Hay personajes que, por muchos
libros que se publiquen de ellos, no cesa el interés del lector. César,
Alejandro Magno (no hay año que pase que no se publique algo sobre el personaje
en castellano; lo último en Sílex), Aníbal… quizá sea la tríada de personajes
de la Antigüedad sobre quienes más libros se edita, aquí y fuera de nuestras
fronteras. Luego vienen las Cleopatras, Napoleones, Hitlers, Carlos Vs… hasta
formar una lista infinita. De emperadores romanos también se publica a
menudo, ya sea en solitario o en
comandita, todos juntitos, bajo etiquetas más o menos comerciales (“emperadores
locos, criminales o malvados”, a gusto de consumidores de todo tipo) o en
períodos dinásticos (los Julio-Claudios se llevan la palma). La figura de
Augusto también ha recibido no poco interés, ya sea recientemente con la
reedición (necesaria) de un clásico de la historiografía como La revolución romana de sir Ronald Syme
(gracias, Critica) o en biografías divulgativas como la de Anthony Everitt en
Ariel; y eso sin contar las novelas históricas que, protagonizadas por él,
dejándolo de secundario de lujo o trasladando la acción a las provincias
durante su gobierno (algunas novelas hispanas
ha habido). Por tanto, pudiera parecer en un primer pensamiento (“oh cielos,
otro libro más sobre Augusto…”) que la publicación de Augusto de Pat Southern
(Gredos, 2013) estaba de más. Craso error, más aún si tenemos en cuenta la
serie de interesantes libros que sobre personajes o autores del mundo clásico
está sacando al mercado español esta editorial, la mayoría no novedades de
última hora (lo último, la monografía sobre Séneca de Pierre Grimal,
golosísimo).