18 de enero de 2019

Efemérides historizadas (XXXVI): 18 de enero de 1871 - proclamación del Imperio Alemán

Un 18 de enero de 1871 Guillermo I, rey de Prusia*, fue proclamado emperador alemán (Deutscher Kaiser) en el Salón de los Espejos del Palacio de Versalles. El acto era también la carta de presentación oficial del Imperio Alemán (Deutsches Reich), que formalmente existía desde que se aprobó la Constitución del nuevo Estado alemán, que entró en vigor el 1 de enero y en virtud de la cual la Confederación de la Alemania del Norte (Norddeutscher Bund) se transformaba en el Imperio. Este ente había surgido tras la disolución de la Confederación Germánica a raíz de la la guerra entre Prusia (y sus aliados alemanes) y Austria (y los suyos), que terminó con la victoria de la primera en la batalla de Sadowa (o Könniggrätz) en julio de 1866. La Confederación Germánica fue disuelta con la paz de Praga (23 de agosto de 1866) y en su lugar se formó la Confederación de la Alemania del Norte, es decir, la unión de 22 estados alemanes situados al norte del río Main (o Meno) bajo la égida del reino de Prusia y constituida como tal en abril de 1867. La Constitución del nuevo Estado –pues era precisamente eso, un nuevo Estado alrededor de Prusia– entró en vigor el 1 de agosto de dicho año y entabló inmediatamente relaciones con los demás estados alemanes del sur, es decir, los reinos de Baviera y Württemberg, y el gran ducado de Baden. La otra gran potencia alemana, Austria, realizaría también su propia reconversión, mediante el Compromiso austrohúngaro (Ausgleich en alemán, Kiegyezés en húngaro) de febrero de 1867 por el cual se creaba la Monarquía Dual, es decir, la creación del Imperio Austrohúngaro.

Canciones para el nuevo día (2650/1869): "One Bourbon, One Scotch, One Beer"

George Thorogood and The Destroyers - One Bourbon, One Scotch, One Beer 

Disco: George Thorogood and The Destroyers (1977)


16 de enero de 2019

Efemérides historizadas (XXXV): 16 de enero de 27 a.C. - Octaviano se "convierte" en Augusto

Un 16 de enero del año 27 a.C. (o 727 desde la fundación de la ciudad de Roma), el princeps Senatus (desde el año anterior), Gayo Julio César Octaviano (Imperator Caesar Divi Filius, según la nomenclatura oficial asumida poco años atrás), recibió el título de Augusto a propuesta del senador Lucio Munacio Planco (uno de los políticos chaqueteros más notorios, si no el que más, de las décadas finales del régimen republicano). La «transformación», aparentemente indolora, de Gayo Octavio en Augusto culminaba un proceso de acumulación del poder con la asunción de un título de resonancias sacrosantas (etimológicamente, augusto procede de augeo, que significa «engrandecer»); un proceso que había comenzado prácticamente desde que se desvelara el testamento del dictador Gayo Julio César, tras su asesinato en los idus de marzo del año 44 a.C., en virtud del cual se designaba al joven Octavio, de apenas dieciocho años, como heredero de su nombre y su fortuna. Sería ese nombre (o puer, qui omnia nomini debes, «muchacho, que todo se lo debes a tu nombre», le diría Marco Antonio) y esa fortuna la base de la carrera que Octavio iniciaría hacia el poder… y hacia otro nombre.

Canciones para el nuevo día (2648/1867): "This Time Tomorrow"

The Kinks - This Time Tomorrow 

Disco: Lola Versus Powerman and the Moneygoround, Part One (1970)


13 de enero de 2019

Crítica de cine: Los nenúfares de Monet: la magia de la luz y el agua, de Giovanni Troilo

Crítica publicada previamente en el portal Fantasymundo.

Nota: este documental llega a las salas de cine como evento cinematográfico. Exhibidores como Yelmo, Grup Balañà y los Cines Verdi en Barcelona, lo emitirán los días 11 y/o 12 de diciembre, vinculado a una programación cultural especial; consúltese también en FilmAffinity para saber en qué otros cines se emitirá.

Claude Monet (1840-1926) fue uno de los “fundadores” del impresionismo, movimiento artístico que surgió como respuesta a un cierto realismo y formalismo académico en la década de los años 1870. Precisamente fue su obra Impresión, sol naciente (1872) la que dio nombre al movimiento (y a partir de un comentario despreciativo por parte del crítico Louis Leroy ante los cuadros expuestos por los artistas independientes en 1874) y la que muestra los aspectos esenciales de prácticamente toda la obra de Monet: el agua y la luz. Precisamente estos elementos constituyen el eje del documental Los nenúfares de Monet: la magia de la luz y el agua, dirigido por Giovanni Troilo. Escrito por el director en colaboración con Giorgio D’Introno y Marco Pisoni, El documental se basa en el libro del especialista en el arte y novelista Ross King, Mad Enchantment: Claude Monet and the Painting of the Water Lillies (Bloomsbury, 2016), al que se entrevista, y cuenta con la actriz Elisa Lasowski como “presentadora” y “conductora” de los espectadores de las playas de Normandía a París a través del curso del río Sena.

12 de enero de 2019

Reseña de Tintín-Hergé: una vida del siglo XX, de Fernando Castillo


«¡Por los bigotes de Plekszy-Gladz!».

Inevitablemente una reseña como esta tiene un componente personal evidente. Como muchos tintinófilos (sin necesidad de caer en una cierta tintinolatría), me acerqué a los cómics de Hergé (Georges Remi, 1907-1983) en mi más tierna infancia. Lo curioso es que a día de hoy no poseo ni siquiera un ejemplar de los 23 álbumes publicados sobre las aventuras de Tintín (y eso si no contamos el vigésimo cuarto, Tintín y el Arte-Alfa, incompleto): siempre los he leído de prestado o in situ en bibliotecas de barrio o en librerías. No me preguntéis por qué nunca he tenido tal tentación (por eso no me acabo de considerar un tintinólatra); lo cierto es que nunca tuve la necesidad y si acaso he releído los diversos álbumes, sin orden ni concierto, ha sido, lo dicho, en bibliotecas o librerías.  No guardo un recuerdo especial de cuándo fue la primera vez que un cómic de Tintín cayó en mis manos: debía de tener diez u once años, posiblemente fuera en la biblioteca del centro cívico de La Sedeta, un centro de enseñanza de la parte baja del barrio de Gràcia barcelonés, adonde acudía con algunos compañeros de clase al salir del colegio para echar unas canastas, chutar un balón de fútbol o, después, hacer los deberes de cada día. Siempre me sobraba un rato para leer cómics como los de Tintín, Astérix o el mítico Cavall Fort (los lectores catalanes de esta reseña que sean más o menos de mi edad recordarán este tebeo). Tintín siempre caía en uno de esos ratos; las relecturas fueron constantes, hasta el punto de que sus diálogos, en catalán (nunca me he acostumbrado a leer a Tintín en otra lengua que no fuera ésta), con los exabruptos del capitán Haddock, forman parte de mis recuerdos infantiles y juveniles.