9 de junio de 2018

Crítica de cine: Algo celosa, de David y Stéphane Foenkinos

Crítica publicada previamente en el portal Fantasymundo.

La comedia francesa actual es ese género que suele prodigarse a menudo por la cartelera hispana, a menudo con el gancho de “xxx millones ya la han visto en Francia” y con fórmulas repetitivas. Omar Sy, lo más; Dany Boon, incombustible. Antaño, Louis de Funes, pero los tiempos cambian (y de todos modos De Funes me hacía cero gracia). Hoy en día la comedia francesa es un producto que se produce como churros y para todos los públicos, pocas veces es mordaz y muchas menos, memorable. De consumo rápido, se ve y se olvida con la facilidad con lo que se siguen estrenando: enseguida. Por ello, puede provocar cierta pereza cuando se llega una nueva muestra de este género en sí mismo, pero también se genera una sensación de “bueno, al menos me entretendré”; quizá por ello abunda tanto. Como muestra del estado de salud del cine galo, es envidiable, ojalá por aquí hiciéramos más comedias y con la facilidad con la que guionistas, directores y actores franceses parecen hacerlo, que quizá no es tanto. Industria, dicen... quizá sea eso. Sea como fuere, Algo celosa es una de las muestras más recientes de lo estirada y adocenada que está la comedia francesa. Y, como suele pasar, funciona y la olvidas casi al mismo tiempo.

30 de mayo de 2018

Crítica de cine: Disobedience, de Sebastián Lelio

Crítica publicada previamente en el portal Fantasymundo.  

El cine chileno pasa por un momento especialmente dulce, con una generación de directores nacidos en los años setenta y con proyección internacional. Así, cabría destacar a Pablo Larraín –El club, Neruda y Jackie, entre lo más reciente– y Sebastián Lelio, con éxitos como Gloria (que tendrá un remake estadounidense dirigido por el propio director) y Una mujer fantástica, cinta que ganó el Oscar a mejor filme de habla no inglesa en la edición de 2018. Como hiciera Larraín con Jackie (espléndido filme sobre Jackie Kennedy en los días posteriores al asesinato de su marido), Lelio da el salto también al cine anglosajón y lo hace con una adaptación de la novela Disobedience de la escritora británica Naomi Alderman. La historia nos traslada a una comunidad judía ortodoxa en un Londres poco transitado por el turismo en masa. La muerte del rabino Krushka (Anton Lesser), una eminencia del estudio de la Torá, mientras pronuncia un sermón en la sinagoga, fuerza el regreso de su hija, Ronit (Rachel Weisz), una hija muy poco pródiga: tiempo atrás abandonó o más bien escapó de ese asfixiante y estricto pequeño universo para cruzar el charco y establecerse como fotógrafa. La llegada de Ronit provocará tensiones y recelos entre los miembros de la comunidad, y afectará especialmente a su relación con el discípulo y previsto sucesor del rabino, Dovid Kuperman (Alessandro Nivola), y su esposa Esti (Rachel McAdams), una antigua amiga, como Dovid, pero también algo más.

Canciones para el nuevo día (2483/1712): "Long Train Runnin'"

The Doobie Brothers - Long Train Runnin'



Disco: The Captain and Me (1973)



21 de mayo de 2018

Crítica de cine: Borg McEnroe, de Janus Metz

Crítica publicada previamente en el portal Fantasymundo.

Para los que peinamos canas y lo vimos por televisión, John McEnroe fue un tenista que ofrecía titulares y una cierta diversión cuando perdía los nervios ante la decisión de un juez de silla –cómo no recordar su famoso “You cannot be serious!”, que le espetó a un juez en un partido del torneo de Wimbledon–, pero su juego no era especialmente elegante (al margen de sus magistrales voleas). Hoy en día, acostumbrados al estilo de juego de Roger Federer, la fuerza de Rafa Nadal o (si vuelve por sus fueros) la técnica agresiva de Novak Đoković, lo máximo que tenemos en cuanto a “mala leche” en una pista de tenis lo relacionamos con el australiano Nick Kyrgios, muy lejos de un McEnroe que podía tener muy malos modos en partido –encarándose al público, tirando raquetas al suelo o protestando porque una pelota dio fuera–, pero al menos era todo un talento. “Big Mac” se retiró en 1992, tras una laureada y larga carrera: cuatro Open de Estados Unidos y tres “ensaladeras de plata” de Wimbledon, además de otros 70 títulos individuales. Más lejos nos queda el recuerdo de Björn Borg, el tenista sueco con quien mantuvo McEnroe una rivalidad deportiva a principios de los años 80 (y una amistad posterior), y que marcó una era entre 1973 y 1981: ganó 96 torneos, entre ellos cinco Wimbledon (entre 1976 y 1980) y seis Roland Garros (cuatro de ellos consecutivos entre 1978 y 1981; la cifra de seis triunfos en París sólo sería superada por Rafa Nadal en 2012, que no se quedó ahí y a fecha de hoy ha ganado diez “Copas de los Mosqueteros”). Borg, apodado “Iceman” –este sí lo era y no el piloto de Fórmula 1 Kimi Räikkönen, que como mucho de queda en “sangre de horchata”–, se retiró a los 26 años de edad como uno de los grandes tenistas de la historia del deporte, un hombre elegante y letal en el juego, alguien que no parecía inmutarse en la pista. Parece, sin embargo, que Borg no estaba muy alejado de McEnroe en cuanto a carácter, o al menos así se refleja en Borg McEnroe, película del danés Janus Metz, que, finalmente, llega a la cartelera española tras su paso por el Festival de San Sebastián de septiembre de 2017.