Un 18 de enero de 1871 Guillermo I, rey de Prusia*, fue proclamado emperador alemán (Deutscher Kaiser) en el Salón de los Espejos del Palacio de Versalles. El acto era también la carta de presentación oficial del Imperio Alemán (Deutsches Reich), que formalmente existía desde que se aprobó la Constitución del nuevo Estado alemán, que entró en vigor el 1 de enero y en virtud de la cual la Confederación de la Alemania del Norte (Norddeutscher Bund) se transformaba en el Imperio. Este ente había surgido tras la disolución de la Confederación Germánica a raíz de la la guerra entre Prusia (y sus aliados alemanes) y Austria (y los suyos), que terminó con la victoria de la primera en la batalla de Sadowa (o Könniggrätz) en julio de 1866. La Confederación Germánica fue disuelta con la paz de Praga (23 de agosto de 1866) y en su lugar se formó la Confederación de la Alemania del Norte, es decir, la unión de 22 estados alemanes situados al norte del río Main (o Meno) bajo la égida del reino de Prusia y constituida como tal en abril de 1867. La Constitución del nuevo Estado –pues era precisamente eso, un nuevo Estado alrededor de Prusia– entró en vigor el 1 de agosto de dicho año y entabló inmediatamente relaciones con los demás estados alemanes del sur, es decir, los reinos de Baviera y Württemberg, y el gran ducado de Baden. La otra gran potencia alemana, Austria, realizaría también su propia reconversión, mediante el Compromiso austrohúngaro (Ausgleich en alemán, Kiegyezés en húngaro) de febrero de 1867 por el cual se creaba la Monarquía Dual, es decir, la creación del Imperio Austrohúngaro.
La nueva Confederación se constituía como un Estado federal en el que cada uno de los estados integrantes mantendría su autonomía tanto en materia fiscal como en justicia, educación, ejército y legislación comercial. El rey de Prusia, como cabeza del Estado, asumía una labor de presidencia y dirigía la política exterior, así como se erigía en comandante supremo del ejército y designaba al canciller federal, que durante la existencia de la Confederación (apenas tres años y medio) fue Otto von Bismarck, canciller prusiano desde 1861. El nuevo Estado nacía con una marcada voluntad de transitoriedad, pues aunque agrupaba los estados alemanes del norte se mantenía la incertidumbre de hasta qué punto, o mejor dicho, cuándo se integrarían los estados alemanes del sur, con quienes se había formado una unión aduanera (Zollverein).
La formación de la Confederación de la Alemania del Norte significaba que el equilibrio de poder en la Europa posterior al Congreso de Viena (1814-1815), esencialmente en la Europa central, quedaba roto con el auge de un poderoso Estado que, tras derrotar a uno de los garantes de dicho equilibrio, Austria, amenazaba la del otro, Francia. La guerra entre el Segundo Imperio Francés y la nueva Confederación (y sus aliados alemanes del sur) era cuestión de tiempo y las excusas no faltaron: la agresiva política de Bismarck respecto a la cuestión aduanera con los alemanes del sur, la pugna con Francia en las candidaturas al trono español (vacante tras el derrocamiento de Isabel II) y, como chispa flagrante, el famoso telegrama de Ems, incidente que provocó que Napoleón III declarara la guerra al rey prusiano. La guerra fue rápida (apenas un mes y medio), los franceses fueron derrotados en Sedán, Napoleón III abdicó, se formó la Tercera República francesa, París fue sitiada durante varios meses por los prusianos y finalmente se firmó un armisticio definitivo a finales de enero de 1871, previo al tratado de paz de Fráncfort en mayo del mismo año entre la Francia (ahora republicana) y el Imperio Alemán, proclamado oficialmente con todo boato el 18 de enero previo.
El Imperio Alemán asumía la estructura de la Confederación de la Alemania del Norte e integraba los territorios alemanes del sur anteriormente mencionados. De este modo, Guillermo I unía la corona de Prusia a la corona imperial y asumía la presidencia permanente de una monarquía federal, es decir, sobre los reyes, grandes duques, príncipes y ciudades libres que conformaban el Imperio. La nueva forma del Estado alemán se mantendría hasta el final de la Primera Guerra Mundial, en noviembre de 1918. Para entonces, Guillermo II, rey prusiano y emperador alemán desde junio de 1888, abdicó de ambos títulos (aunque inicialmente pensó que podía mantener la corona prusiana) y se puso fin al Imperio Alemán, si entendemos como tal a la monarquía alemana bajo dominio de los Hohenzollern. Estrictamente hablando, el Deutsches Reich continuaría hasta 1949, primero bajo un régimen republicano (la República de Weimar), de estructura federal y presidido por un Reichspräsident (presidente del Reich) hasta agosto de 1934; después, con Adolf Hitler como Führer, bajo el régimen nacionalsocialista; y finalmente, hasta mayo de 1949, bajo la ocupación de las potencias vencedoras en la Segunda Guerra Mundial, tres de las cuales (Estados Unidos, Reino Unido y Francia) permitirían a las partes ocupadas bajo su control la formación de la República Federal Alemana (Bundesrepublilk Deutschland). En ese momento, el Reich alemán, que fuera proclamado en Versalles aquel 18 de enero de 1871, dejaba formalmente de existir. La reunificación alemana se produciría, tras la caída del Muro de Berlín, en septiembre de 1990 (Alemania asumiría su plena soberanía el 15 de marzo de 1991).
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* Formalmente, los soberanos Hohenzollern fueron reyes en (y no de) Prusia, territorio situado fuera de las fronteras del Sacro Imperio Romano Germánico, entre 1701 y 1772. La cuestión es que la Prusia ducal durante siglos había formado parte del reino de Polonia y, para no soliviantar a la Dieta polaca, se decidió mantener una cierta ficción en cuanto a la titulación. Cuando se produjo la primera partición del reino de Polonia, en 1772, Federico II el Grande acabó con la ficción y se hizo llamar ya rey de Prusia, como así harían sus sucesores. Todo había empezado cuando, para lograr su participación en la alianza contra el rey francés Luis XIV en la eventual Guerra de Sucesión española (1702-1714), el emperador Leopoldo I accedió a que su aliado Federico III de Brandeburgo-Prusia –la unión personal entre el margraviato y el ducado desde 1618, y que funcionaba como Estado– se coronara como cabeza del ducado, reconvertido en reino, de Prusia. La coronación de Federico I como rey prusiano tuvo lugar, curiosamente, también un 18 de enero, pero de 1701.
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