No hay duda de que la figura de Nebjeperura
Tutankamón (c.1336-1327 a.C.) sigue despertando un enorme interés en el
lector aficionado a la egiptología. Hace un año y medio reseñaba el libro de Joyce Tyldesley sobre este faraón, una obra que aunando rigor y
amenidad nos acercaba a la etapa final de la dinastía XVIII, al período
amarniano y a la vida de este personaje, rastreando con detalle las
numerosísimas evidencias que Howard Carter encontrara en las
excavaciones en el Valle de los Reyes en 1922, y que luego catalogaría y
comentaría en tres volúmenes de un enorme valor historiográfico.
Comentaba entonces que el libro de Tyldesley constituía un atractiva
apuesta para el lector interesado en la materia, pues suponía una
actualización respecto a obras anteriores, destacando para el lector en
español obras como Todo Tutankamón. El rey. La tumba. El tesoro real de
Nicholas Reeves, el gran especialista sobre el tema (2001; edición
original en inglés de 1990), y Tutankhamón: vida y muerte de un rey niño
de Christine El Mahdy (2002; edición original inglesa de 1996). Y
mencionaba también Vida y muerte de un faraón. Tutankhamen de Christiane
Desroches Noblecourt (1989; edición original inglesa de 1963), editado
por primera vez en castellano por la editorial Noguer en 1964. Y hete
aquí que Editorial Confluencias rescata el libro de Mme. Desroches
Noblecourt, bajo el título Tutankamón. Vida y muerte de un faraón, en una
excelente y muy visual edición, y con la exquisita traducción de José
Miguel Parra, destacado egiptólogo español.
Christiane Desroches Noblecourt a los 24 años, en una tumba cercana al Valle de los Reyes (1938). |
Mucho ha llovido desde la publicación del libro de Desroches
Noblecourt (1913-2011) y el lector tiene que tenerlo claro cuando coge
este libro, lo hojea y se plantea comprarlo. Si es por esto último,
hágame caso y cómprelo, porque disfrutará de un libro deliciosamente
escrito (y traducido, reitero), con una enorme cantidad de imágenes e
ilustraciones que acompañan el texto y con la calidad de un libro que
trata la figura y la época de Tutankhamón. Por otro lado, respecto a que
las tesis de la autora están superadas en algunos casos, como, por
ejemplo, asumir que Tutankhamón era hijo de Amenhotep III y la reina
Tiyi, y a su vez hermano del faraón-hereje Akhenatón, o que había
evidencias epigráficas sobre el misterioso Esmenkharé en tumbas
pertenecientes a monarcas del período amarniano, el lector tiene a su
disposición las jugosas notas de Parra al final del volumen; notas
explicativas y aclaratorias que ponen al lector en antecedentes sobre
algunas cuestiones, así como el adenda bibliográfico actualizado que el
traductor añade en la bibliografía final. Y además tiene a su
disposición libros como Akhenatón. El primer faraón monoteísta de la historia de
Dimitri Laboury (La Esfera de los Libros, 2012) o Akhenatón, el falso
profeta de Egipto de Nicholas Reeves (Oberón, 2004), para este faraón y
la cuestión amarniana. Por tanto, ¿por qué optar por el libro de la
egiptóloga francesa? Pues por el propio desarrollo del libro, que ya
viene en el subtítulo: vida y muerte de un faraón.
Howard Carter examinando el sepulcro de Tuatankhamón. |
Como ya hiciera en otras obras –Ramsés II: La verdadera historia
(Destino, 1998) o Hatshepsut. La reina misteriosa (Edhasa, 2005), por
citar dos libros biográficos sobre faraones egipcios–, la egiptóloga
francesa aporta un numeroso aparato visual y lo utiliza como hilo de sus
argumentaciones. Y para explicar la vida de Tutankhamón echa mano de
los restos encontrados por Carter en su tumba, así como en otras tumbas
del Valle de los Reyes y en otros yacimientos egipcios, y construye la
biografía del personaje en función de lo que sabemos de él y de la
imagen que ha quedado en las paredes de templos y en mobiliario diverso.
De hecho, se rastrean los datos de la vida de un personaje que murió
con apenas diecinueve o veinte años (según el análisis forense de la
momia hallada) y en las diversas estelas y decoraciones pictóricas
diseminadas por todo el Alto Egipto. Desroches Noblecourt sigue la pista
de los templos restaurados tras la herejía amarniana y el retorno de la
preponderancia de Amón (y otras deidades) gracias al tour que el faraón
realizó siendo apenas un niño y que es posible documentar visualmente.
