Crítica publicada previamente en Fantasymundo.
De tanto en tanto llegan a la gran pantalla dramedias de bajo-mediano presupuesto, y a menudo ligadas a un cierto espíritu “independiente”, que se alejan del ya sobado concepto de la comedia romántica (¿sigue vivo este subgénero o Katherine Heigl y Ashton Kutcher les dieron la estocada final?). Suelen ser historias con una cierta fórmula repetitiva en la que Chico/Chica Que Vive En La Gran Ciudad recibe una llamada que le hace volver al Pueblo o la Pequeña Ciudad en la que se crio por un asunto de familia. El Regreso Temporal, en medio de una Crisis Personal/Profesional, sirve de excusa para que el Protagonista, generalmente en la Treintena o rozando ya los Cuarenta, apriete el botón de la Nostalgia y recuerde los añejos Glory Days, o ponga el disco con los temas que suelen asociárseles: la Juventud, el Instituto, la Chica/el Chico del Instituto, los Sueños que no llegaron o la Realidad que deslució esos Sueños, etc.).La comedia se tiñe en algún momento de drama, pero queda un Optimismo y un cierto Buen Rollo Vital, quizá una Esperanza, que al final son siempre las cosas que te sueles quedar. La Familia suele erigirse en el núcleo de la narración, o mejor dicho, la Familia como Refugio Emocional, los Amigos del Pasado como Ancla que nos mantiene aferrados a ese Pasado, quedando para los últimos minutos de la película la Partida hacia la Gran Ciudad tras el Momento Catártico Que Lo Soluciona/Explica Todo.
De tanto en tanto llegan a la gran pantalla dramedias de bajo-mediano presupuesto, y a menudo ligadas a un cierto espíritu “independiente”, que se alejan del ya sobado concepto de la comedia romántica (¿sigue vivo este subgénero o Katherine Heigl y Ashton Kutcher les dieron la estocada final?). Suelen ser historias con una cierta fórmula repetitiva en la que Chico/Chica Que Vive En La Gran Ciudad recibe una llamada que le hace volver al Pueblo o la Pequeña Ciudad en la que se crio por un asunto de familia. El Regreso Temporal, en medio de una Crisis Personal/Profesional, sirve de excusa para que el Protagonista, generalmente en la Treintena o rozando ya los Cuarenta, apriete el botón de la Nostalgia y recuerde los añejos Glory Days, o ponga el disco con los temas que suelen asociárseles: la Juventud, el Instituto, la Chica/el Chico del Instituto, los Sueños que no llegaron o la Realidad que deslució esos Sueños, etc.).La comedia se tiñe en algún momento de drama, pero queda un Optimismo y un cierto Buen Rollo Vital, quizá una Esperanza, que al final son siempre las cosas que te sueles quedar. La Familia suele erigirse en el núcleo de la narración, o mejor dicho, la Familia como Refugio Emocional, los Amigos del Pasado como Ancla que nos mantiene aferrados a ese Pasado, quedando para los últimos minutos de la película la Partida hacia la Gran Ciudad tras el Momento Catártico Que Lo Soluciona/Explica Todo.
No suele faltar ese Personaje Secundario que aporta un extra de Humor,
Carisma o Esa Cosa Que No Sabes Que Es Pero Que Logra Enamorar A La
Cámara, a menudo a costa de los protagonistas. Añádase por último una
buena Banda Sonora de Canciones (a poder ser con un par de hits o una
colección de ellos como para luego poder vender el consabido Soundtrack en CD o en iTunes),
o una Partitura Con Guitarra y Rollo Cantautoril, y tenemos una
película que logra tocarnos la fibra y hacernos pasar un buen rato.
Pienso en películas como Beautiful Girls (Ted Demme, 1996) o
Elizabethtown (Cameron Crowe, 2005) como espolón de proa de muchas
producciones medianas que entroncan bien con este particular género. Los
Hollars no acaba de tener el punch de estas dos películas, pero cumple
con creces la hoja de ruta anteriormente marcada.
Producida en 2015, se podría decir que llega con retraso una película
que nos tememos que pasará desapercibida en las salas de cine. Y no es
una mala película, ni de lejos: es una comedia dramática que tira de
quizá demasiados lugares comunes y se resiente de cierta previsibilidad
(si te subes a una cuerda encima de un lago, ten por seguro que la
cuerda se romperá y caerás al agua). La trama parte de esos clichés antes mencionados: John Hollar (John Krasinski, que también dirige la cinta), un frustrado novelista gráfico que trabaja en una editorial, recibe una llamada: su madre, Sally (Margo Martindale),
ha sufrido un ataque y se le diagnostica un tumor cerebral por el que
tendrá que ser operada. John deja a su novia embarazada, Rebecca (Anna Kendrick), en Nueva York y regresa al hogar familiar, donde le esperan un padre, Donald (Richard Jenkins), al frente de un negocio en camino a la bancarrota, y un hermano, Ron (Sharlto Copley),
sin oficio ni beneficio (vive en el sótano de casa de sus padres) y que
sigue obsesionado por su esposa y madre de sus dos hijos, Stacey (Ashley Dyke), que ahora mantiene una relación con un reverendo, Dan (el cantautor Josh Groban). El regreso de John a casa supone, aunque sin regodearse demasiado en
ello, recordar el pasado, incluyendo esa novia del instituto, Gwen (Mary Elizabeth Winstead), que ahora está casada con uno de los enfermeros que cuidan a su madre en el hospital (el cómico Charlie Day).
Visto el argumento, te haces claramente una idea de por dónde van los
tiros durante todo el filme, pero sin que ello suponga aburrirse. Sí, se
le ven las costuras a este guion, los clichés abundan, los momentos de
humor son los que más o menos te hueles. Pero hay un puñado de buenos
actores (Martindale y Jenkins siempre te aportan un plus, por ejemplo)
que, sin esforzarse demasiado, llenan unos personajes y cuentan una
historia que por muy manida que sea, te mantiene sentado en la butaca. La música corre a cargo de Josh Ritter, guitarra en
mano y con algunas canciones muy al estilo americano tradicional e indie
(más o menos esas canciones que suenan cuando se promocionan películas
como Boyhood), que pegan bien con el tono de la película. Un tono
sencillo y amable, alejado de comedias gamberras pero con algunos buenos
momentos de humor, con esa pátina entre ñoña y nostálgica que te
apetece ver una tarde otoño apalancado en el sofá y tapado con una
manta. Hay drama, cómo no, pues el drama (y más relacionado con la
familia) forma parte de la vida cotidiana. Krasinski no se arriesga como
director, pone el piloto automático y apenas se aparta de él, y se deja
llevar por unas reglas no escritas que sabe que funcionan. Porque la
película funciona… como lo que es.
Si entre grandes producciones y películas que rebosan demasiados efectos
especiales buscas algo más pequeño, de estar por casa, "Los Hollar"
quizá sea esa película que necesitas. No te dejará demasiado poso, pero
sí te hará pasar una hora y media entretenida y saldrás del cine con una
cierta sensación de optimismo por la vida. Y qué más le vas a pedir,
¿verdad?
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