23 de febrero de 2018
22 de febrero de 2018
21 de febrero de 2018
20 de febrero de 2018
19 de febrero de 2018
16 de febrero de 2018
Crítica de cine: Muchos hijos, un mono y un castillo, de Gustavo Salmerón
¿Pueden ser las vértebras de una
abuela asesinada durante la Guerra Civil convertirse en uno de los mcguffins
más originales del cine español (y me atrevo a decir del de más allá de
nuestras fronteras) en los últimos años? Pues Gustavo Salmerón lo hace en la
película documental con la que ganó el Premio Goya de la categoría en este
2018. Y eso que Muchos hijos, un mono y un castillo –título
también mcguffinero donde los haya– es bastante más que la búsqueda de unas
vértebras humanas en un piso (y un castillo) por parte de los hijos de Julita
Salmerón, madre del director, protagonista y alma (máter) de un documental que
ya en su tráiler prometía hacérnoslo pasar bien y descubrir a una señora de 82
años. A lo largo de la hora y media que dura este documental, que a su vez
recopila las grabaciones que Gustavo hizo personalmente durante años y a su vez
recoge fragmentos de cintas de vídeo de varias décadas de la familia Salmerón, Julita
reflexiona sobre su existencia y se muestra con una autenticidad que a priori
podría parecer algo impostada pero que enseguida logra atraparnos con su manera
de entender la vida. Julita Salmerón, una mujer que provoca ternura y
carcajadas, que te la llevarías a casa y la tendrías en el sofá contándote mil
y un detalles; probablemente, mi persona(je) favorit@ de este 2018 recién
empezado.
15 de febrero de 2018
14 de febrero de 2018
13 de febrero de 2018
12 de febrero de 2018
10 de febrero de 2018
Crítica de cine: The Florida Project, de Sean Baker
Suele ser tradición que en la carrera de los Oscars de cada año destaque alguna(s) película(s) del llamado cine “independiente”: cinta(s) modesta(s) en cuanto a presupuesto y que suele(n) ser realizada(s) por directores y guionistas con un estilo muy personal y (a priori) al margen de las grandes productoras hollywoodienses. En la cosecha de este año parece que Lady Bird es la que más se acerca a esta etiqueta entre las nominadas a mejor película y acumula algunas candidaturas más, mientras que The Florida Project, película que bien puede incluirse en el marco (y el estilo) de ese cine independiente, ha tenido que conformarse (es un decir: acopia candidaturas y premios en numerosos festivales y certámenes) con una nominación a mejor actor de reparto (para Willem Dafoe). No sorprende demasiado: coescrita (en colaboración con Chris Bergoch) y dirigida por Sean Baker, The Forida Project es un retrato íntimo de aquellos que no participan del “sueño americano”, un tema que podría no ser del gusto de la Academia de las Artes y Ciencias Cinematográficas; si al menos el sufrimiento desaforado a lo Precious estuviera presente, parece escucharse sotto voce, la cosa les impulsaría a dejarse impactar y premiar con muchas nominaciones, pues el sufrimiento “mola” (entiéndase la ironía). No es el caso: quizá este filme sea una metáfora del fracaso de ese “American Dream”, pero sin necesidad de recargas las tintas en lo obvio ni de amargarles en exceso la diversión a personajes como la pequeña Moonee (Brooklyn Prince, todo un descubrimiento).
Crítica de cine: David Hockney en la Royal Academy of Arts, de Phil Grabsky
Crítica publicada también en el portal Fantasymundo.
Nota: este documental llega a las salas de cine no como estreno regular, sino como evento cinematográfico de duración limitada. Exhibidores como Cinesa y Yelmo a nivel nacional, y Grup Balañà y los Cines Verdi en Barcelona, lo emitirán en los días 12 y 13 de febrero, en algún caso vinculado a una programación cultural especial; consúltese sus webs para saber en qué cines se emitirá.
Nota: este documental llega a las salas de cine no como estreno regular, sino como evento cinematográfico de duración limitada. Exhibidores como Cinesa y Yelmo a nivel nacional, y Grup Balañà y los Cines Verdi en Barcelona, lo emitirán en los días 12 y 13 de febrero, en algún caso vinculado a una programación cultural especial; consúltese sus webs para saber en qué cines se emitirá.
