7 de enero de 2012

Crítica de cine: Sherlock Holmes. Juego de sombras, de Guy Ritchie

Hace dos años Guy Ritchie, el "niño malo" (en realidad, el sucedáneo europeo y barato de Quentin Tarantino) estrenó su particular versión de Sherlock Holmes. Una película estimable, como lo que es, y que en cierto modo reconstruye la figura de Holmes entre una cierta verosimilitud (eso va a gustos) y el patische victoriano (más logrado). La película gustó y tuvo el taquillaje de sobra como para que los productores le dijeran a Ritchie "oye, ya que esto parece que se te da mejor que imitar a Quentin o rodar bodrios con tu ex-pareja Madonna, prepáranos una segunda parte. Y si puede ser, con más acción, un Holmes más canalla, más rollo buddy movie con Watson, intercala a una estrella en alza desde los vientos del norte (Noomi Rapace) y céntrate en ese "Napoleón del crimen" llamado James Moriarty". E voilà!, he aquí el resultado, y más o menos el esquema de esta continuación: Sherlock Holmes. Juego de sombras.
 
Si para los puristas la primera película de Ritchie ya rozaba la herejía, mejor se lleven un agua del Carmen al cine, peus igual les hace falta. Para empezar, Ritchie continúa, y de hecho explota al máximo, la imaginería visual de la primera entrega, con unos planos ralentizados que, cierto es, son espectaculares e incluso aplaudibles. Se mantiene esa imagen sucia de Londres (y ahora de París) a finales del siglo XIX y se nos plantea una trama que antecede (o incluso predice) el escenario de la paz armada previo a la Primera Guerra Mundial en Europa. Por el medio, una trama algo más deslavazada que en la anterior entrega (si cabe), hasta el punto de que a mita de película, si no fuera por las secuencias de acción, te preguntarías de qué diablos va esta película. Siendo el guión más endeble, quedando la sensacion de que posiblemente haya sido cuarteado en la sala de montaje, nos queda Robert Downey Jr. como estrella indiscutible, con un Holmes que roza la parodia, y con un Jude Law más contenido (aunque también se deja ir) como Watson. En ese sentido, Jared Harris como Moriarty seduce con su papel de malvado, sin demasiadas alharacas fuera de tono. Nos quedan secuencias magníficas (el tren, la fábrica de armamentos en Alemania, la partida de ajedrez sobre las cataratas de Reichenbach). Nos queda mucha coña marinera y algo menos método deductivo por parte de Holmes, pero sí algunas trazas, los suficientemente necesarias para que el seguidor del personaje no quede (demasiado) decepcionado. 


Nos queda, pues, una película más de acción que de Sherlock Holmes, pero el personaje queda reconocible. Mucho, quizá no tanto para los puristas y para los que se preguntan si la apuesta posmodernista de Guy Ritchie es una tomadura de pelo o, seamos sinceros, una jugada para el taquillaje y para que un tipo más bien mediocre se luzca tras la cámara.

2 comentarios:

liliana dijo...

Yo diría que en esta es menos Sherlock que nunca. Si en la primera era raro verlo luchar, pegar puñetazos y correr como un condenado en esta ya roza lo increíble. Es una peli entretenida, pero...

Oscar González dijo...

Para eso fuimos al cine, para entretenernos. Aunque sí veo a Sherlock en la interpretacion de Robert Downey Jr. Más pasado de rosca si se quiere, pero es Sherlock... a su manera.