Crítica publicada previamente en el portal Fantasymundo.
En la selva del Congo, unos reporteros de prensa fotografían, ocultos en la arboleda, a una guerrilla en un rito de iniciación de niños soldados y recolectores de coltán. De pronto, entre los soldados armados y los jóvenes con el rostro enharinado, se ve a una joven de piel blanca. ¿Quién es’ ¿Qué hace allí? Los reporteros apenas pueden sacar una foto antes de poder huir, perseguidos por los soldados furiosos. Esa foto es la de Sara (Marián Álvarez), colaboradora de una ONG que despareció en el África Central hace unos años. Su hermano, Laura (Belén Rueda), viajará a Kampala (Uganda) para seguir el rastro de esa hermana que lo dejó todo, familia incluida –con un padre (Ramón Barea) ya con el síndrome de Alzheimer y a quien se evoca, de manera algo artificiosa, en un par de flashbacks–, para ayudar a los demás. Pero Sara se esfumó y su rastro será tan difícil de seguir para Laura como peligrosa para su propia será la misión a emprender. En la selva africana, entre grupos militares rebeldes sedientos de sangre y liderados por fanáticos generales que tratan de crear una imagen prácticamente legendaria, Laura conocerá de cerca la realidad de la zona y vivirá de cerca el dolor de sus gentes.