David Hockney (n. 1937) es uno de los pintores británicos más relevantes en la actualidad. Su obra es coetánea de artistas como Francis Bacon y Lucian Freud, y con ellos volvió a “poner de moda” (si se me permite la expresión) la pintura figurativa en las décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial, cuando la abstracción de pintores como Jackson Pollock parecían inundarlo todo (por supuesto, no fue así, pero en aras de la simplificación, que no simplicidad, no nos pondremos a disertar sobre la pintura, el arte en general, de la segunda mitad del siglo XX). Vinculado activamente al Pop Art (del que Andy Warhol no fue el único profeta), viajó por primera vez a Los Ángeles en 1964, donde estableció su residencia permanente desde 1978, y donde tiene su estudio, tras varias estancias en Londres y París. Hockney se convirtió en un artista muy popular con sus retratos y sus exposiciones siempre han tenido un enorme éxito. Precisamente, y cuando el artista ya estaba en su octava década de vida, la Royal Academy of Arts de Londres organizó dos exposiciones temporales, en 2012 y 2016, con dos de los géneros que el pintor británico ha trabajado a fondo en su carrera: el paisajismo y el retrato. Fruto de entrevistas con Hockney en ocasión de las dos exposiciones llega a las salas de cine un documental, David Hockney en la Royal Academy of Arts, que permite conocer a fondo la obra de este carismático pintor.
9 de febrero de 2018
8 de febrero de 2018
7 de febrero de 2018
6 de febrero de 2018
Reseña de El jinete pálido. 1918: La epidemia que cambió el mundo, de Laura Spinney
Esta reseña parte de la lectura del original en inglés. Notas entre paréntesis, al final de la reseña.
La mal llamada "gripe española" (1) provocó entre 50 y 100 millones de muertos en el período 1918-1920: más que las dos guerras mundiales juntas. Las primeras evidencias de la pandemia surgieron en Camp Funston, Kansas, en marzo de 1918, en un entorno castrense y de soldados que estaba previsto enviar al frente de la guerra en Francia. Quizá por ello la enfermedad saltó con virulencia en Étaples, en el frente occidental; en abril la enfermedad, que ya se había extendido por el Medio Oeste estadounidense, había llegado a las trincheras del frente occidental; a finales de mayo la gripe se había extendido por el resto de Francia, Italia, España (el rey Alfonso XIII enfermó, pero se recuperó), Reino Unido y Alemania (la blitzkatarrah, como la llamaron los soldados alemanes), Polonia, Ucrania y el sur de Rusia. Se extendió al norte de África, desde donde avanzó hacia el este, la India, China y Japón. A finales de julio llegó a Australia y entonces comenzó a remitir. Fue la primera oleada de la epidemia y se circunscribió en aquellos meses a la evolución de la guerra y a un escenario bélico en el que la llegada de tropas y el movimiento de las mismas se consideró un catalizador de una enfermedad que, no obstante, sorprendió por su extensión y estragos: alrededor de un millón de soldados alemanes enfermaron y no pudieron participar en las operaciones de primavera que conformaron la última ofensiva de las Potencias Centrales en el frente occidental.
5 de febrero de 2018
3 de febrero de 2018
Crítica de cine: El hilo invisible, de Paul Thomas Anderson
Si nos acercáramos a una sala de cine a ver una película sin saber quién es su creador, quizá nos llevaríamos más de una sorpresa, porque por estilo hay películas que no parecen propias de la filmografía de un cineasta. Por supuesto, es una primera impresión que, si nos ponemos a escudriñar a fondo esa película, a la postre se acaba desvaneciendo: pues un creador siempre deja su marca personal, sus obsesiones incluso, en todo aquello que crea. Han pasado un par de décadas desde que Paul Thomas Anderson nos maravillara con ese auténtico peliculón que es Boogie Nights (1997), película coral sobre personajes alrededor de la industria del cine porno en las décadas de 1970 y 1980. Con aquel filme, Anderson anunció que tenía mucho que decir –su ópera prima, Sydney (1996) ya era un anticipo–, y aún tendría mucho más que decir con Magnolia (1999), sin duda su mejor filme: personajes desamparados en el Valle de San Fernando y una lluvia de ranas que era metáfora visual de muchas cosas. ¿Y qué haces cuando no has llegado a los treinta años de edad y has parido dos obras maestras? (porque ambas lo son). Puedes darle un nuevo significado a la comedia romántica con Embriagado de amor (2002) y luego tomarte un tiempo para realizar una película como Pozos de ambición (2007), una historia sobre la esencia del capitalismo, en la que por primera vez partía de una obra que no era suya (la novela de Upton Sinclair). Cinco años después llegó The Master, quizá su película más compleja hasta el momento, sobre el fundador de la Iglesia de la Cienciología (con otro nombre, por si acaso) y en 2014 se permitió un divertimento tan psicodélico como Puro vicio (2014), basado en la novela de alguien tan inclasificable como Thomas Pynchon. Y ahora llega la película “menos Paul Thomas Anderson” de su filmografía… ¿pero realmente es una película tan poco “suya”? Pues ni tanto ni tan poco…
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