Restauraciones religiosas que se apropiarían sucesores como Horemheb o
Ramsés II, borrando incluso el nombre de Tutankhamón, Akhenatón,
Esmenkharé (¿existió?) o Ay de los muros y estelas. Al mismo tiempo, la
autora reconstruye esa vida del rey-niño situándola en su propia época,
en el contexto del Egipto del Reino Nuevo, de los egipcios de la época,
de sus intereses, pasiones, gustos y oficios; Tutankhamón fue un egipcio
más, con un carácter divino, pero un hombre que vivió en un medio
determinado y es posible establecer qué le gustaba, interesaba o
entretenía a partir de la cultura material conservada en su tumba (una
mina de información) o de los poblados de obreros y artesanos en el
Valle de los Reyes, o en los pueblos y ciudades situados en la orilla
del Nilo.
Plano de la tumba de Tutankhamón en el Valle de los Reyes. |
Y también está la muerte. Los sepulcros y ataúdes, la momia, los
bienes, joyas y tesoros, y los frescos de las paredes, acumulados en la
tumba nos hablan de la otra vida tras el deceso del faraón. Si en
capítulos precedentes la autora describe con detalle los elementos
hallados en la tumba y que nos permiten conocer cómo fue Tutankhamón
vivo, el protegido de Amón, en los dos capítulos finales se describe los
elementos que nos permiten comprender cómo se preparó el cadáver para
la vida en el reino de Osiris. Así, Desroches Noblecourt reconstruye la
momificación del cuerpo, el ceremonial religioso que se realizaría a los
setenta días del fallecimiento, la apertura de la boca por quien sería
su sucesor (el «padre divino», su abuelo Ay) y todo el imaginario
relacionado con el viaje a la otra vida, en compañía de Osiris, y en el
imaginario sobre la propia muerte que la civilización egipcia desarrolló
durante milenios. De este modo, el libro trasciende el elemento
biográfico y nos acerca a los dos puntales esenciales de la concepción
divina del faraón, la vida y la muerte, íntimamente relacionados.
El resultado es un apasionante viaje a una época (la segunda mitad del siglo XIV a.C., grosso modo), a los enigmas que siguen rodeando a los últimos faraones de la Dinastía XVIII: cómo no, a Akhenatón, el rey-hereje y su familia, a mujeres como Nefertiti (que según teorías más actuales asumiría el rol de faraón como el misterioso Esmenkharé), la reina Tiyi, el «padre divino» Ay, los servidores principales del rey en Tebas o en Nubia (el virrey Huy, por ejemplo); e incluso a las problemáticas relaciones internaciones de este período, aparentemente dejadas a un lado por los faraones amarnianos, pero que en realidad fueron intensas (y que Laboury trata en su libro, por ejemplo), con un Egipto acosado por la agresiva política expansiva de Hatti y por el desconcierto en las ciudades cananeas. Con su pluma elegante, a su vez, la autora francesa nos acerca a cuestiones como el saqueo de las tumbas reales ya en época de los Ramésidas, o el relato de las excavaciones que dieron lugar a uno de los descubrimientos más importantes de la arqueología. En definitiva, un libro que hay que leer con cierta precaución y que se debe disfrutar como una apasionante monografía sobre el Egipto de hace tres milenios y medio.
El resultado es un apasionante viaje a una época (la segunda mitad del siglo XIV a.C., grosso modo), a los enigmas que siguen rodeando a los últimos faraones de la Dinastía XVIII: cómo no, a Akhenatón, el rey-hereje y su familia, a mujeres como Nefertiti (que según teorías más actuales asumiría el rol de faraón como el misterioso Esmenkharé), la reina Tiyi, el «padre divino» Ay, los servidores principales del rey en Tebas o en Nubia (el virrey Huy, por ejemplo); e incluso a las problemáticas relaciones internaciones de este período, aparentemente dejadas a un lado por los faraones amarnianos, pero que en realidad fueron intensas (y que Laboury trata en su libro, por ejemplo), con un Egipto acosado por la agresiva política expansiva de Hatti y por el desconcierto en las ciudades cananeas. Con su pluma elegante, a su vez, la autora francesa nos acerca a cuestiones como el saqueo de las tumbas reales ya en época de los Ramésidas, o el relato de las excavaciones que dieron lugar a uno de los descubrimientos más importantes de la arqueología. En definitiva, un libro que hay que leer con cierta precaución y que se debe disfrutar como una apasionante monografía sobre el Egipto de hace tres milenios y medio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario