[Reseña escrita el 16-IV-2011; publicada originalmente en un blog que ya no existe.]
«Dos Falcos en apenas dos semanas, vaya, qué
lujo», me dije al terminar el segundo de los dos que se han publicado en
este mes de abril. Bueno, maticemos: un Falco y medio, pues, tras
Némesis, Lindsey Davis (n. 1950) regaló a los numerosos fans de la serie
un libro extra, Marco Didio Falco. La guía oficial (Edhasa, 2011), que
no es propiamente una novela de Falco… en realidad es la suma de todas.
Comentaba en la reseña de Némesis que «veinte años no es nada», a lo
Gardel. Pero sí, veinte años es mucho. Veinte novelas para ser exactos.
Veinte momentos para acercarnos a la Roma de Vespasiano de la mano de un
particular private-eye. Único, inigualable. No siempre mostrándonos lo
mejor de sí mismo. En ocasiones, irregular. En otras tantas, fantástico.
Para todos esos Falcos, llega ahora este companion, un género en la
disciplina histórica muy anglosajón. Un manual, un compendio, un
vademécum sobre Marco Didio Falco. Un detective que tras veinte novelas (y algo menos de diez años de "vivencias") se da un descanso por un tiempo...
Para todos aquellos que hemos seguido la serie sobre Falco este
libro es una joya. Es fácil de reseñar: no es una mera recopilación de
datos sobre las veinte novelas publicadas. Es decir, no es sólo un
comentario más o menor pormenorizado de cada una de las novelas
(incluyendo La carrera del honor, que no forma parte propiamente de la
serie), de los personajes, de los lugares preferidos de la autora y de
los del propio Falco, de la Roma de Vespasiano, del oficio de
informante, de curiosidades, mapas, fotografías, etc. No es sólo un
libro estilo «todo lo que siempre ha querido saber sobre Marco Didio
Falco y se atrevió a plantearle a la autora en su web, en presentaciones
de libros o en correos electrónicos». No, es más que eso. O, mejor
dicho, es eso y mucho más. Para mí, al menos, es un libro que evoca
muchos recuerdos.
Lindsey Davis |
Mi primer Falco, La plata de Britania, cayó en mis manos en algún momento del verano de 1994, formando parte de una colección de quiosco de Salvat;
un ejemplar que, por cierto, no sé dónde tengo, posiblemente lo haya
perdido. Para entonces, Edhasa, la editorial que ha publicado todos los
Falcos desde el primer volumen, ya llevaba publicados cinco o seis
entregas de la serie. Leí ese primer Falco. Me gustó, no hasta el punto
de entusiasmarme. Pero me picó la curiosidad. Luego vinieron los
siguientes, en principio cogidos en préstamo de la biblioteca
universitaria. Recuerdo muchos momentos de mi vida a través de la
lectura de un Falco. Recuerdo que mientras leía La estatua de bronce
estaba en un curro de verano, sustituyendo a mi padre que estaba de
vacaciones. Recuerdo cuando ya se habían publicado seis volúmenes y
hacía cálculos, pensando lo oneroso que me supondría adquirirlos
(entonces tampoco podía suponer que se publicarían catorce entregas
más). Recuerdo el primer Falco que compré, Una conjura en Hispania, y
también que durante su lectura sufrí un atraco en la calle; después
llegó la cita anual para comprar un nuevo Falco, así como la búsqueda de
los volúmenes precedentes, con una excepción, La plata de Britania, el
único en tapa dura de Edhasa que no tengo… y que quizá no quiera comprar
todavía, quizá para tener la excusa de adquirirlo en alguna improbable
ocasión.
Recuerdo releer La Venus de cobre en la línea 2 del metro, camino hacia no sé donde. Recuerdo el momento en que Lindsey Davis, en una visita a Barcelona, me firmó ¡A los leones! que por entonces tenía a medias. Recuerdo la lectura de Una virgen de más yendo en tren a Bellaterra para consultar libros de la biblioteca de Humanidades de la Universitat Autònoma de Barcelona. Recuerdo un breve período sin trabajo leyendo Oda a un banquero, y también recuerdo trayectos en autobús a las cinco y media de la mañana, esta vez sí hacia el curro, devorando El mito de Júpiter. Recuerdo el sabor de unas suizas (una variedad de patatas bravas de un mesón del barrio del Carmel barcelonés) mezclado con En busca de Infamia. Recuerdo terminar Ver Delfos y morir entre las estaciones de Plaça Catalunya y Liceu de la línea 3 del metro barcelonés. Recuerdo una Nochebuena con Las Saturnales. Muchos recuerdos. Si echo un vistazo a los últimos diecisiete años de mi vida, en muchos momentos ha estado Falco en ella. La cita anual para leer una de sus nuevas aventuras, ya fuera en Roma, ya en alguna provincia. Por cierto, ¿llegará a ver la erupción del Vesubio?
Por ello, la publicación de esta guía oficial de Marco Didio Falco es especial para mí. Porque me trae muchos recuerdos, muchas sensaciones. Me recuerda el placer constante de la lectura de un buen libro y la pena cuando has llegado al final del mismo. A veces incluso con una sensación de orfandad, de momentáneo desamparo, preguntándote cuándo llegará el siguiente Falco. Me trae a la mente la ilusión de ver un nuevo Falco en la librería o, cuando no podía pagar el libro (que siempre ha sido algo caro en Edhasa), en la estantería de novedades de la biblioteca. A veces veo a Nux en la perra de mi madre (y esto último no es el título de una película de Almodóvar). En ocasiones me parece entrar en la caupona de Flora al tomar una consumición en «uno de esos cafés a los que vas», como dice una amiga mía cuando voy a leer manuscritos por esos mundos de Júpiter. Ninguno de mis hermanos es como Maya o Junia, ni afortunadamente mi padre es Gémino, pero alguna de las ocurrencias de mi progenitora sí me recuerda a la madre de Falco. Aún busco a ese amigo que sea mi Petro particular. Y en cuanto a Helena Justina, no conozco ninguna: será que es demasiado perfecta en su imperfección para un mundo como el nuestro.
