3 de junio de 2020
2 de junio de 2020
1 de junio de 2020
29 de mayo de 2020
28 de mayo de 2020
Canciones para el nuevo día (3003/2222): "Rock 'n' Roll Suicide"
David Bowie - Rock 'n' Roll Suicide
27 de mayo de 2020
26 de mayo de 2020
25 de mayo de 2020
22 de mayo de 2020
21 de mayo de 2020
20 de mayo de 2020
19 de mayo de 2020
Reseña de Storia di π, de Pietro Greco
En la película La vida de Pi (Ang Lee, 2012), basada en la novela homónima de Yann Martel (2001), hay una curiosa (y graciosa, valga la rima) secuencia: el protagonista, Piscine Molitor Patel, decide llamarse Pi pues sus compañeros de clase se mofan de su nombre y lo llaman Pis (en la versión original, los “amigos” de Pi lo llaman Pissing , "meón", que suena prácticamente igual que Piscine). Pero Pi no se conforma con soportar las burlas y en las presentaciones de cada clase “cuenta” una “historia” de por qué se llama así. Así, en la primera clase se dirige al encerado, escribe en él y dice: «buenos días, soy Piscine Molitor Patel, pero todo el mundo me llama Pi. Decimosexta letra del alfabeto griego que también se usa en matemáticas para representar la relación entre la longitud de una circunferencia y su diámetro: un número irracional infinito que suele redondearse en tres dígitos, que son 3,14. Pi». El profesor del día se queda atónito y sus compañeros de aula callan, aunque uno le recuerda «lo has intentado… Pis». Pi insiste en cada clase, a lo largo del día, en la misma historia, aumentando los decimales de la constante numérica: de los veinte decimales en Geografía pasa a rellenar tres pizarras con una serie de números en Matemáticas, y que son pronunciados con fervor por sus compañeros y ante la sorpresa de dos profesores, uno de los cuales comprueba en un enorme volumen que la sucesión es correcta.
18 de mayo de 2020
15 de mayo de 2020
14 de mayo de 2020
13 de mayo de 2020
Reseña de Return to the Reich: A Holocaust Refugee’s Secret Mission to Defeat the Nazis, de Eric Lichtblau
Es posible que el lector de este libro recuerde la historia de Frederick “Freddy” Mayer (1921-2016) por un documental, The Real Inglorious Bastards (Min Sook Lee, 2012), emitido hace unos años (en España, por la 2, febrero de 2015, por ejemplo; disponible en YouTube con doblaje castellano sobre el original en inglés). Un documental que toma el nombre de la película Inglourious Basterds [Malditos bastardos] de Quentin Tarantino (2009), que cuenta la peripecia (ficticia) de un grupo de judíos que, en los últimos años de la Segunda Guerra Mundial, se infiltra en la Francia ocupada aún por los nazis –París fue liberado en agosto de 1944, por tanto, la acción de la película debe transcurrir antes–, y que traza incluso un paralelismo entre la patrulla que lidera Aldo Raine (Brad Pitt) y los protagonistas de la Operación Greenup que Mayer, exiliado alemán en Estados Unidos, el también exiliado y neerlandés Hans Wijnberg (1922-2011) y el prisionero de guerra austriaco (y desertor) Franz Weber, desarrollaron en el Tirol entre finales de febrero y principios de mayo de 1945.
12 de mayo de 2020
Canciones para el nuevo día (2991/2210): "A Fifth of Beethoven (Extended Version)"
Walter Murphy and The Big Apple Band - A Fifth of Beethoven (Extended Version)
11 de mayo de 2020
Reseña de Rasputin: Faith, Power, and the Twilight of the Romanov, de Douglas Smith
Para el común de los mortales, Grigory Yefímovich Rasputín (1869-1916) es ese personaje ruso extravagante que «cameló» al zar Nicolás II y (especialmente) a la zarina Alexandra, un depredador sexual y un tipo que avergonzaba a todo un país con sus tejemanejes, hasta que su muerte (de por sí azarosa, según la leyenda del personaje) liberó a Rusia de su presencia… por fin. La canción de Boney M, “Rasputín” —pertenece al álbum Nightflight to Venus (1978), uno de los más vendidos por el peculiar grupo euro-caribeño en Alemania (un millón de copias vendidas), Canadá (medio millón), Reino Unido (300.000 copias) y España (100.000 copias)—, enumera en sus letras los tópicos y temas que se recuerdan de él y se han repetido hasta la saciedad: que era el amante de la zarina, que su mirada era fascinante y seductora, que era un imán para las mujeres, que influyó en la política de la época, que era un santón con poderes de curación, que bebía mucho y provocaba escándalos públicos hasta que la gente se cansó de sus excentricidades y un grupo de personas de la élite (a los que «no hay que culpar) lo engañaron y, veladamente, se deja entrever que lo asesinaron., «Oh, esos rusos…», concluye la voz del solista (que no era la Bobby Farrell, por cierto), como diciendo «es que eran así, no sorprende que entre ellos surgiera alguien como Rasputín, la vergüenza de toda una nación…». La canción tuvo un éxito enorme e incluso un periodista musical la definió como «a tribute to the legendary Russian historical figure that uses balalaikas to create its textured rhythm guitar hook», pues Rasputín era muy devoto de la música popular y no era inusual que, en el imposible caso de escuchar una canción, se hubiera dejado llevar por el ritmo de los instrumentos, sus rodillas y pies hubieran acompañado la melodía y, finalmente, se hubiera arrancado a bailar. Así lo comenta Douglas Smith en su extenso volumen dedicado al personaje: Rasputin: Faith, Power, and the Twilight of the Romanovs (Farrar, Strauss and Giroux, 2016; ed. en rústica, Picador, 2017), un volumen que ya se ha considerado como el estudio «definitivo» sobre Rasputín; quien esto escribe es reticente a utilizar adjetivos como «definitivo» para categorizar un libro de investigación histórica, pues nunca hay nada definitivo en estas lides (si acaso, la muerte…), pero la primera conclusión que podemos sacar es que, ciertamente, se aproxima a dicha etiqueta.
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