22 de marzo de 2017
21 de marzo de 2017
20 de marzo de 2017
Crítica de cine: Los Hollar, de John Krasinski
Crítica publicada previamente en Fantasymundo.
De tanto en tanto llegan a la gran pantalla dramedias de bajo-mediano presupuesto, y a menudo ligadas a un cierto espíritu “independiente”, que se alejan del ya sobado concepto de la comedia romántica (¿sigue vivo este subgénero o Katherine Heigl y Ashton Kutcher les dieron la estocada final?). Suelen ser historias con una cierta fórmula repetitiva en la que Chico/Chica Que Vive En La Gran Ciudad recibe una llamada que le hace volver al Pueblo o la Pequeña Ciudad en la que se crio por un asunto de familia. El Regreso Temporal, en medio de una Crisis Personal/Profesional, sirve de excusa para que el Protagonista, generalmente en la Treintena o rozando ya los Cuarenta, apriete el botón de la Nostalgia y recuerde los añejos Glory Days, o ponga el disco con los temas que suelen asociárseles: la Juventud, el Instituto, la Chica/el Chico del Instituto, los Sueños que no llegaron o la Realidad que deslució esos Sueños, etc.).La comedia se tiñe en algún momento de drama, pero queda un Optimismo y un cierto Buen Rollo Vital, quizá una Esperanza, que al final son siempre las cosas que te sueles quedar. La Familia suele erigirse en el núcleo de la narración, o mejor dicho, la Familia como Refugio Emocional, los Amigos del Pasado como Ancla que nos mantiene aferrados a ese Pasado, quedando para los últimos minutos de la película la Partida hacia la Gran Ciudad tras el Momento Catártico Que Lo Soluciona/Explica Todo.
De tanto en tanto llegan a la gran pantalla dramedias de bajo-mediano presupuesto, y a menudo ligadas a un cierto espíritu “independiente”, que se alejan del ya sobado concepto de la comedia romántica (¿sigue vivo este subgénero o Katherine Heigl y Ashton Kutcher les dieron la estocada final?). Suelen ser historias con una cierta fórmula repetitiva en la que Chico/Chica Que Vive En La Gran Ciudad recibe una llamada que le hace volver al Pueblo o la Pequeña Ciudad en la que se crio por un asunto de familia. El Regreso Temporal, en medio de una Crisis Personal/Profesional, sirve de excusa para que el Protagonista, generalmente en la Treintena o rozando ya los Cuarenta, apriete el botón de la Nostalgia y recuerde los añejos Glory Days, o ponga el disco con los temas que suelen asociárseles: la Juventud, el Instituto, la Chica/el Chico del Instituto, los Sueños que no llegaron o la Realidad que deslució esos Sueños, etc.).La comedia se tiñe en algún momento de drama, pero queda un Optimismo y un cierto Buen Rollo Vital, quizá una Esperanza, que al final son siempre las cosas que te sueles quedar. La Familia suele erigirse en el núcleo de la narración, o mejor dicho, la Familia como Refugio Emocional, los Amigos del Pasado como Ancla que nos mantiene aferrados a ese Pasado, quedando para los últimos minutos de la película la Partida hacia la Gran Ciudad tras el Momento Catártico Que Lo Soluciona/Explica Todo.
17 de marzo de 2017
16 de marzo de 2017
15 de marzo de 2017
14 de marzo de 2017
13 de marzo de 2017
10 de marzo de 2017
9 de marzo de 2017
Crítica de cine: El guardián invisible, de Fernando González Molina
Desde que se publicó la primera de las novelas de Dolores Redondo de su, a la postre, trilogía del Baztán, uno podía intuir que en algún momnento habría una película, que una trama tan poderosa sobre el papel, como así ha sido para miles de lectores, saría el salto a la gran pantalla. Y, una vez culminado el ciclo novelesco (y quizá con demasiada cercanía de un medio al otro en tan poco tiempo), así ha sido y se ha presentado El guardián invisible como una película del género negro-criminal. La cuestión sería hasta qué punto se podría ofrecer algo distintivo, propio, y en esta ocasión se utiliza un elemento fantástico de fondo (y en alguna ocasión casi en primer plano) para darle una vuelta de tuerca al thriller. No he leído las novelas
(ni falta que me hace si se trata de valorar una película, que utiliza
su propio lenguaje), pero incluso para un neófito en las mismas uno
percibe, y quizá eso sea un demérito del director (y del guionista) a la
hora de construir un discurso (y un estilo) propios y un producto más
cerrado y mejor elaborado, que la trama tiene más derivaciones, que
estamos ante un primer episodio y que, si hay empeño, puede haber una
saga cinematográfica al estilo de la que se realizó con la trilogía de
novelas de Stieg Larsson... y no es el único paralelismo que se puede
hacer.
8 de marzo de 2017
7 de marzo de 2017
6 de marzo de 2017
3 de marzo de 2017
2 de marzo de 2017
1 de marzo de 2017
28 de febrero de 2017
Crítica de cine: Jackie, de Pablo Larraín
El asesinato de John F. Kennedy golpeó a toda una
nación el 22 de noviembre de 1963… sobre todo a su familia y su viuda, Jacqueline “Jackie” Kennedy Bouvier, que vivió
muy de cerca el magnicidio. Tras una visita previa a Fort Worth, el día
antes, el Air Force One aterrizó cerca del mediodía en el aeródromo de
Love Field, en Dallas, y tras la recepción de autoridades habitual, la
pareja presidencial se acomodó en una limusina Lincoln Continental, en
la parte trasera, mientras el gobernador de Texas, John Connally y su
esposa se sentaron justo delante. Se preparó una comitiva que, a través
de las principales calles de la ciudad, debía conducir al presidente al
Dallas Trade Mart, donde estaba prevista una comida y un discurso por
parte de Kennedy. A las 12:30 la comitiva, que venía por Main Street,
giró por Houston Street para cruzar después la Dealey Plaza por Elm
Street. Los disparos, que según la versión oficial de la Comisión Warren
procedieron del Almacén de Libros Escolares de Texas, en una esquina de
la plaza, fueron tres. El primero falló la trayectoria e hirió
levemente a James Tague, situado cerca del paso elevado de las vías, al
fondo de la plaza. El segundo disparo, como mostró la grabación de Abraham Zapruder,
situado en la plaza, alcanzó a Kennedy en la espalda y salió por el
cuello; el público asistente pudo ver como dejaba de saludar y se
llevaba las manos al cuello, atendido por una sorprendida Jackie, a su
lado; el gobernador Connally, que sujetaba su sombrero con una mano, se
giró y se dice que murmuró “¡Oh, Dios mío, nos van a matar a todos!”. El
tercer disparo, letal y que no pudo ser efectuado desde atrás (donde
quedaba el edificio del Almacén de Libros Escolares), impactó en el lado
derecho de la cabeza de Kennedy, que literalmente estalló, dejándose
caer en el regazo de Jackie. Esta, sin pensárselo, se levantó
inmediatamente para recoger fragmentos del cráneo del presidente,
asistida por un agente del Servicio Secreto, en la parte trasera de una
limusina que se dirigía, bajo el paso elevado, hacia un nuevo destino:
el Hospital Parkland, donde a las 13 horas se certificaría la muerte del
presidente: llegó Kennedy cadáver al hospital y junto a él estaba
Jackie, tapando con las manos la monstruosa herida en la cabeza para que
no saliera la masa encefálica. Su vestido, de color rosa, quedó
manchado de sangre en la falda, así como hubo restos de sangre y el
cerebro de Kennedy en las piernas y el rostro de la Primera Dama. Las
imágenes por televisión, en blanco y negro, no permitieron ver esa
sangre en el vestido. De esa guisa, con apenas lavado parte del rostro,
Jackie asistió, ya en el Air Force One de regreso a Washington, al juramento de Lyndon B. Johnson como nuevo presidente de los Estados Unidos de América.
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