Crítica publicada previamente en el portal Fantasymundo.
La novela corta La piel fría (La pell freda, 2002) de Albert Sánchez Piñol fue un éxito de crítica y ventas, y se tradujo a casi cuarenta idiomas en todo el mundo. La adaptación cinematográfica, en cierto modo, estaba implícita en esta novela de terror psicológico sobre dos personajes en una isla solitaria que deben hacer frente a unos extraños seres anfibios que surgen del mar y a los que llaman “carasapos”, con la piel azulada y fría. Desde 2009 comenzaron las negociaciones para adaptar la novela a un guion cinematográfico; en 2014 los hermanos David y Álex Pastor (Infectados, Los últimos días) empezaron a escribir el guion, pero abandonaron el proyecto y no fue hasta avanzado 2015 que recogió el guante el director francés Xavier Gens (Hitman, The Crucifixion), que puso el guion en manos de Jesús Olmo, con la colaboración de Eron Sheean. De hecho, estamos ante una película que se podría decir que está más “inspirada” que basada fielmente en la novela de Sánchez Piñol, pues son numerosos los elementos divergentes entre ambos productos, novela y película; ello puede constituir un aliciente para los lectores de la novela, a los que quizá dé pereza que les cuenten exactamente lo mismo, y no compromete a los que no la hayan leído, pues podrán disfrutar de la película sin apriorismos.
La novela corta La piel fría (La pell freda, 2002) de Albert Sánchez Piñol fue un éxito de crítica y ventas, y se tradujo a casi cuarenta idiomas en todo el mundo. La adaptación cinematográfica, en cierto modo, estaba implícita en esta novela de terror psicológico sobre dos personajes en una isla solitaria que deben hacer frente a unos extraños seres anfibios que surgen del mar y a los que llaman “carasapos”, con la piel azulada y fría. Desde 2009 comenzaron las negociaciones para adaptar la novela a un guion cinematográfico; en 2014 los hermanos David y Álex Pastor (Infectados, Los últimos días) empezaron a escribir el guion, pero abandonaron el proyecto y no fue hasta avanzado 2015 que recogió el guante el director francés Xavier Gens (Hitman, The Crucifixion), que puso el guion en manos de Jesús Olmo, con la colaboración de Eron Sheean. De hecho, estamos ante una película que se podría decir que está más “inspirada” que basada fielmente en la novela de Sánchez Piñol, pues son numerosos los elementos divergentes entre ambos productos, novela y película; ello puede constituir un aliciente para los lectores de la novela, a los que quizá dé pereza que les cuenten exactamente lo mismo, y no compromete a los que no la hayan leído, pues podrán disfrutar de la película sin apriorismos.
Como decíamos, en septiembre de 1914 llega a una isla al sur del océano Atlántico un técnico encargado de documentar los vientos (David Oakes) para sustituir a su predecesor. Su labor durará un año, pues el barco que lo ha trasladado no volverá hasta pasados doce meses, cuando él mismo será reemplazado. En la isla vive un farero, Gruner (Ray Stevenson), huraño y con pocas ganas de recibir visitas. No hay nadie más en la isla… a priori. Pero cuando una noche el joven meteorólogo sufre en su cabaña el ataque de unos desconocidos y extraños personajes con la piel azul, prácticamente anfibios, todo cambiará. Refugiado en el faro junto a Gruner, ambos deberán responder a los ataques de los “carasapos”, todas las noches y sin motivo aparente, que sólo temen a la luz (ya sea diurna o del propio faro) y a los que habrá que reducir con armas de fuego. Pero, ¿quiénes son estas criaturas y por qué atacan a los dos humanos de la isla?
La piel fría deviene una película que plantea un argumento de terror
pero que se acaba convirtiendo en una cinta de aventuras y acción sobre
la que sobrevuela una metáfora sobre la incomunicación y la necesidad
del diálogo, no siendo el único mensaje que se discierne de un guion
funcional y que, en cierto modo, diluye el trasfondo de la novela de
Sánchez Piñol, lo cual puede ser a la vez una ventaja y un
inconveniente. El guion simplifica una trama en la que a los dos
personajes citados se une la criatura llamada Aneris –“sirena” al revés,
como la llama el protagonista anónimo (apodado a su vez como “Friend”
por Gruner) en un juego de palabras que no tiene sentido en el inglés
original de la película–, que Gruner rescató y mantuvo como mascota (y
algo más) personal (una Aura Garrido irreconocible por las capas de
maquillaje). Lo que el texto literario tiene de asfixiante y de miedo
psicológico contado por el protagonista, en la película se convierte en
una lucha a muerte ante las constantes acometidas de las criaturas de
piel fría. Se difumina, pues, el terror implícito en la novela y se
ofrece una rutinaria trama aventurera, con bastantes lugares comunes ya
transitados, y que deriva en un final que no sorprende demasiado.
Con ello no estamos diciendo que se cuenta mal una historia
interesante en la que se percibe de fondo desde una denuncia de los
colonialismos a una apelación al diálogo entre comunidades (o personas y
criaturas) diferentes y condenadas por el medio a entenderse… si
quieren sobrevivir; sólo que se ha contado mejor en otras ocasiones y lo
que ahora se relata toca muchos palos, pero no se decide a escoger uno
que deje huella. Llega, además, la película en un momento de tensión
política en Cataluña (y España), cuestión que sin duda no previeron los
productores, pues el rodaje se terminó hace más de un año en Lanzarote;
isla canaria que ofrece unos espectaculares lugares y que la fotografía
del filme, a cargo de Daniel Aranyó, logra destacar.
¿A qué cuadro os recuerda este fotograma? |
Con un perfil bajo, la película no destacará probablemente en los
anales del género fantástico o de terror, y es de aquellas que se
consumen y se olvidan con cierta facilidad. Bien rodada y dotada de un
ritmo sin altibajos, cuenta una historia que podría dejar más poso (y
dar bastante más de sí) en el espectador si el guion no fuera algo
rutinario y previsible, pero a su favor cuenta con el buen hacer del
trío de actores protagonistas. Eso, más la cuidada fotografía, la
belleza los escenarios naturales y una que parece contarse con el piloto
automático, pero bien, convierten La piel fría en una película correcta
y funcional, y poco más (la música de Víctor Reyes, si acaso). Es ideal
para desconectar del ruido mediático durante sus ciento y pico minutos,
y dejarse llevar más por lo que subyace y no se ha desarrollado del
todo que por lo que se muestra y no acaba de llegar. Quizá sea ese el
hándicap del filme: que tiene elementos para ser una cinta de terror
psicológico (y muy humano), y se queda en la medianía del quiero, puedo,
pero al final me da algo de pereza contar. Sea como fuere, no deja de
ser una opción cinematográfica lo suficientemente interesante como para
acercarse a una sala de cine. Y eso no es poco.
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