Una cámara de vídeo graba en el interior de una prisión a un recluso recibir múltiples celebraciones. ¿El motivo? Va a casarse. Vemos inmediatamente la breve ceremonia civil y el beso de los novios. Pasamos al presente. Nuri Sekerci (Numan Acar) se ha reinsertado en la sociedad y tiene una especie de gestoría que asesora a inmigrantes kurdos como él como traductor y en relación a cuestiones burocráticas. Con Katja (Diane Kruger) ha tenido un hijo, Rocco (Rafael Santana), las cosas van bien para una familia que, como muchas otras, trata de seguir adelante en Hamburgo, habiendo superado los recelos de sus respectivas familias. Pero, aun siendo Alemania un país que ha recibido y, hasta cierto punto, “normalizado” la convivencia con inmigrantes (muchos turcos y kurdos, por ejemplo), el rechazo social sigue presente (y latente) en una sociedad que últimamente ha visto el auge de partidos políticos con un programa xenófobo. Una tarde, Katja deja a Rocco en la oficina de su padre, pues ha quedado con su hermana embarazada, Birgit (Samia Chancrin); al salir ha visto a una mujer dejar una bicicleta delante de la oficina, apoyada en una farola, y le ha advertido que si no la ata se la robarán. Cuando de noche regresa, Katja encuentra un cordón policial: ha estallado una bomba, causando dos víctimas mortales: los resultados de ADN confirmarán en breve que se trata de Nuri y Rocco. Katja entra en shock. ¿Qué ha ocurrido? La policía comienza su investigación y los indicios apuntan a un atentado terrorista contra la oficina de Nuri. Neonazis, es la primera hipótesis, y la información que aporta Katja lleva a la detención de Edda (Hannah Hilsdord) y André Möller (Ulrich Brandhorf), vinculados a grupos de extrema derecha. Para Katja comienza una nueva vida, con el propósito de encontrar justicia por el asesinato de su familia.
Con En la sombra (Aus dem Nichts, en el título original), el director alemán de ascendencia turca Fatih Akin presenta un filme que toca de cerca la violencia contra la inmigración en la Alemania actual. A lo largo de su carrera, Akin se ha centrado, de una manera u otra, en historias que relacionan a comunidades en tensión con el tema de la inmigración, y más en un país como Alemania donde la población de origen turco, por ejemplo, supone el 15% del total de habitantes, seguida de casi un 8% de polacos y un 6,5 de sirios; de sus 82 millones de habitantes a finales de 2016, algo más de 10 son de origen inmigrante, y eso si sólo contabilizamos la inmigración regulada, legal. El auge de organizaciones como Pegida (acrónimo alemán de Patriotische Europäer gegen die Islamisierung des Abendlandes [Patriotas Europeos Contra la Islamización de Occidente]) y partidos políticos como Alternativa para Alemania (AfD por sus siglas en alemán, es decir, Alternative für Deutschland), que en las elecciones federales de septiembre de 2017 logró entrar en el Bundestag (el primer partido xenófobo en hacerlo desde 1945, con un 12,6% de los votos y 94 escaños), es un tema de candente actualidad, y el rechazo a la entrada de inmigrantes en Alemania ha aumentado desde la crisis migratoria siria en el verano de 2015.
Y muy atento a ello parece estar Fatih Akin con En la sombra, película que afianza una filmografía muy relacionada con las cuestiones sociales que emanan de las relaciones entre comunidades de origen diverso en la Alemania de lo que llevamos de siglo XXI. Recordaremos, cómo no, su premiadísimo cuarto filme, Contra la pared (2004), que junto a Al otro lado (2007), constituye un interesantísimo díptico sobre alemanes de ascendencia turca y las sinergias culturales entre dos comunidades que se miran con recelo. Con Soul Kitchen (2009), Akin se pasó a la comedia, sin abandonar la cuestión de la inmigración (en este caso, griega), y en 2010 participó en la antología cinematográfica colectiva New York, I love you, en el que varios directores relatan un “cuento” situado en la Gran Manzana. En 2014, con El padre (The Cut), se tocó el espinoso tema del genocidio armenio en una película ambientada en la actualidad. Como puede observarse, la filmografía de Fatih Akin sigue una línea muy clara en la que ahora añade la violencia terrorista.
Y muy atento a ello parece estar Fatih Akin con En la sombra, película que afianza una filmografía muy relacionada con las cuestiones sociales que emanan de las relaciones entre comunidades de origen diverso en la Alemania de lo que llevamos de siglo XXI. Recordaremos, cómo no, su premiadísimo cuarto filme, Contra la pared (2004), que junto a Al otro lado (2007), constituye un interesantísimo díptico sobre alemanes de ascendencia turca y las sinergias culturales entre dos comunidades que se miran con recelo. Con Soul Kitchen (2009), Akin se pasó a la comedia, sin abandonar la cuestión de la inmigración (en este caso, griega), y en 2010 participó en la antología cinematográfica colectiva New York, I love you, en el que varios directores relatan un “cuento” situado en la Gran Manzana. En 2014, con El padre (The Cut), se tocó el espinoso tema del genocidio armenio en una película ambientada en la actualidad. Como puede observarse, la filmografía de Fatih Akin sigue una línea muy clara en la que ahora añade la violencia terrorista.
