30 de abril de 2013

Reseña de En busca de la guerra de Troya, de Michael Wood

Entre el mito y la historia, Troya sigue atrayendo el interés de investigadores y aficionados desde que Heinrich Schliemann encontrara en 1870 los restos de no una sino varias ciudades. ¿Existió la guerra de Troya? ¿Son los poemas homéricos una fuente complementaria a las evidencias arqueológicas?  Quizá ya sea el tiempo de superar estas preguntas y, en función de los numerosísimos datos que tenemos a nuestra disposición, llegar a un estadio superior. La cuestión quizá ya no sea si, existiendo Troya, hubo una guerra como la que los poemas de Homero y sus sucesores (los homéridas) relataron, ni se debe hacer ya el necesario encaje de las evidencias arqueológicas con los versos homéricos, o a la inversa. En su libro En busca de la guerra de Troya (Crítica, 2013) –una obra que llega con retraso al mercado hispano, pues su revisada tercera edición es de 2005 –, Michael Wood realiza ese paso ulterior y, teniendo en cuenta la plausibilidad y, cómo no, el grado de especulación que conlleva realizar algunas conclusiones, plantea claramente la existencia de una guerra y destrucción del sitio troyano… aunque no necesariamente siguiendo el guión homérico.

Canciones para el nuevo día (1157/386): "The Drums of Gaugamela"

Alexander Score Week (II): The Drums of Gaugamela


Disco: Alexander - soundtrack (2004)

http://upload.wikimedia.org/wikipedia/en/1/1f/Alexander_cover.jpg

29 de abril de 2013

Canciones para el nuevo día (1156/385): "Titans"

Esta semana se la dedico al magnífico score de Alexander, compuesto por Vangelis.

Alexander Score Week (I): Titans



Disco: Alexander - soundtrack (2004)

http://upload.wikimedia.org/wikipedia/en/1/1f/Alexander_cover.jpg

24 de abril de 2013

Reseña de Álava en Waterloo, de Ildefonso Arenas

La Historia quizá no recuerde que un español estuvo en Waterloo: la batalla que acabó con Napoleón Bonaparte y sus Cien Días. Fue el general y diplomático Miguel-Ricardo de Álava y Esquivel (1772-1843), quien actuó como improvisado segundo al mando del duque de Wellington, comandante supremo de las fuerzas anglo-neerlandesas. He de reconocer, con no demasiado rubor, que desconocía la figura del general Álava. Un hombre de guerra, sí, un marino, participante en la batalla de Trafalgar, combatiente en la guerra hispánica de 1808, conoció a Wellington en Portugal en 1810 –iniciándose una estrecha amistad–, y juntos lucharon en Talavera, Ciudad Rodrigo (cuyo ducado fue el premio que acabaría recibiendo el inglés) y Vitoria. Al regreso de Fernando VII a España, Álava fue apresado para, tras un breve cautiverio, recibir el encargo de crear la nueva embajada española en el naciente reino de los Países Bajos, fusión de las ya caducas Provincias Unidas y los territorios valones que Francia se engullera en las primeras guerras revolucionarias (1794). En realidad, la embajada en Bruselas no dejaba de ser un apéndice del auténtico trabajo de Álava: defender en París los intereses de una monarquía española ninguneada por los vencedores de 1814, a pesar de ser España el escenario vietnamizado (permítaseme el anacronismo) de Napoleón. 

Canciones para el nuevo día (1153/382): "I'll Stand By You"

The Pretenders - I'll Stand By You



Disco: Last of the Independents (1994)

18 de abril de 2013

Reseña de Augusto, de Pat Southern

Hay personajes que, por muchos libros que se publiquen de ellos, no cesa el interés del lector. César, Alejandro Magno (no hay año que pase que no se publique algo sobre el personaje en castellano; lo último en Sílex), Aníbal… quizá sea la tríada de personajes de la Antigüedad sobre quienes más libros se edita, aquí y fuera de nuestras fronteras. Luego vienen las Cleopatras, Napoleones, Hitlers, Carlos Vs… hasta formar una lista infinita. De emperadores romanos también se publica a menudo,  ya sea en solitario o en comandita, todos juntitos, bajo etiquetas más o menos comerciales (“emperadores locos, criminales o malvados”, a gusto de consumidores de todo tipo) o en períodos dinásticos (los Julio-Claudios se llevan la palma). La figura de Augusto también ha recibido no poco interés, ya sea recientemente con la reedición (necesaria) de un clásico de la historiografía como La revolución romana de sir Ronald Syme (gracias, Critica) o en biografías divulgativas como la de Anthony Everitt en Ariel; y eso sin contar las novelas históricas que, protagonizadas por él, dejándolo de secundario de lujo o trasladando la acción a las provincias durante su gobierno (algunas novelas hispanas ha habido). Por tanto, pudiera parecer en un primer pensamiento (“oh cielos, otro libro más sobre Augusto…”) que la publicación de Augusto de Pat Southern (Gredos, 2013) estaba de más. Craso error, más aún si tenemos en cuenta la serie de interesantes libros que sobre personajes o autores del mundo clásico está sacando al mercado español esta editorial, la mayoría no novedades de última hora (lo último, la monografía sobre Séneca de Pierre Grimal, golosísimo).