Anoche fui invitado a una "sesión a ciegas". La película era Hermosa juventud de Jaime
Rosales, presentada estos días en el Festival de Cine de Cannes dentro
de la sección "Una cierta mirada". Hablar de Jaime Rosales es hablar de
un cine comprometido socialmente, aunque sin populismos ni demagogias, y
alejado de las multisalas (aunque, con la desaparición de los cines a
la antigua usanza, también acabe siendo su espacio, aunque diría que lo
será en los complejos de versión original). Un cine que no busca
"entretener" sin más sino inducir a la reflexión y mostrar a personajes
en situaciones cotidianas; un acercamiento del objetivo de la cámara a
esa cotidianeidad, pero también a los silencios que a menudo la
acompañan (fuera de la aparatosa sonoridad de mastodónticas películas
palomiteras), a planos fijos (y subjetivos) en los que no sucede "nada"
pero que ambientan un momento, a diálogos en ocasiones escasos, a
actitudes de gente normal... o quizá no tanto (Las horas del día, su ópera prima, sobre un asesino en serie en Barcelona, por ejemplo; o Tiro en la cabeza, una película que no buscaba la polémica pero ponía el acento en las actitudes humanas). La soledad
fue la gran sorpresa de los Premios Goya 2008, llevándose el premio
grande una película que estaba a años luz de lo que habitualmente se
premia, alejada de la comercialidad per se y únicamente per se, y con un
desarrollo narrativo interesante, con el juego de pantallas y los
silencios a los que en cierto modo nos tiene acostumbrados. A falta de
haber visto Sueño y silencio, su anterior propuesta, ayer pude contemplar esta Hermosa juventud, que llega a las salas de cine el próximo 30 de mayo.