18 de abril de 2017
17 de abril de 2017
14 de abril de 2017
Crítica de cine: Nieve negra, de Martín Hodara
Nieve negra es una película curiosa por varias
cuestiones, algunas de ellas relacionadas con su producción; en este
caso, coproducción hispano-argentina, con participación de medios
españoles y catalanes por igual en el primer caso. Ello quizá explique (o quizá no, quién sabe)
que el rodaje se haya realizado en el Pirineo catalán y andorrano para
simular la Patagonia argentina. Más difícil de entender, y entramos ya
en lo narrativo, es que los personajes principales, que en la edad
adulta interpretan Leonardo Sbaraglia y Ricardo Darín, suelten algunos
diálogos en catalán en sus roles adolescentes; no demasiados, pero sí
los suficientes como para que después de oírlos durante casi una hora en
ese delicioso deje argentino que tienen ambos a uno le llame la
atención oír a varios personajes dialogar en la lengua de Mercè Rodoreda
(¿que los personajes se apelliden Sabaté tendrá algo que ver?). Quizá
esta sea la nota más llamativa de una cinta que se sumerge en el
thriller y en ambientes montañeses pero que aporta más bien poco a un
género habitualmente manoseado, más que homenajeado, como es el
thriller.
13 de abril de 2017
12 de abril de 2017
Crítica de cine: Negación, de Mick Jackson
En 1996 el autor británico David Irving, autor de
numerosos estudios sobre el Reich nazi, la Segunda Guerra Mundial y
Adolf Hitler en particular (suyo es un best-seller de los años setenta, La guerra de Hitler,
que en nuestro país fue editado por la Editorial Planeta), presentó una
demanda por difamación contra la historiadora estadounidense Deborah
Lipstadt y la editorial Penguin. Irving argüía que Lipstad, en su obra Denying the Holocaust
(1993), le difamaba y lo consideraba un negacionista del Holocausto.
Penguin y Lipstadt se pusieron en manos del bufete de Anthony Julius y
prepararon la defensa del caso: en el Reino Unido, a diferencia del
modelo estadounidense, en una demanda por difamación son los demandados
quienes deben demostrar unos hechos, no el demandante, algo que puede
parecer ilógico. Sea como fuere, durante tres años se preparó la defensa
del caso (o más bien la acusación implícita contra Irving) y en ella
colaboró el historiador Richard Evans, que aún no había publicado su
magna trilogía sobre el Tercer Reich. La maquinaria legal se puso en
marcha, se citaron a testigos y expertos por parte de la defensa: no
sólo Evans, también historiadores e prestigio como Peter Longerich o el
especialista en arquitectura histórica Robert van der Pelt, para
testificar sobre las cámaras de gas que Irving negó que existieran.
Irving se representó a sí mismo, sin abogados, y llevó a cabo la
acusación (o habría que decir la defensa implícita de ser un
negacionista, racista y antisemita).
El juicio duró varias semanas, creó una enorme expectativa en aquellos
primeros meses del año 2000, y más en un proceso que dirimiría un juez y
no un jurado, como deseaba la defensa de Lipstadt y Penguin.
11 de abril de 2017
10 de abril de 2017
7 de abril de 2017
Crítica de cine: Life, de Daniel Espinosa
Crítica publicada previamente en Fantasymundo.
Como bien sabemos, la ciencia-ficción enfocada a mirar más allá de nuestro mundo es un género recurrente en el cine y en los últimos años hemos asistido a buenas muestras de ella: la belleza y el peligro del vacío en Gravity (Alfonso Cuarón, 2013); la búsqueda de nuevos mundos que poblar ante la certeza del final de la Tierra en Interstellar (Christopher Nolan, 2014) o el contacto con una especie extraterrestre que llega a nuestro planeta en La llegada (Arrival) (Denis Villeneuve, 2016). Sobre este último aspecto, y como ya comentamos en la crítica correspondiente, Hollywood ha hecho muchas variaciones, con la dicotomía esencial entre el contacto amistoso y aquel más peliagudo, violento y… letal. En este último caso, apartándonos de los Independence Day de turno, en ocasiones el género espacial se mezcla con el thriller, el terror o incluso el gore. E inevitablemente el espectador potencial de esta película pensará en Alien: el octavo pasajero de Ridley Scott (1979) como espejo en el que se ha mirado Life del director sueco de origen chileno Daniel Espinosa. Y es que la odisea de la teniente Ripley y del bicho alienígena siempre está ahí, latente.
