos posponer, y uno que intentaremos ganar, al
igual que los otros», dijo John F. Kennedy en un discurso en la Rice
University., en septiembre de 1962–, participaron muchas personas:
ingenieros físicos, matemáticos, informáticos, militares, personal civil
de empresas de todo tipo. Todos ellos trabajaron con ahínco durante
años, sometidos a la presión para no «ser los segundos en una carrera de
dos». El único rival era la Unión Soviética, la meta de la carrera no
se circunscribía a la Guerra Fría pero no se entiende sin ella, el
premio era colocar a un hombre, estadounidense o soviético, en el
espacio, para después llegar a la luna y clavar en ella una bandera.
Miles de millones de dólares se pusieron para sufragar un proyecto que
hoy en día puede parecer un derroche –pero cuyas aplicaciones prácticas
disfrutamos– de talento, esfuerzo y medios. La carrera espacial. Una
carrera con nombres, muy conocidos, de Yuri Gagarin a Alan Shepard, de
Valentina Tereshkova a John Glenn, del Sputnik al programa Apollo.
Pero personas que no fueron conocidas ni recibieron los parabienes de
una nación. Hubo mujeres que pusieron su esfuerzo al servicio de la
causa. Hubo mujeres negras que dominaron las matemáticas, el lenguaje
informático y lo que subyace en una ingeniería, y no recibieron premios
ni menciones. Hubo «figuras ocultas», aunque lo más pertinente sería
decir que hubo personas «invisibles» o «invisibilizadas» por el color de
su piel. Y tres de ellas, Katherine G. Johnson, Dorothy Vaughan y Mary
Jackson compartieron una historia de esas que sin duda merece una
película para contarlas.
19 de enero de 2017
18 de enero de 2017
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