Hay ocasiones en las que una película tiene que dejarse de clichés y
prisas y echar mano del sosiego para contar una buena historia. Aunque
el tema a tratar parezca trillado; aunque se corra el riesgo de aburrir
(y no se descarrila en ese tren si se hacen bien las cosas) en unos
tiempos actuales en los que o atrapas al espectador con parafernalia
pirotécnica de todo tipo o estás muerto en la pantalla. Volver a los
“clásicos”, a la simplicidad, a las cosas sencillas que nos rodean y que
suelen funcionar porque en ella encontramos acomodo y comprensión.
Quizá para un espectador apurado que busca pasar un rato entretenido una
película como Loving
le parezca plana y lenta, incluso desprovista de la fuerza narrativa
que (e)mana de un tema candente como la discriminación racial en los
Estados Unidos de los años cincuenta y sesenta. Podría ser que para
quien busca una historia (melo)dramática teñida de una intensidad
llevada al límite la contención con la que se muestra a los personajes
de este filme sea contraproducente. Pero no siempre una buena historia
necesita de ruido y adrenalina. Basta simplemente con un buen guion,
unos actores que se metan en la piel de unos personajes y un director
que los sepa dirigir y cree la atmósfera estrictamente necesaria para
contar precisamente eso, una buena historia.
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Todo funciona, argumental e interpretativamente, en una película que mira al devenir de los tiempos, del mismo modo que Mildred sigue por televisión la Marcha por los Derechos Civiles en agosto de 1963 en Washington (que culminaría en el discurso “Tengo un sueño” de Martin Luther King que no es necesario que veamos… otra vez) y sin necesidad de ser redundante. Una película que muestra los temores más íntimos de un padre de familia cuando cree que un coche le sigue de vuelta a casa. O que consigue que nos pongamos en la piel del fotógrafo de la revista Life (Michael Shannon) que captó la foto de Richard recostado en el regazo de Mildred mientras ambos ven y ríen con un programa de televisión; una imagen que resume el amor que ambos se tenían, sin más ni con menos. Nichols incide en cuestiones como el desarraigo vital de unos personajes forzados a vivir a lejos del lugar donde se criaron y conocieron, y de sus familias. Como en Take Shelter, vemos a un padre de familia que luchará por proteger a los suyos, pero con una contención que no tenía, en aquella película, el personaje de Michael Shannon. Una contención, no obstante, no exenta de dolor.
Loving es una película hermosa y
que emociona sin necesidad de hurgar en una sensiblería ramplona que a
veces echamos de más en algunas películas. Intensa, pero no efectista.
Sencilla pero no simplona. Con su tempo, para nada aburrida. Habrá
momentos en los que nos llegue al corazón e incluso nos sorprenderá por
un tema que sigue siendo de candente actualidad, por mucho que hayan
pasado cincuenta años; en 1967 el Tribunal Supremo derogó las leyes de
Virginia (y otros estados) sobre el mestizaje, insistiendo en que el
matrimonio es un “derecho inherente” que la Constitución de los Estados
Unidos y la Decimocuarta Enmienda protegen. Como reza en el póster
estadounidense de la película, “all love is created equal”. Richard y
Mildred Loving lo llevaron hasta sus últimas consecuencias.
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