Es bastante ilogico, por no decir mucho, escribir
dos críticas de UNA sola película. Sigue siendo incomprensible que se
haya estrenado esta película en dos entregas, dos partes, cuando es
evidente que no son dos películas diferentes, sino la misma. El
espectador interesado ya lo sabe y lo corrobora cuando se sienta en la
butaca, se enciende el proyector y, tras el aviso de los exhibidores
acerca del montaje y unos mínimos créditos iniciales, la película
continúa desde el mismo punto en el que acabó la primera entrega.
No le busquemos explicaciones a esta operación de distribución y
exhibición cinematográfica, porque no la hay, al menos relacionada con
la lógica argumental de una película. Si es por metraje (cuatro horas de
un metraje editado de cinco horas y media original), pensemos, por
ejemplo, que la tercera entrega de El Señor de los Anillos, El retorno
del rey, dura tres horas y media... y no la estrenaron partida en dos
entregas. Aunque, en fin, si se trata de coherencia en cuanto a los
metrajes... aún recuerdo que Superman Returns y El Reino de los Cielos
las vi con un "descanso" de veinte minutos cada una en el cine...
cuando apenas duran dos horas y media. Luego está el montaje para dejar
fuera esa hora y media de metraje... en el que debe de estar la parte
del león de las secuencias pornográficas, supongo: en las dos entregas
de esta ÚNICA película las secuencias porno, así a ojo de buen cubero,
no deben de superar los veinte minutos, y menos las que tienen
explícitas imágenes de sexo real. Luego, si la cuestión era puentear la
etiqueta de película provocadora (que lo es, pero no por el sexo en sí),
sigo sin entender la "lógica" de esta exhibición en dos partes. Lo que
sí sé es que he pagado dos entradas para ver UNA película, aunque sarna
con gusto no pica; y en segundo lugar, que Lars von Trier ha realizado
una película que en muchos aspectos es un compendio de su filmografía,
de sus temas preferidos (la religión, por ejemplo), de sus estructuras
narrativas y de su estilo personalísimo.
26 de enero de 2014
24 de enero de 2014
Reseña de La pulsión de muerte, de Jed Rubenfeld
En su primera novela La interpretación del
asesinato (publicada por Anagrama en 2007) Jed Rubenfeld jugaba la carta
de la novela policiaca con derivaciones: es decir, una novela al uso,
incluso best-selleriana (aunque con una calidad contrastada), que
trataba el tema del psicoanálisis. El punto central de la novela era el
viaje de Sigmund Freud y Carl Jung a Estados Unidos en 1909, un viaje
que se suponía iba a consolidar el prestigio de Freud (a cimentar el
método psicoanalítico) entre los psiquiatras locales, pero que no
consiguió los resultados esperados; hasta el punto de que Freud (que ya
por entonces estaba en tira y afloja con Jung, previo a su ruptura) tuvo
siempre un mal recuerdo de aquel viaje y de aquel país, al que declinó
regresar. La novela presentaba un caso, sus complicaciones y cómo el
psicoanálisis era utilizado como un elemento de investigación más,
especialmente por uno de los dos protagonistas, el doctor Stratham
Younger, que acabaría renegando del método de Freud. Su partenaire, en
este particular buddy book (parafraseando el género cinematográfico de
las películas de compañeros policías), era el detective Jimmy Littemore,
que con una observación y una deducción dignas de Sherlock Holmes, se
encargaba de resolver el caso, con la ayuda inestimable de Younger. La
novela funcionó muy bien, hasta el punto de que unos pocos años después
Rubenfeld (jurista y profesor de derecho constitucional de profesión)
decidió recuperar a ambos personajes en La pulsión de muerte (Anagrama,
2012), once años después de los hechos vividos en la anterior novela y
tomando como punto de partida un atentado terrorista en pleno Wall
Street neoyorquino.
Canciones para el nuevo día (1350/579): "The Fox (What Does the Fox Say?)"
Ylvis - The Fox (What Does the Fox Say?)
Disco: The Fox (What Does the Fox Say?) - single (2013)
23 de enero de 2014
Ojos negros (relato)
Siempre tengo ideas en la cabeza, aunque no
siempre las plasmo negro sobre blanco. Y tengo un blog... imperdonable,
me dirían algunos. Pues vamos a ponerlas aquí, esos relatos que se
escribieron... y los que escribiré... espero. No sé si esto tendrá
continuidad, pero nunca se sabe... soy voluble y olvidadizo. Veremos...
De momento posteo uno de los dos relatos que presenté en el V Concurso
de Relatos Históricos Hislibris, que superó la fase de la votación
popular... y que no llegó a más; el otro, Un escenario en penumbra, sí
fue publicado en la antología del concurso.
