Quizá no haya tema más universal en la ficción,
ya sea en la novela, el teatro, el cine o la televisión, que la familia.
La familia como núcleo social básico. La familia como refugio y espacio
de reuniones familiares en fechas señaladas. La familia como pilar de
la estabilidad emocional. Quizá por ser tan presente en nuestras vidas
la familia sea lo mejor que te pueda suceder en la vida. O también lo
peor. Cuántas veces nos quejaremos de las peleas familiares, de las
querellas por una herencia, por una relación que no es bien vista por
los demás, por las diferencias generacionales entre padres e hijos, por
esa familia política que no aguantas y te ves obligado a soportar... La
familia como principìo y fin. Tracy Letts (el senador Lockhart de la
tercera temporada Homeland) es un dramaturgo de enorme prestigio allende
el charco. Agosto, precisamente, fue la obra de teatro que le supuso
ganar un Premio Pulitzer en 2008. Ha pasado por los escenarios españoles
en dos ocasiones: en castellano con Amparo Baró y Carmen Machi como
protagonistas; en catalán, con Anna Lizaran (de cuyo fallecimiento hoy
se cumple un año, por cierto) y Emma Vilarasau... en los roles
respectivos de Violet, la matriarca (aquí Meryl Streep), su hija Barbara
(Julia Roberts).
Esta es una película netamente teatral, por más que se haya trasladado a
unos escenarios en las llanuras de Oklahoma, que es donde sucede la
acción. Una casa, en la que la familia Weston se reúne tras la
desaparición (y muerte) del patriarca, Beverly Weston (Sam Shepard). Una
cena, la parte central de la película, que acaba empieza y acaba de la
peor manera. Y unas conversaciones constantes entre unos personajes que
sufren el trauma de pertenecer a una familia que va más allá de lo
disfuncional. Que Violet sufra cáncer de boca y escupa veneno en casi
cada frase que pronuncia... va más allá de lo irónico. Que haya tantos
tipos de mujer como personajes es una muestra de la profundidad con la
que Letts (autor también del guión) ha creado una historia intensa: a la
matriarca destructora (Violet), la secunda la cínica incapaz de ser
feliz (Barbara), la hija que intenta ser feliz por encima de todo
(Ivy/Julianne Nicholson; por cierto, la doctora estirada y especialista
en el cáncer de cérvix de Masters of Sex...),
la hija pródiga que mir hacia otro lado en un momento determinado
(Karen/Juliette Lewis), la madre castradora (Matty Fae/inmensa Margo
Martindale), la hija desubicada (Jean(Abigal Breslin), la cuidadora que
no juza (Johnna/Misty Upham), la abuela cruel y que queda en el recuerdo
(la madre de Violet). Y frente a ellas, los hombres peleles o juguetes
de sus propias pasiones: el marido de Barbara (Bill/Ewan McGregor), el
cuñado de Violet y esposo de Matty Fae (Charles/Chris Cooper, el
personaje más humano de todos), el hijo de estos dos últimos, fracasado
proyecto de hombre (Little Charles/Benedict Cumberbatch), el novio de
Karen u personaje ajeno al cerrado círculo de los Weston (Steve/Dermot
Mulroney)... Menudo plantel de actores, por cierto, e interpretando con
convicción a una serie de personajes torturados, apasionados,
maquiavélicos, débiles o amargados.
La película de John Wells (hablando de nombres, el creador de Urgencias y showrunner de El ala oeste de la Casa Blanca
tras la marcha de Aaron Sorkin) nos sitúa en esa familia, en la
desgracia de formar parte de ella, en el recuerdo de las dificultades
económicas en el pasado de Violet y Beverly ("vosotras no sabéis lo que
es crecer sin dinero", le dice la matriarca a Barbara, "no podéis
entender lo importante que es tenerlo"), en los secretos familiares que
aparentemente se ocultan y pueden surgir y explotarte en la cara, en lo
difícil que es no juzgar a quienes están contigo en esa familia. Violet
es pura fuerza escénica, Meryl Streep roza la sobreactuación en
ocasiones y muestra la voracidad de un personaje que sufre el dolor por
el cáncer y los efectos a la adicción a los fármacos, y sin embargo es
puro odio y rencor. Barbara o la fuerza de quien se permite el lujo de
ponerse moralista y sin embargo ha fracasado en lo que ha emprendido: el
matrimonio. Ivy o la contención que ya no puede dejar pasar la
oportunidad de comenzar a ser feliz, y a la que la vida golpea dos
veces. Karen o la inconsciencia de la hija que sólo piensa en sí misma. Y
qué decir de Matty Fae, la hermana de Violet, dulce con los demás,
incapaz de mostrar tolerancia con un hijo al que desprecia. Charles, su
marido, es el clavo ardiente al que como espectador te aferras, el
personaje más positivo.
El drama constante (y en ocasiones tan intenso que es difícil de
tolerar) se mezcla (o se relaja) en ocasiones con situaciones de comedia
(la bendición de la mesa por Charles, por ejemplo). La película
comienza con un hombre que contrata a una asistente india ("nativo
americana", se burlará Violet) para ayudar a su esposa con cáncer... y
termina (o casi) con esa mujer destruida acudiendo a esa india cuando
nadie más queda a su alrededor. El epílogo de Barbara conduciendo y
parándose en un momento determinado, para dar media vuelta, deja un poso
de... ¿esperanza? ¿desolación? que en cierto modo funciona como
catarsis, pero que también puede quedar como una secuencia más
prescindible.
Una cosa te queda clara: en comparación con esa familia, las disputas familiares que puedas tener son minucias.
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