1 de mayo de 2017

Crítica de cine: Maravilloso Boccaccio, de Paolo y Vittorio Taviani

Como ya sucediera con su anterior (y espléndida) película, César debe morir (2012), Maravilloso Boccaccio de los veteranísimos hermanos Paolo y Vittorio Taviani llega con un cierto retraso a las salas españolas, pues fue estrenada en Italia en 2015; y es probable que la película, que presumiblemente se estrenará en pocas salas, pasará desapercibida en estos tiempos en el que lo que abunda es el cine de superhéroes, precuelas y secuelas, y comedias gamberras, que suelen ser los géneros en boga para el público que suele ir semanalmente a las salas de unos (también presumiblemente) multicines en un centro comercial: la gente joven. Por ello, películas de corte artesanal, de sello argumental más contemplativo, películas más “relajadas” (aburridas, se dirá), preciosistas en ocasiones, suelen pasar de puntillas por la cartelera y apenas duran un par de semanas antes de convertirse en veneno para la taquilla. Reconozcámoslo, el cine (en un porcentaje altísimo) está hecho para ganar dinero, vender palomitas y retroalimentarse constantemente con remakes y franquicias. Y, sin embargo, queda hueco para películas diferentes (antes no lo eran, lo “diferente” era lo que abunda hoy en día). Dejemos aquí, por tanto, la pataleta.

Canciones para el nuevo día (2201/1430): "Come and Get Your Love"

Redbone - Come and Get Your Love

 
Disco: Wovoka (1973)

 

14 de abril de 2017

Crítica de cine: Nieve negra, de Martín Hodara

Nieve negra es una película curiosa por varias cuestiones, algunas de ellas relacionadas con su producción; en este caso, coproducción hispano-argentina, con participación de medios españoles y catalanes por igual en el primer caso. Ello quizá explique (o quizá no, quién sabe) que el rodaje se haya realizado en el Pirineo catalán y andorrano para simular la Patagonia argentina. Más difícil de entender, y entramos ya en lo narrativo, es que los personajes principales, que en la edad adulta interpretan Leonardo Sbaraglia y Ricardo Darín, suelten algunos diálogos en catalán en sus roles adolescentes; no demasiados, pero sí los suficientes como para que después de oírlos durante casi una hora en ese delicioso deje argentino que tienen ambos a uno le llame la atención oír a varios personajes dialogar en la lengua de Mercè Rodoreda (¿que los personajes se apelliden Sabaté tendrá algo que ver?). Quizá esta sea la nota más llamativa de una cinta que se sumerge en el thriller y en ambientes montañeses pero que aporta más bien poco a un género habitualmente manoseado, más que homenajeado, como es el thriller.

Canciones para el nuevo día (2190/1419): "Si te vas"

Extremoduro - Si te vas

Disco: Material defectuoso (2011)

 

12 de abril de 2017

Crítica de cine: Negación, de Mick Jackson

En 1996 el autor británico David Irving, autor de numerosos estudios sobre el Reich nazi, la Segunda Guerra Mundial y Adolf Hitler en particular (suyo es un best-seller de los años setenta, La guerra de Hitler, que en nuestro país fue editado por la Editorial Planeta), presentó una demanda por difamación contra la historiadora estadounidense Deborah Lipstadt y la editorial Penguin. Irving argüía que Lipstad, en su obra Denying the Holocaust (1993), le difamaba y lo consideraba un negacionista del Holocausto. Penguin y Lipstadt se pusieron en manos del bufete de Anthony Julius y prepararon la defensa del caso: en el Reino Unido, a diferencia del modelo estadounidense, en una demanda por difamación son los demandados quienes deben demostrar unos hechos, no el demandante, algo que puede parecer ilógico. Sea como fuere, durante tres años se preparó la defensa del caso (o más bien la acusación implícita contra Irving) y en ella colaboró el historiador Richard Evans, que aún no había publicado su magna trilogía sobre el Tercer Reich. La maquinaria legal se puso en marcha, se citaron a testigos y expertos por parte de la defensa: no sólo Evans, también historiadores e prestigio como Peter Longerich o el especialista en arquitectura histórica Robert van der Pelt, para testificar sobre las cámaras de gas que Irving negó que existieran. Irving se representó a sí mismo, sin abogados, y llevó a cabo la acusación (o habría que decir la defensa implícita de ser un negacionista, racista y antisemita). El juicio duró varias semanas, creó una enorme expectativa en aquellos primeros meses del año 2000, y más en un proceso que dirimiría un juez y no un jurado, como deseaba la defensa de Lipstadt y Penguin.