17 de abril de 2016

Crítica de cine: Victor Frankenstein, de Paul MacGuigan

Crítica publicada previamente en Fantasymundo.
«Ya conocen la historia. El chasquido de un relámpago. Un genio loco. Una sacrílega creación. El mundo, desde luego, recuerda al monstruo, no al hombre. Pero a veces, cuando se mira más detenidamente, hay algo más que un relato. A veces, el monstruo es el hombre». 
La historia de Victor Frankenstein y la creación de un hombre a partir de despojos de cadáveres es quizá una de las más conocidas de la literatura de terror. Mary Shelley escribió una novela sobre los peligros de una ciencia desbocada sin moral ni ética, sobre un científico que se equipara a Dios en cuanto a dar la vida, o en la visión de Shelley al titán Prometeo, que robó el fuego sagrado para entregarlo a los hombres. El cine pronto se hizo eco de la novela gótica, destacando (entre el casi centenar de adaptaciones realizadas) las versiones de James Whale en los años treinta del pasado siglo XX –Frankenstein y La novia de Frankenstein–, con Boris Karloff como la criatura (y Elsa Lanchester como su futura novia); de Terence Fisher y la Hammer en La maldición de Frankenstein (1957), protagonizada por Peter Cushing (el científico) y Christopher Lee (la criatura); de Mel Brooks desde la parodia en El jovencito de Frankenstein (1974), con Gene Wilder como el doctor Frankenstein («se pronuncia Fronkonsteen»), Peter Boyle como la criatura, Cloris Lechman como Frau Blücher (y los caballos relinchan) y, cómo no, Marty Feldman como el asistente de Frankenstein, el jorobado Igor («no, se pronuncia Aigor»); o de Kenneth Branagh, desde la fidelidad al relato original, en Frankenstein de Mary Shelley (1994). Llega ahora a nuestras pantallas otraadaptación más, Victor Frankenstein (Paul MacGuigan, 2015), que sitúa la trama en plena era victoriana y focaliza el punto de vista no tanto en el genio loco o en la criatura, sino en el ayudante que alcanza su redención: Igor.

10 de abril de 2016

Crítica de cine: Julieta, de Pedro Almodóvar

El cine de Pedro Almodóvar siempre me interesa. Podrán ser mejores o peores, pero sé que cuando se estrena uno de sus filmes alli estaré yo, en la sala de cine, dispuesto a beberme lo que me ofrezca. Y unas veces será algo fresco y espumoso, otras con más cuerpo y sabor intenso, que bebes en sorbos que paladeas con tranquilidad, percibiendo efluvios y notas muy diversas. Es raro que una película de Almodóvar deje indiferente, para bien o para mal. Dejando a un lado la pátina del creador a veces atormentado (y pagado de sí mismo) que suele gastarse, su manera de hacer cine ha mejorado con los años (y no es que fuera mala la que tenía en los ochenta, por ejemplo), se ha sabido adaptar a sus propios ciclos vitales y se nutre de referencias e imágenes que denotan a quien se ha curtido con el paso de los años, ha bebido mucho de aquí y allí, y busca no adormecerse en los laureles (aunque a veces lo parezca). Personalmente, prefiero al Almodóvar de la primera década del siglo XXI que al de los años noventa del XX (y, en este caso, infinitamente más al de los años ochenta): un escritor y director más maduro, con películas más propias de alguien que ya no busca la provocación o el exceso visual (e incluso conceptual). Hable con ella (2002), más que Todo sobre mi madre (1999); La mala educación (2004), especialmente Volver (2006), más que Los abrazos rotos (2009) o La piel que habito (2011), son fascinantes apuestas narrativas y visuales. Dejaremos a un lado Los amantes pasajeros (2013), un interludio festivo muy pobre en desarrollo e intenciones. Julieta (2016), por tanto, su última película y que nos devuelve al Almodóvar intenso de las películas citadas, tenía muchos números para reencontrarme con ese Almodóvar que me gusta. Pero me he quedado, más bien, desconcertado.