Como bien sabemos, la ciencia-ficción enfocada a mirar más allá de nuestro mundo es un género recurrente en el cine y en los últimos años hemos asistido a buenas muestras de ella: la belleza y el peligro del vacío en Gravity (Alfonso Cuarón, 2013); la búsqueda de nuevos mundos que poblar ante la certeza del final de la Tierra en Interstellar (Christopher Nolan, 2014) o el contacto con una especie extraterrestre que llega a nuestro planeta en La llegada (Arrival) (Denis Villeneuve, 2016). Sobre este último aspecto, y como ya comentamos en la crítica correspondiente, Hollywood ha hecho muchas variaciones, con la dicotomía esencial entre el contacto amistoso y aquel más peliagudo, violento y… letal. En este último caso, apartándonos de los Independence Day de turno, en ocasiones el género espacial se mezcla con el thriller, el terror o incluso el gore. E inevitablemente el espectador potencial de esta película pensará en Alien: el octavo pasajero de Ridley Scott (1979) como espejo en el que se ha mirado Life del director sueco de origen chileno Daniel Espinosa. Y es que la odisea de la teniente Ripley y del bicho alienígena siempre está ahí, latente.
6 de abril de 2017
5 de abril de 2017
4 de abril de 2017
3 de abril de 2017
31 de marzo de 2017
Crítica de cine: Mañana empieza todo, de Hugo Gélin
Crítica publicada previamente en Fantasymundo.
Desde Tres solteros y un biberón (Coline Serreau,
1985), cada cierto tiempo se realizan películas sobre padres que hasta
entonces no les pasaba por la cabeza hacerse cargo de la crianza de un
hijo o una hija. Son hombres egoístas, workaholics o simplemente
inmaduros e irresponsables que de un día para otro se encuentran con un
bebé en el felpudo ante la puerta de su casa y deben lidiar con una
situación que les supera en todos los sentidos. De aquella película
francesa –que tuvo una secuela en 2003–, Hollywood, siempre a la caza de
historias que contar y adaptar a su propio imaginario, hizo un remake,
Tres hombres y un bebé (Leonard Nimoy, 1987), que también tuvo su
secuela unos pocos años después (Tres hombres y una pequeña dama, 1991).
Por el camino llegaron películas con padres irresponsables al cuidado
de adolescentes problemáticas, como Mi padre, mi héroe (Gérard Lauzier,
1991), con Gérard Depardieu al frente y que se prestó para interpretar
el mismo papel en un remake en coproducción franco-estadounidense, Mi
padre, ¡qué ligue! (Steve Miner, 1994), con una jovencísima Katherine
Heigl en el rol de la despendolada chiquilla. Tuvimos a padres coraje
como el que interpretó Roberto Benigni en La vida es bella (1999) o
también el torturado progenitor en cuya piel se metió Will Smith en la
película En busca de la felicidad (Gabriele Muccino, 2006), siendo el
niño al que cuidar su propio hijo Jaden. Y he aquí que nos llega Mañana
empieza todo (Hugo Gélin, 2016), con Omar Sy al frente como un niño
grande al que le cae la responsabilidad de cuidar de una hija de la que
ni sabía la existencia. Y curiosamente esta vez se trata de un remake
francés de una película, No se aceptan devoluciones (Eugenio Derbez,
2013), de la que calca argumento adaptándolo a la realidad
franco-británica.
30 de marzo de 2017
29 de marzo de 2017
28 de marzo de 2017
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