El sol del mediodía ha calentado
la piedra, pero la mano que la acaricia sólo siente una ligera frialdad. La
textura lisa del mármol reconforta al anciano, a pesar de un ligero escalofrío.
Sus dedos recorren el rostro pétreo: los pliegues de la barbilla, los pómulos,
la nariz. Rodean las hendiduras de las cuencas oculares, se entretienen en las
cejas. Quisieran perderse entre los recovecos que la corona de laurel deja
entre los lacios y pétreos cabellos. El anciano se aleja unos pasos, observa el
busto, no puede evitar fijarse en la mirada. Apagada, fría como la propia piedra,
sin vida. Recuerda entonces aquellos otros ojos, negros, llenos de vida,
mirándole fijamente la noche antes de que todo estallara. Fue durante una cena
entre amigos, unos pocos amigos, hace ya tantos años… Entonces era joven, se
sentía joven. Tenía ilusiones, sueños, ambiciones. Hubo un momento, recuerda,
en el que los ojos negros del invitado no se apartaron de él; de pronto sintió que
podían ver en su alma y temió que descubrieran el pozo sin fondo de la ambición…
una ambición que, ahora lo sabe, fue la causa de su catastrófico declive. Hace
tiempo, mucho tiempo: antes de que el odio lo consumiera por dentro hasta dejar
una vieja, amargada y vacía cáscara.
Canciones para el nuevo día (1349/578): "Rebel Yell"
Billy Idol - Rebel Yell
Disco: Rebel Yell (1983)
22 de enero de 2014
Canciones para el nuevo día (1348/577): "Ordinary Love"
U2 - Ordinary Love
Disco: Mandela: Long Walk to Freedom (2013)
21 de enero de 2014
Canciones para el nuevo día (1347/576): "Heroes"
The Wallflowers - Heroes
Disco: Godzilla: The Album - soundtrack (1998)
20 de enero de 2014
Canciones para el nuevo día (1346/575): "Mmm Mmm Mmm Mmm"
Crash Test Dummies - Mmm Mmm Mmm Mmm
Disco: God Shuffled His Feet (1993)
19 de enero de 2014
Reseña de El arte de la defensa, de Chad Harbach
«El béisbol, a su manera discreta, era un juego extremadamente angustioso El fútbol, el baloncesto, el hockey, el lacrosse: ésos eran deportes de refriega. Uno podía ser útil si empezaba y pugnaba más que el rival. Podía redimirse sólo con desearlo.
Pero el béisbol era distinto. Schwartz lo veía como algo homérico: no una melé sino una serie de combates aislados. Bateador contra lanzador, defensa contra pelota. No se podía embestir de aquí para allá, resoplando y abofeteando a los demás, como hacía Schwartz cuando jugaba al fútbol. Uno permanecía inmóvil y esperaba e intentaba mantener la mente tranquila. Cuando llegaba el momento, tenía que estar a punto, porque si la pifiaba, todo el mundo sabría de quién era la culpa. ¿Qué otro deporte no sólo llevaba una estadística tan cruel como el error, sino que, además, la exhibía en el marcador para que todo el mundo la viese?» (p. 278).La vida es un juego, se podría decir. Como el béisbol. Hay decisiones que tomar, en solitario. Necesitas a un equipo de personas cerca de ti, pues uno no puede vivir al margen de la sociedad, se implica con ella, vive con ella, en ocasiones abomina de ella. La vida es un partido constante, una sucesión de entradas; unas veces eras lanzador, otras veces bateas, otras tantas recibes. El béisbol es un deporte que no concibe el empate, un partido tiene que acabar con una diferencia de puntos. En la vida sucede lo mismo: hay momentos en que no puedes quedar en empate, debes ganar o perder, pues de la victoria o la derrota surge algo, hay consecuencias que afrontar. Los errores siempre estarán ahí, deberás asumirlos y vivir con ellos. No puedes salir del diamante sin que tus actos, tus decisiones, tus consecuencias, signifiquen algo.
