No me resigné a que esta película desapareciera
de las carteleras sin haberla visto. Y su triunfo en los últimos Premios Goya ha permitido
que vuelva o se mantenga en algunas salas (de las grandes ciudades,
imagino). Pero quería verla y ayer me acerqué a una sala de un
multisalas, acompañado por e incluso invitado con los puntos de una
tarjeta de fidelización de una amiga (que para algo han de servir). Ya
estaba predispuesto a pasarlo bien, a ver esta película con los ojos muy
abiertos: me gusta el estilo de David Trueba, tanto en novela como en
cine, esa socarronería que de tanto en tanto saca, esa denuncia que no
trata de levantar la voz porque sí. En esta película se nota esa alerta
constante sobre cuestiones como "que nadie decida por mí", "que nadie os
quite la dignidad" o "en este país hemos vivido con mucho miedo".
Tomando la historia de Juan Carrión, profesor instituto en Cartagena
hasta que se jubiló (roza los noventa años), Trueba nos invita a soñar
(además de vivir) con los ojos cerrados y a que miremos la vida con
optimismo y esperanza.