En su novela 14 de julio (Tusquets, 2019, publicada originalmente en francés en 2016), Éric Vuillard realiza un trabajo a medio camino entre la historia social y la novela histórica, con trabajo de archivo de por medio, para recrear ese día de 1789 en el que la multitud de París «asaltó» la Bastilla, fortaleza y prisión, símbolo de la opresión del Antiguo Régimen y de una monarquía absoluta que, miseria popular y ecos ilustrados mediante, estaba siendo cuestionada desde décadas atrás. La apertura de los Estados Generales en Versalles ese mes de mayo, convocados por el rey Luis XVI, que intentaba maquillar los efectos de la bancarrota del país y de la (latente) revuelta de los sectores más privilegiados de la sociedad francesa que rechazaban de plano que la factura tuviera que ser pagada con lo que hubiera en sus bolsillos, no pareció, sin embargo, augurar los sucesos que acabarían, casi cuatro años después, con la ejecución del rey en la entonces Plaza de la Revolución (hoy Plaza de la Concordia) de París. La negativa real a permitir que las votaciones en las reuniones de los Estados Generales –recordemos, formados por delegados de la nobleza (Primer Estado), el clero (Segundo Estado) y la burguesía (Tercer Estado)– se hicieran de manera personal, sino por estamento (con lo que la unión de nobleza y clero tenía siempre las de ganar), llevó a que los miembros del Tercer Estado (y parte del bajo clero y la nobleza) se juramentaran y presentaran a sí mismos como encarnación la nación francesa y convocaran una Asamblea Nacional, el 20 de junio, con el propósito de redactar una Constitución. El rey reunió tropas, los ánimos se caldearon en las semanas siguientes y un asalto popular para apoderarse de armas y pólvoras acumuladas en la Bastilla (que, paradójicamente, apenas mantenía recluidos a unos pocos prisioneros), terminó con la toma de esta fortaleza, el linchamiento de su gobernador y el inicio de su demolición. El 14 de julio, desde entonces, se convertiría en una de las fechas a conmemorar en el calendario (desde 1880 se ha convertido en el Día Nacional de Francia).