18 de enero de 2014
Crítica de cine: El Lobo de Wall Street, de Martin Scorsese
En un momento de esta película, Jordan Belfort
(Leonardo DiCaprio) atiende a una periodista de la revista Forbes, que
escribe un reportaje sobre su fulgurante carrera en Wall Street. Cuando
se publica la revista, se enfada porque la periodista le define como un
"moderno Robin Hood que roba a los pobres para quedárselo él". Su mujer
le dice, para consolarlo, que toda publicidad es buena para el negocio,
aunque sea negativa en el mensaje. La ira momentánea de Belfort es
curiosa en quien, apenas unos minutos antes, escenificaba ante sus
empleados cómo desplumar a los clientes de la firma de brokers que ha
fundado y que se basa en el estilo más depurado del pelotazo fácil, de
venderle la luna a los posibles inversores (y por luna nos referimos a
acciones de empresas que son pura birria), embolsarse beneficios del 50%
como comisión y considerar a ese inversor prácticamente como un panoli
al que hasta resulta lícito reírsele en su cara. Ese es el Jordan
Belfort que se nos muestra en la película: un tipo que vive por y para
el dinero, que se ha convertido en un drogadicto (y en un adicto al
sexo), que es cualquier cosa menos un emprendedor honesto y que vive la
vida no a sorbos, sino a carretadas. Las críticas de algunos miembros de
la Academia hollywoodiense acerca de que El lobo de Wall Street
llega incluso a enaltecer a un personaje de la calaña de Belfort
resultan, ante el orgiástico espectáculo de tres horas que contemplas a
ratos boquiabierto y en otras ocasiones descoyuntándote la mandíbula por
las carcajadas, curiosas. Y poco fundamentadas. No, Leonardo DiCaprio
en el papel, Martin Scorsese tras la cámara y Terence Winter como
guionista (los tres pilares de esta película), no pretenden enaltecer a
este Gordon Gekko salido de madre.
17 de enero de 2014
Crítica de cine: Al encuentro de Mr. Banks, de John Lee Hancock
Recientemente, en la entrega de los premios del
National Board of Review, Meryl Streep, después de alabar el trabajo de
Emma Thompson en esta película (y a quién se entregaba el premio de
mejor actriz) como "una maravillosa actriz" y "prácticamente una santa",
derivó en su speech en una
despiadada crítica a Walt Disney, a quien calificó de "misógino, racista
y antisemita" (de ahí, imagino, lo de "santa" en referencia a
Thompson). No era la primera vez que se descargaban todo tipo de
calificativos sobre un tipo como Disney, creador del que fuera uno de
los imperios del entretenimiento más importantes del siglo XX. El hombre
que pretendía llevar la felicidad a las salas de cine, a las pequeñas
pantallas del televisor, a los variados productos de merchandising,
ya sean revistas, libros o juguetes (en eso era un genio, sin duda). Un
hombre hecho a sí mismo y que siempre hacía lo que se proponía. Por
tanto, y engarzo esto con la trama de la película, era lógico que se
propusiera conseguir los derechos de un personaje literario que tantos
seguidores tenía entre niños (y no pocos adultos): Mary Poppins. Durante
veinte años, mientras su imperio cinematográfico se expandía con éxitos
como las Silly Symphonies, cortos como Der Fuehrer's Face y largometrajes como Fantasía (1940), Bambi (1942), Cenicienta (1950), Peter Pan (1953), La dama y el vagabundo (1955), La bella durmiente (1959) y 101 dálmatas
(1961), Disney perseguía a Pamela Travers para adquirir los derechos de
Mary Poppins y adaptarla al cine en una película no de animación, pero
que sí incluía secuencias con dibujos animadas. La veterana escritora se
negaba, una y otra vez. Detestaba el estilo de Disney, consideraba que
podría banalizar y ridiculizar su obra, no quería que hubiera canciones
del estilo Disney, ni dibujos animados. Disney perseveró y finalmente
convenció, en 1961, a Travers a viajar a Los Angeles, a los estudios de
Walt Disney Pictures, para ver lo que sus guionistas, escritores de
canciones y músicos estaban preparando sobre Mary Poppins... y a que
finalmente le cediera los derechos del personaje. Esta es la historia de
Al encuentro de Mr. Banks. Tiene más sentido el título original: Saving Mr. Banks, a tenor de lo que realmente trata la película.
Canciones para el nuevo día (1345/574): "Blame It on the Boogie"
Michael Jackson's Week (y V):
The Jacksons - Blame It on the Boogie
Disco: Destiny (1978)
16 de enero de 2014
Canciones para el nuevo día (1344/573): "You Rock My World"
Michael Jackson's Week (IV): You Rock My World
Disco: Invincible (2001)
15 de enero de 2014
Reseña de Reinos desaparecidos: la historia olvidada de Europa, de Norman Davies
Luis García Berlanga tenía fijación por el
Imperio austro-húngaro. A menudo los personajes de sus películas (Luis
Escobar, por ejemplo) lo mencionaban. ¿Qué le hacía gracia, la añoranza
por un fósil imperial que desapareció o la propia mención del nombre? Un
personaje de ficción como el abominable Montgomery Burns de Los
Simpsons se pone a cantar, en un capítulo de la serie, el himno del
Imperio austro-húngaro (muy libremente y en lugar del estadounidense),
cuando inaugura un ostentoso y horrendo palacio de deportes. Tiene que
ser su fiel ayudante, el señor Smithers, quien le susurre «señor, el
Archiduque ha muerto», para consternación del magnate (que tampoco conoce la historia posterior a dicho imperio). Pero el Imperio
austro-húngaro existió, lo sabemos todos, aglutinando diversas y
múltiples nacionalidades, acabando como el rosario de la aurora y no
importándole a prácticamente a nadie. Bien, menos al Káiser Karl, que en
sus últimos años de vida trató de aferrarse, al menos, a la corona de
Hungría, sin que sus ex súbditos se acordaran de él; entra en las
curiosidades de la Historia, por otro lado, que su sucesor en el
gobierno de Hungría, el almirante Horthy –en un país que tras el Tratado
de Trianon (1920) perdió sus costas, lo cual resulta aún más curioso–, se
mantuviera en el poder hasta su caída en 1944 como «regente»… de un
reino sin rey, ni deseo alguno de que se lo esperara.