Recuerdo releer La Venus de cobre en la línea 2 del metro, camino hacia no sé donde. Recuerdo el momento en que Lindsey Davis, en una visita a Barcelona, me firmó ¡A los leones! que por entonces tenía a medias. Recuerdo la lectura de Una virgen de más yendo en tren a Bellaterra para consultar libros de la biblioteca de Humanidades de la Universitat Autònoma de Barcelona. Recuerdo un breve período sin trabajo leyendo Oda a un banquero, y también recuerdo trayectos en autobús a las cinco y media de la mañana, esta vez sí hacia el curro, devorando El mito de Júpiter. Recuerdo el sabor de unas suizas (una variedad de patatas bravas de un mesón del barrio del Carmel barcelonés) mezclado con En busca de Infamia. Recuerdo terminar Ver Delfos y morir entre las estaciones de Plaça Catalunya y Liceu de la línea 3 del metro barcelonés. Recuerdo una Nochebuena con Las Saturnales. Muchos recuerdos. Si echo un vistazo a los últimos diecisiete años de mi vida, en muchos momentos ha estado Falco en ella. La cita anual para leer una de sus nuevas aventuras, ya fuera en Roma, ya en alguna provincia. Por cierto, ¿llegará a ver la erupción del Vesubio?
Por ello, la publicación de esta guía oficial de Marco Didio Falco es especial para mí. Porque me trae muchos recuerdos, muchas sensaciones. Me recuerda el placer constante de la lectura de un buen libro y la pena cuando has llegado al final del mismo. A veces incluso con una sensación de orfandad, de momentáneo desamparo, preguntándote cuándo llegará el siguiente Falco. Me trae a la mente la ilusión de ver un nuevo Falco en la librería o, cuando no podía pagar el libro (que siempre ha sido algo caro en Edhasa), en la estantería de novedades de la biblioteca. A veces veo a Nux en la perra de mi madre (y esto último no es el título de una película de Almodóvar). En ocasiones me parece entrar en la caupona de Flora al tomar una consumición en «uno de esos cafés a los que vas», como dice una amiga mía cuando voy a leer manuscritos por esos mundos de Júpiter. Ninguno de mis hermanos es como Maya o Junia, ni afortunadamente mi padre es Gémino, pero alguna de las ocurrencias de mi progenitora sí me recuerda a la madre de Falco. Aún busco a ese amigo que sea mi Petro particular. Y en cuanto a Helena Justina, no conozco ninguna: será que es demasiado perfecta en su imperfección para un mundo como el nuestro.
¿Falco? |
Me ha salido una reseña más personal de lo que quizá debiera ser,
pero no he podido ni he querido evitarlo. Marco Didio Falco: la guía
oficial es un libro que estaba esperando… desde siempre En él
descubriréis cómo y por qué Lindsey Davis llegó a escribir una novela
sobre un detective romano mientras aún trabajaba como funcionaria.
Conoceréis algunas peculiaridades sobre la construcción de los
personajes (por ejemplo, Helena Justina estaba planteada originalmente
como una perversa femme fatale). Sabréis por qué una determinada novela
de Falco trata ese tema concreto que Lindsey Davis quiso desarrollar. Os
sentiréis identificados con la autora en su pasión autodidacta por el
mundo romano: ella empezó escribiendo una novela policíaca a la romana y
al final ha escrito una serie de novelas que retratan con una enorme
verosimilitud la sociedad romana de la dinastía de los Flavios.
Queda la sensación también de que este es un libro que marca un cambio de tendencia en Lindsey Davis. Y en Falco (lo intuiréis cuando leáis Némesis). Podemos adelantar que la Davis se va a tomar un tiempo para escribir la siguiente novela sobre Falco; de hecho, su próxima novela, Domiciano. Deus et Dominus, que será publicada en el Reino Unido en marzo de 2012, se sitúa en el reinado de Domiciano… y sin Falco. Motivos personales le impulsan a ello (en la guía se mencionan de pasada). Quizá el propio número veinte dé pie a pensar que la producción de un Falco por año debe someterse a otras consideraciones más relajadas. No olvidemos tampoco que Lindsey Davis ya tiene sesenta años, y de ellos veintiuno nos los ha «regalado» a los seguidores de la serie. Pero no nos dejemos llevar por el desconsuelo. Porque, no lo olvidemos tampoco, ya queda menos para el próximo Falco…
Queda la sensación también de que este es un libro que marca un cambio de tendencia en Lindsey Davis. Y en Falco (lo intuiréis cuando leáis Némesis). Podemos adelantar que la Davis se va a tomar un tiempo para escribir la siguiente novela sobre Falco; de hecho, su próxima novela, Domiciano. Deus et Dominus, que será publicada en el Reino Unido en marzo de 2012, se sitúa en el reinado de Domiciano… y sin Falco. Motivos personales le impulsan a ello (en la guía se mencionan de pasada). Quizá el propio número veinte dé pie a pensar que la producción de un Falco por año debe someterse a otras consideraciones más relajadas. No olvidemos tampoco que Lindsey Davis ya tiene sesenta años, y de ellos veintiuno nos los ha «regalado» a los seguidores de la serie. Pero no nos dejemos llevar por el desconsuelo. Porque, no lo olvidemos tampoco, ya queda menos para el próximo Falco…
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