1 de abril de 2016

Crítica de cine: Orgullo + Prejuicio + Zombies, de Burr Steers

Crítica publicada previamente en Fantasymundo.

Jane Austen comenzó Orgullo y prejuicio (1813), la más popular de sus novelas, con una frase que se ha hecho tan famosa como las que escribieran Lev Tolstói para el inicio de Anna Karenina o Charles Dickens para el de Historia de dos ciudades: «es una verdad universalmente reconocida que un hombre soltero, poseedor de una gran fortuna, necesita una esposa». Seth Grahame-Smith –autor también de Abraham Lincoln, cazador de vampiros (2010) que también tuvo su respectiva adaptación cinematográfica un par de años después– «reescribió» la novela de Austen y la «adaptó» al fenómeno zombi; y comenzó su versión con una frase que, a su manera, homenajea el original: «es una verdad universalmente reconocida que un zombi que tiene cerebro necesita más cerebros». La novela, más o menos pertinente (¿hasta qué punto Grahame-Smith es realmente el «autor» de unos personajes que no son suyos?) inició una moda de adaptar personajes clásicos a la coyuntura zombi tan de moda (en cine y televisión) en los últimos años (Lazarillo, Don Quijote, las protagonistas de La casa de Bernarda Alba,…) que, seamos sinceros, se nos ha ido de las manos. Pero los productores de cine no dejan pasar la oportunidad de llevar un texto de éxito a la gran pantalla y he aquí que llega a las nuestras Orgullo + Prejuicio + Zombies, dirigida por Burr Steers, que también se hace cargo de la (ya es redundante decirlo) adaptación de la novela al guion.

Canciones para el nuevo día (1920/1149): "Walk On By"

Isaac Hayes - Walk On By

Disco: Hot Buttered Soul (1969)

30 de marzo de 2016

Reseña de Las Vísperas Sicilianas. Una historia del mundo mediterráneo a finales del siglo XIII, de Steven Runciman

No es fácil encontrar libros de historia donde el fondo y la forma, el qué se cuenta y el cómo se cuenta, estén perfectamente entrelazados, de modo que uno llega a preguntarse si estamos ante un excelente ensayo o ante una deliciosa obra literaria. No es común hoy en día una historia netamente narrativa y de hechos estrictamente políticos (pongamos también religiosos, si acaso) que deje al lector tan satisfecho y con ganas de más, de mucho más. Y no es sencillo relatar en apenas 400 páginas unos hechos que sucedieron durante medio siglo, que dejaron huella y que acontecen en un ámbito a caballo entre Occidente y Oriente. Pero, sin duda alguna, sir Steven Runciman (1903-200) lo consiguió con Las Vísperas Sicilianas. Una historia del mundo mediterráneo a finales del siglo XIII (Reino de Redonda, 2009). Hablar de Steven Runciman es hablar del hombre que, según se comentó cuando murió en el cambio de milenio, nos devolvió Bizancio. Su biografía nos remite al segundón de una familia nobiliaria británica, inmensamente curioso, con una capacidad innata para los idiomas («al parecer dominaba el latín a los seis años y el griego a los siete, a los que fue añadiendo el árabe, el turco, el persa, el hebreo, el siriaco, el armenio, el georgiano, el ruso yel búlgaro»). Profesor en Cambridge, heredó la fortuna de un abuelo acaudalado, lo cual, para envidia de muchos que le leemos hoy, le sirvió para retirarse a los 35 años y dedicarse a investigar y a viajar por todo el mundo. Todo un bon vivant, de buen gusto en la mesa, delicioso conversador, de esas personas que uno siempre quiere tener a su lado a la hora del café, capaz de contar chismes graciosos sobre la alta sociedad. En pocas palabras, un hombre de su tiempo que hoy en día se diría que está chapado a la antigua.

Canciones para el nuevo día (1918/1147): "Get On Your Knees"

Los Canarios - Get On Your Knees

Disco: Get On Your Knees - Trying So Hard - single (1967)