Canciones para el nuevo día (1343/572): "Earth Song"
Michael Jackson's Week (III): Earth Song
Disco: HIStory: Past, Present and Future, Book I (1995)
14 de enero de 2014
Canciones para el nuevo día (1342/571): "The Way You Make Me Feel"
Michael Jackson's Week (II): The Way You Make Me Feel
Disco: Bad (1987)
13 de enero de 2014
Canciones para el nuevo día (1341/570): "Billy Jean"
Michael Jackson's Week (I): Billy Jean
Disco: Thriller (1982)
12 de enero de 2014
Crítica de cine: La ladrona de libros, de Brian Percival
En Alejandro Magno
de Oliver Stone (2004) hay un par de secuencias en las que, en el
palacio del viejo Tolomeo en Alejandría, hay un mapa-mosaico colgado en
la pared en el que los nombres de lugares, ríos o ciudades aparecen en
un momento determinado en latíon y en otro en inglés. Lo lógico habría
sido que aparecieran en griego, en koiné
para hacerlo más "común", de modo que fuera consecuente con el período
que se estaba mostrando. Obviamente, es una licencia que el espectador
moderno agradece y que no considera que es una errata (que lo es, de
todos modos). Ver la película en versión original nos trasladaba, a
pesar del idioma inglés que hablan los personajes, a una historia que
mantenía atento al espectador (pelucones rubios de Colin Farrell al
margen, entre otras lindezas). La magia del cine era tal que, gustándote
o no el resultado de la película, te interesaba lo que veías en la gran
(y pequeña pantalla). Esa magia no se rompía. No sucede lo mismo con La ladrona de libros,
adaptación cinematográfica de un best-seller literario (que no he leído
y tampoco estoy interesado en ello). Si bien las primeras imágenes de
la película, con ese escenario nevado, una voz en off te va seduciendo
con el principio de una historia, para llevarte la cámara al interior de
un vagón de tren, donde se desata una tragedia, una vez los personajes
comienzan a hablar... la magia desaparece. Te ves fuera de la película.
Una decisión que no acabo de comprender me ha sacado de la película. Ya
no he podido volver a engancharme en las algo más de dos horas
restantes...
11 de enero de 2014
Crítica de cine: Agosto, de John Wells
Quizá no haya tema más universal en la ficción,
ya sea en la novela, el teatro, el cine o la televisión, que la familia.
La familia como núcleo social básico. La familia como refugio y espacio
de reuniones familiares en fechas señaladas. La familia como pilar de
la estabilidad emocional. Quizá por ser tan presente en nuestras vidas
la familia sea lo mejor que te pueda suceder en la vida. O también lo
peor. Cuántas veces nos quejaremos de las peleas familiares, de las
querellas por una herencia, por una relación que no es bien vista por
los demás, por las diferencias generacionales entre padres e hijos, por
esa familia política que no aguantas y te ves obligado a soportar... La
familia como principìo y fin. Tracy Letts (el senador Lockhart de la
tercera temporada Homeland) es un dramaturgo de enorme prestigio allende
el charco. Agosto, precisamente, fue la obra de teatro que le supuso
ganar un Premio Pulitzer en 2008. Ha pasado por los escenarios españoles
en dos ocasiones: en castellano con Amparo Baró y Carmen Machi como
protagonistas; en catalán, con Anna Lizaran (de cuyo fallecimiento hoy
se cumple un año, por cierto) y Emma Vilarasau... en los roles
respectivos de Violet, la matriarca (aquí Meryl Streep), su hija Barbara
(Julia Roberts).
10 de enero de 2014
Canciones para el nuevo día (1340/569): "Don't Stop Believin'"
Journey - Don't Stop Believin'
Disco: Escape (1981)
Suscribirse a:
Entradas (Atom)