31 de mayo de 2018
30 de mayo de 2018
Crítica de cine: Disobedience, de Sebastián Lelio
Crítica publicada previamente en el portal Fantasymundo.
El cine chileno pasa por un momento especialmente dulce, con una generación de directores nacidos en los años setenta y con proyección internacional. Así, cabría destacar a Pablo Larraín –El club, Neruda y Jackie, entre lo más reciente– y Sebastián Lelio, con éxitos como Gloria (que tendrá un remake estadounidense dirigido por el propio director) y Una mujer fantástica, cinta que ganó el Oscar a mejor filme de habla no inglesa en la edición de 2018. Como hiciera Larraín con Jackie (espléndido filme sobre Jackie Kennedy en los días posteriores al asesinato de su marido), Lelio da el salto también al cine anglosajón y lo hace con una adaptación de la novela Disobedience de la escritora británica Naomi Alderman. La historia nos traslada a una comunidad judía ortodoxa en un Londres poco transitado por el turismo en masa. La muerte del rabino Krushka (Anton Lesser), una eminencia del estudio de la Torá, mientras pronuncia un sermón en la sinagoga, fuerza el regreso de su hija, Ronit (Rachel Weisz), una hija muy poco pródiga: tiempo atrás abandonó o más bien escapó de ese asfixiante y estricto pequeño universo para cruzar el charco y establecerse como fotógrafa. La llegada de Ronit provocará tensiones y recelos entre los miembros de la comunidad, y afectará especialmente a su relación con el discípulo y previsto sucesor del rabino, Dovid Kuperman (Alessandro Nivola), y su esposa Esti (Rachel McAdams), una antigua amiga, como Dovid, pero también algo más.
29 de mayo de 2018
28 de mayo de 2018
25 de mayo de 2018
24 de mayo de 2018
23 de mayo de 2018
22 de mayo de 2018
Canciones para el nuevo día (2477/1706): "Don't Leave Me This Way"
Original Songs' Week (II):
Harold Melvin & The Notes - Don't Leave Me This Way
21 de mayo de 2018
Crítica de cine: Borg McEnroe, de Janus Metz
Crítica publicada previamente en el portal Fantasymundo.
Para los que peinamos canas y lo vimos por televisión, John McEnroe fue un tenista que ofrecía titulares y una cierta diversión cuando perdía los nervios ante la decisión de un juez de silla –cómo no recordar su famoso “You cannot be serious!”, que le espetó a un juez en un partido del torneo de Wimbledon–, pero su juego no era especialmente elegante (al margen de sus magistrales voleas). Hoy en día, acostumbrados al estilo de juego de Roger Federer, la fuerza de Rafa Nadal o (si vuelve por sus fueros) la técnica agresiva de Novak Đoković, lo máximo que tenemos en cuanto a “mala leche” en una pista de tenis lo relacionamos con el australiano Nick Kyrgios, muy lejos de un McEnroe que podía tener muy malos modos en partido –encarándose al público, tirando raquetas al suelo o protestando porque una pelota dio fuera–, pero al menos era todo un talento. “Big Mac” se retiró en 1992, tras una laureada y larga carrera: cuatro Open de Estados Unidos y tres “ensaladeras de plata” de Wimbledon, además de otros 70 títulos individuales. Más lejos nos queda el recuerdo de Björn Borg, el tenista sueco con quien mantuvo McEnroe una rivalidad deportiva a principios de los años 80 (y una amistad posterior), y que marcó una era entre 1973 y 1981: ganó 96 torneos, entre ellos cinco Wimbledon (entre 1976 y 1980) y seis Roland Garros (cuatro de ellos consecutivos entre 1978 y 1981; la cifra de seis triunfos en París sólo sería superada por Rafa Nadal en 2012, que no se quedó ahí y a fecha de hoy ha ganado diez “Copas de los Mosqueteros”). Borg, apodado “Iceman” –este sí lo era y no el piloto de Fórmula 1 Kimi Räikkönen, que como mucho de queda en “sangre de horchata”–, se retiró a los 26 años de edad como uno de los grandes tenistas de la historia del deporte, un hombre elegante y letal en el juego, alguien que no parecía inmutarse en la pista. Parece, sin embargo, que Borg no estaba muy alejado de McEnroe en cuanto a carácter, o al menos así se refleja en Borg McEnroe, película del danés Janus Metz, que, finalmente, llega a la cartelera española tras su paso por el Festival de San Sebastián de septiembre de 2017.
18 de mayo de 2018
17 de mayo de 2018
16 de mayo de 2018
15 de mayo de 2018
14 de mayo de 2018
11 de mayo de 2018
10 de mayo de 2018
9 de mayo de 2018
8 de mayo de 2018
Crítica de cine: Roman J. Israel, Esq., de Dan Gilroy
Crítica publicada previamente en el portal Fantasymundo.
En Nightcrawler
(2014), Dan Gilroy ofreció una imagen nada esperanzadora de la
mediatización de la sociedad a través de la crónica de sucesos en unos
informativos locales, focalizando la atención en un “suministrador” de
imágenes, Louis Bloom (Jake Gyllenhaal), un parásito social que se
aprovecha de la desgracia ajena para medrar personalmente. Con su
segunda película como director, Roman J. Israel. Esq.,
Gilroy nos presenta a un personaje del todo diferente, el Roman del
título (interpretado por Denzel Washington), que constantemente añade el
“Esquire” a su nombre –un término de origen británico, a medio camino
entre el caballero y el ciudadano común, como especifica Roman en un
momento determinado del filme, y que en Estados Unidos es equivalente a
abogado–, un letrado que defiende el valor del activismo social pero
está anclado vitalmente en el pasado, y que verá como su mundo cambia
cuando su socio en el pequeño bufete legal en el que trabaja sufre un
infarto y finalmente fallece.
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