16 de diciembre de 2016

Crítica de cine: Rogue One, de Gareth Edwards

Tras una notable campaña viral en los últimos meses, se estrenó Rogue One ayer a partir de ciertas horas (en Barcelona fue a las 19h.) y sin pase de prensa previo para la crítica. Había curiosidad por mi parte, también algo de recelo en virtud del Episodio VII, que me dejó bastante insatisfecho... y eso que ses el inicio de una nueva trilogía. Rogue One no es una precuela al uso, sino una película que se sitúa (en cierto modo) en paralelo con el Episodio IV; o si acaso cuando termina Rogue One comienza el Episodio IV: la trama principal es, como ya sabréis, la operación para robar los planos de la Estrella de la Muerte, cuya destrucción será el objetivo último de la Alianza Rebelde en la primera película que vimos de la serie de películas de George Lucas. Por tanto, el subtítulo "Una historia de Star Wars" es más que apropiado. Y resulta a priori la mar de curioso: coger algo que es el leitmotiv de una película y que simplemente se menciona (el robo de los planos) y construir una película entera. Presentamos a una heroína (como en el Episodio VII), una relación paterno-filial que quedó en suspenso (como Luke y Sarth Vader), un grupo de activistas (por llamarlos de alguna manera) de la Rebelión con una misión que cumplir y un villano al que enfrentarse... y que a su vez debe pleitesía a varios villanos de altura (Vader, para empezar).
 
La película tiene problemas en su primera hora, es morosa en su desarrollo, el prólogo sobre la infancia de Jyn Erso (Felicity Jones) se dilata para presentar el conflicto inicial: cómo su padre, Galen (Mads Mikkelsen) fue forzado a colaborar en la construcción de la Estrella de la Muerte. Pasan los años y ya vemos a Jyn de adulta: solitaria (o individualista), taciturna, independiente y preparada para el combate. Su historia se mezcla con la de los personajes que la acabarán acompañando en el desarrollo de una trama que tiene aspectos interesantes (todo vale por la causa, en este caso la Rebelión), pero que tarda en arrancar para ser una película de un solo recorrido (no habrá secuela de esta película... no puede haberla). Junto a Jyn estará el capitán Cassian Andor (Diego Luna), un 007 particular al servicio de la Alianza, que se encarga de rastrear la pista de un piloto renegado del Imperio, Bodhi (Riz Ahmed), a quien Galen le pasó un soplo sobre la Estrella de la Muerte y que debe ponerse en contacto con un miembro de la Alianza Rebelde que va por libre, Saw Gerrera (Forest Whitaker); un extremista que preocupa a los líderes rebeldes. Cassian, que no deja de ser un Han Solo más resolutivo, no tiene a Chewbacca, pero sí un droide imperial capturado y reprogramado (como Arnold Schwarzenneger en Terminator II) llamado K-2SO. Por el camino se les unirá un, si se me permite la expresión, monje shaolín jedi ciego (toma ya), Chirrut Îmwe (Donnie Yen), que es protegido por un armatoste, Baze Malbus (Jiang Wen), que trabaja como particular sicario para los rebeldes. Frente a ellos, y en el bando imperial, está el director Orson Krennic (Ben Mendelsohn), que fue quien capturó a Galen para que participara en la construcción de la Estrella de la Muerte. A este le presionan desde arriba, "viejos amigos" imperiales para el espectador fan de la saga. 

La primera hora del filme muestra las idas y venidas, los encuentros y desencuentros de los diversos personajes. Resulta algo lenta en su desarrollo, lo cual resulta hasta cierto punto lógico a tenor de tanto personaje nuevo que se añade (y algunos viejos). Es oscura y sucia, como las operaciones encubiertas de unidades de élite de un ejército moderno. Pero la segunda parte es diáfana y sencilla: robar los planos. Y ahí podemos hacer una lectura de la película en clave Segunda Guerra Mundial, cambiando los planos de la Estrella de la Muerte por Enigma y Ultra, y los rebeldes que han de hacerse con ellos con Doce del patíbulo, Los violentos de Kelly o incluso Malditos bastardos. Y es en lo netamente bélico donde la película gana. Aunque sepamos la resolución (pues sin ella no habría Episodio IV). De hecho, esa segunda parte tiene un ritmo de película bélica de los años cincuenta y sesenta, funciona bien y no deja cabos sueltos. Michael Giacchino mimetiza la música de Jon Williams sin que apenas quede algo de su propia personalidad como compositor y la dirección ( a cargo de Gareth Edwards) se muestra eficaz pero también bastante impersonal.

¿Qué no funciona tan bien? Los personajes, con mucho menos carisma que los de las dos trilogías, aunque el droide tiene cierto toque de humor que en algunos momentos puden ser redundantes. Jyn no es un personaje de altura, como a su manera tampoco lo es Cassian y bastante menos el director Krennic. Incluso el radical Saw Gerrera lo es más por lo que cuentan de él que por sí mismo, aunque su entrada en escena recuerda a la del droide humanoide Grievous en el Episodio III... efímeramente. Galen Erso (y Mikkelsen) es muy sufriente pero se desaprovecha tanto al personaje como al actor; como personaje le sucede lo mismo a Bodhi, el piloto renegado. Hay personajes "clásicos" "recuperados" para el seguidor fiel de la saga aunque a nivel de doblaje castellano (vi la película en versión original subtitulada) se plantearán problemas (si eso ya contará alguien que vea la versión doblada)

En conclusión, Rogue One una película que, a pesar de un denso arranque, acaba funcionando mejor de lo esperado (en mi humilde, mucho mejor que el Episodio VII) y que depara una segunda hora de trepidante cine bélico. Y yo me tiré esa segunda hora pensando que veía un episodio de la Segunda Guerra Mundial en clave Star Wars...

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