En un capítulo de South Park,
se sondea a Mel Gibson para realizar una película propagandística; al
final, tras soltarle unas cuantas cafradas al actor/director, se acaba
diciendo de Gibson: "será lo que queráis, pero ese hijo de puta sabe
cómo contar una historia". Y en el fondo no les falta razón a los
creadores de la serie; otra cuestión es si nos convence lo que nos
cuenta. O si nos gusta. En Braveheart,
una película a la que el tiempo le está sentando cada vez peor, contó
la historia de un rebelde que puso un país en pie contra un invasor y
mostró con crudeza el meollo de una batalla. Perfeccionó su interés por
lo extremo, lo gore incluso, en La Pasión de Cristo,
película que personalmente considero un ejercicio de sadismo como pocas
han sido; en su obsesión por relatar con "(hiper)realismo" la pasión de
Jesús de Nazaret (¿era necesario que la secuencia de los latigazos a
Cristo durara tantos minutos?), incluso en el momento de la crucifixión
quiso ser parte de lo que se proyectaba, siendo su mano izquierda (la sinistra) la que se clavaba en primer plano, y no la del actor Jim Caviezel. De Apocalypto
no puedo decir nada, pues no la he visto, pero parece ser que incide en
una violencia extrema a cuenta de una civilización maya en decadencia.
En todas estas películas una violencia que va más allá de lo explícito
estaba presente, con mayor (Braveheart) o menor (La Pasión de Cristo) sentido o incluso necesidad. Con Hasta el último hombre
(demasiado explícito título en castellano, como el propio tráiler, que
casi te ahorra visionar la película), Gibson vuelve sobre sus fueros
diez años después de Apocalypto,
y lo hace con un episodio de la Segunda Guerra Mundial que tiñe con la
sangre de ese hiperrealismo violento que sabe hacer bien. Ese "loco hijo
de puta"...