Con este último elemento, En la sombra traza una historia actual que evoca las acciones criminales de la organización de ultraderecha Clandestinidad Nacionalsocialista (en alemán: Nationalsozialistischer Untergrund), conocida por sus siglas NSU, y que entre 20001 y 2011 perpetró una serie de ataques a inmigrantes en Alemania. Finalmente desarticulada, esta organización criminal fue retratada en la magnífica miniserie Mitten in Deutchsland: NSU, estrenada por el primer canal de la televisión pública alemana (Das Erste) en abril de 2016: tres episodios con formato de largometraje que se dedican, respectivamente a los perpetradores, las víctimas de uno de los asesinatos y la investigación policial. Así, la primera parte, narra el origen del grupo, entre 1989 y septiembre de 2000 (fecha del primer asesinato: un vendedor de flores turco en Núremberg), y se centra en tres personajes centrales en la banda: Beate Zschäpe, Uwe Mundlos y Uwe Böhnhardt "Böhni"; con aires de docudrama que ficcionaliza algunos aspectos de la trama, como se menciona en los créditos iniciales y finales, se muestra qué lleva a tres jóvenes a radicalizarse y asumir postulados (neo)nazis: el odio a los inmigrantes y los judíos, el rechazo del status quo político y legal, el desamparo social y una rebeldía llevada al límite. La segunda parte se centra en el duelo de la familia de la primera víctima, un vendedor de flores turco, mientras que la tercera sigue la investigación criminal por parte de la policía y que finalmente condujo a la desarticulación de la organización. Una serie muy recomendable que esperemos que algún día Netflix España añada a su catálogo (se pudo ver en la plataforma de Estados Unidos bajo el título NSU: German History X, en un claro paralelismo, para el público local, con la película American History X de 1998).
El filme de Akin comparte con esta miniserie la idea de compartimentalizar la trama en tres episodios –“La familia”, “Justicia” y “El mar”–, para seguir el estado vital de la protagonista, Katja: cómo superar el trauma por el asesinato de sus seres queridos, desde que se entera de la noticia y debe lidiar con un dolor inconsolable en los primeros días (y que la lleva incluso a consumir drogas), pasando por un juicio en el que se presenta como acusación particular y debe mantener la serenidad, y finalmente lo que sucede tras la sentencia judicial. Con detalle, sin demasiados aspavientos y con bastante contención, tanto dramática como de la tensión narrativa (quizá la secuencia de la bañera en la primera parte sea el momento en el que el director se salga de esta línea), la película nos muestra a una mujer que busca justicia y venganza al mismo tiempo (con la delgada línea roja que separa una cosa de la otra). Acompañada de su amigo y pronto abogado en el juicio, Danilo (Denis Moschitto), Katja busca respuestas y una reparación. Las cosas no serán sencillas, sin embargo, y deberá pagar el peaje por algunas de sus decisiones o lo enmarañado de sus recuerdos.
La tripartición por episodios puede lastrar quizá el ritmo de la película, con diversos tonos en función de las tres partes: más oscura la primera, con colores diáfanos e incluso metálicos en la segunda, y una luz natural muy presente en el tramo final. Del mismo modo, la trama parece ralentizarse en el tramo intermedio, el del juicio, con un estilo algo convencional y de reminiscencias de películas y series del género judicial que tantas veces hemos visto en televisión, pero adaptadas a la realidad del sistema judicial alemán (en cierto modo, bastante similar al español, con la diferencia de que son varios jueces los que se sitúan en el estrado que preside la sala). La alegría cotidiana, el shock, la furia, la determinación y la aceptación serán actitudes vitales que Katja asumirá a lo largo del filme, con una Diane Kruger en uno de sus mejores papeles (no en balde se llevó el premio a mejor actriz en el Festival de Cannes de 2017; y el filme logró el Globo de Oro a mejor película extranjera en la actual edición de 2018). Esa manera de enfrentarse al mazazo recibido será la que le lleve a tomar una decisión en los últimos minutos del filme; quizá de manera previsible, pero, si se me permite, en perfecta lógica y cerrando un círculo (discutible, si se quiere) ... y hasta aquí puedo decir.
El resultado es una película algo irregular en cuanto al ritmo (tarda un poco en entrar en materia), pero, a grandes rasgos, bien llevada en cuanto a contar una historia de trauma, justicia y venganza. Fatih Akin se muestra más contundente que de costumbre en sus formas y establece un diálogo ético con el espectador; hay mucha veracidad en el personaje de Katja y en alguna ocasión el realismo flaquea (un par de agujeros argumentales, por ejemplo, que no desvelaremos), pero el resultado global es interesante y deja poso, sensaciones incómodas en un debate moral.
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