6 de diciembre de 2018

Crítica de cine: Bernini, el artista que inventó el Barroco, de Francesco Invernizzi

Crítica publicada previamente en el portal Fantasymundo.

Nota: este documental llega a las salas de cine como evento cinematográfico. Exhibidores como Yelmo, Grup Balañà y los Cines Verdi en Barcelona, lo emitirán los días 10 y/o 11 de diciembre, vinculado a una programación cultural especial; consúltese también en FilmAffinity para saber en qué otros cines se emitirá. 

Gian Lorenzo Bernini (1598-1680), si nos ponemos puristas, quizá no fue el artista que «inventó» el Barroco –ya se sabe que los títulos muchas veces se ponen de determinada manera para atraer la atención del respetable–, pues esa etiqueta, si hubiera que ponerla a alguien, habría que dársela a Caravaggio, por ejemplo (ya comentamos aquí el documental sobre la vida y obra del genio milanés). De todos modos, la obra de Bernini, que además de la escultura también desempeñó la arquitectura (el diseño de la Plaza de San Pedro, delante de la basílica del Vaticano, es suyo) y la pintura, es de aquellas que, por sí sola, engloba todo un movimiento artístico y le da pleno sentido. Fue uno de los artistas más apreciados y valorados por la Santa Sede –hasta nueve papas requirieron sus servicios, destacando Urbano VIII, Alejandro VII y Clemente IX– y se puso al servicio (a su manera, todo hay que decirlo) del programa iconográfico de la Contrarreforma católica en el Seiscientos. Tuvo su, digamos, «disputa» artística (y personal) con otra gran figura del Barroco, Francesco Borromini, en una rivalidad que pronto devino en odio mutuo: suele contarse la anécdota de que dos de las esculturas de Bernini en la Fontana dei Quattro Fiume, en la Piazza Navona, «parecen» horrorizarse ante la iglesia de Sant’Agnese, diseñada por Borromini y que está situada delante… es falsa, pues la iglesia se construyó posteriormente; sea como fuere, ambos no podían verse.

Canciones para el nuevo día (2619/1838): "Sheep Go to Heaven"

Cake - Sheep Go to Heaven 

Disco: Prolonging the Magic (1998)


29 de noviembre de 2018

Crítica de cine: Jaulas, de Nicolás Pacheco

Crítica publicada previamente en el portal Fantasymundo.

Hay ocasiones en que los primeros minutos de una película te hacen pensar, cómodamente instalado en la butaca de una sala de cine, que vas a pasar un «buen» rato; y no tanto porque lo que ves sea divertido, entretenido o desborde calidad en cada fotograma, que también pudiera ser, sino porque lo que se muestra te interesa, te sorprende e, incluso en algunas secuencias, te fascina. Obviamente, una película no se queda estática en esos diez o quince minutos iniciales, la trama sigue, «evoluciona», se abre a otros escenarios y vericuetos, y es al final, cuando te quedas con la imagen completa, con la conclusión sobre lo que durante algo más de hora y media has estado viendo. Es entonces cuando tienes las «sensaciones encontradas» y un cierto regusto amargo en la boca. Porque si fuera sólo por esos minutos iniciales, tu valoración sería muy diferente a la que tienes una vez terminado el filme. Pero es al final cuando te preguntas qué pasó, cómo la historia pudo empezar tan bien y cómo luego se «perdió» con algunas tramas metidas con calzador y acabó llegando a un final demasiado acelerado y, lo peor de todo, previsible. Esto es lo que le sucede a Jaulas, opera primera del director y guionista sevillano Nicolás Pacheco, presentada en Sección Oficial de la reciente 63ª edición de la Semana Internacional de Cine (Seminci) de Valladolid. Pacheco comentó entonces que su película es «una fábula contemporánea que refleja a las mujeres como referentes de su propia liberación, en este caso no la propia, sino la que busca una madre para su hija y eso es algo que estamos viviendo hoy en día en España: un cambio emocionante y prometedor del papel de la mujer» (Fuente de la cita: el diario.es). Con este planteamiento de su creador, la película promete; lástima que su desarrollo no esté tan a la altura del comentario del director. Pero vayamos por partes.

Canciones para el nuevo día (2614/1833): "Walkabout"

Red Hot Chilli Peppers - Walkabout 

Disco: One Hot Minute (1995)


19 de noviembre de 2018

Reseña de Yo, Julia, de Santiago Posteguillo

Nota: puesto que es una reseña extensa, quizá el lector prefiera disponer de ella en un documento en PDF: clique aquí.
«(…) Adso también me sirvió para resolver otra cuestión. Hubiese podido situar la historia en un Medioevo en el que todos supieran de qué se hablaba. Si en una historia contemporánea un personaje dice que el Vaticano no aprobaría su divorcio, no es necesario explicar qué es el Vaticano y por qué no aprueba el divorcio. En una novela histórica, en cambio, hay que proceder de otro modo, porque también se narra para que los contemporáneos comprendamos mejor lo que sucedió, y en qué sentido lo que sucedió también nos atañe a nosotros. 
El peligro que entonces se plantea es el del salgarismo. Los personajes de Salgari huyen a la selva perseguidos por los enemigos y tropiezan con una raíz de baobab, y de pronto el narrador suspende la acción para darnos una lección de botánica sobre el baobab. Ahora eso se ha transformado en un topos, entrañable como los vicios de las personas que hemos amado; pero no debería hacerse (…)».  
Umberto Eco, “Apostillas a El nombre de la rosa”, en El nombre de la rosa, DeBolsillo, 2017, p. 755. 
Desde hace un tiempo, la novela histórica o, mejor dicho (no seamos presuntuosos), parte de la novela histórica tiene lo que considero un problema: el salgarismo. No es un problema grave, si uno es consciente de ello. La cuestión, sin embargo, no se circunscribe a lo que hace casi cuarenta años definiera con acierto Umberto Eco; el problema subyace en que, con la excusa del salgarismo, no se tenga claro qué se está realizando cuando se escribe una novela histórica. Un binomio con dos partes esenciales: novela, la parte literaria esencial, e histórica, el ámbito que trata. Con un equilibrio entre las dos partes una novela de este género funciona; el lector puede tirar de su memoria (o de su bagaje como lector) y mencionar grandes títulos (y grandes autores). Funciona porque, sin dejar de respetar el componente histórico, es una novela que literariamente está muy bien escrita; es de ese tipo de novelas que resisten una o varias relecturas pues, independientemente de que uno conozca la trama, esta se ha perfilado de tal manera que el disfrute puede ser incluso mayor que con su primera lectura.