24 de noviembre de 2016
23 de noviembre de 2016
22 de noviembre de 2016
Reseña de Los mundos clásicos: una historia épica de Oriente y Occidente, de Michael Scott
Michael Scott es, ante todo, un divulgador… y de
los buenos. Sus documentales para la BBC y otros canales temáticos
(además de programas radiofónicos para la cadena pública británica), como por ejemplo Delphi: the Bellybutton of the Ancient World (2010), Rome's Invisible City (2015) y Who Were The Greeks? (2013) o la miniserie Ancient Greece: The Greatest Show on Earth (2013), (de)muestran que, tras (o incluso delante de) un buen investigador como es
él, está el comunicador. El buen comunicador, además, que se ha
empapado a fondo del tema sobre el que va a tratar, que escribe los
guiones de los programas y trata de sintetizar, sin caer en la
“divulgarización”, una serie de temas en un documental de apenas una
hora. Sus libros anteriores publicados en castellano, Un siglo decisivo. Del declive de Atenas al auge de Alejandro Magno (Ediciones B, 2011) y Delfos. Historia del centro del mundo antiguo (Ariel, 2015), son fruto de una
investigación que no está (para nada) reñida con la amenidad de un
relato y el rigor que se espera de una monografía histórica. Sobre temas
de Grecia, Scott se desenvuelve con comodidad, pisa un terreno que
conoce bien; con el ámbito romano se le ve algo más pegado a una
narración de corte más convencional, pero puede rastrearse su huella en
aquello que escribe/guioniza para un libro/documental. Dar el salto a un
mundo menos conocido para quien se ha criado en la cuna de los
clásicos, como es el Extremo Oriente, básicamente el mundo chino y el
ámbito indio, puede resultar una enorme apuesta de la que, sin embargo,
Scott sale airoso… aunque con algunos matices.
21 de noviembre de 2016
Canciones para el nuevo día (2086/1315): "Lizstomania "
Roger Neill (arr. a partir de Wolfgang Amadeus Phoenix) - Lizstomania
18 de noviembre de 2016
Canciones para el nuevo día (2085/1314): "Escape (The Piña Colada Song)"
De esos vídeos que no hacen justicia a la canción...
Rupert Holmes - Escape (The Piña Colada)
Disco: Partners in Crime (1979)
17 de noviembre de 2016
16 de noviembre de 2016
Reseña de Apóstoles. Historia y leyenda de los discípulos de Jesús, de Tom Bissell
Tom Bissell
es un tipo curioso,
tanto por lo cuenta por cómo lo cuenta e incluso por quién es. Ya de
entrada
nos dice que perdió la fe religiosa cuando tenía dieciséis años de edad
(ahora tiene cuarenta y uno) pero las páginas de su libro nos dejan
claro que una cosa, la pérdida de la
fe, no está reñido con el interés que se pueda tener por la historia del
cristianismo, las “historias” que el Nuevo Testamento y textos apócrifos
relatan sobre Jesucristo y los Doce Apóstoles, o la teología en general. Y eso es algo que se
desprende de su texto: interés, curiosidad y pasión por saber y conocer;
incluso “descubrir”, no sólo en el sentido ·arqueológico” o “científico” de la
palabra, sino en el más amplio significado: a fin de cuentas, se podría argüir
que la religión, la fe, también significa “descubrir” algo sobre uno mismo, no
necesariamente en relación con una creencia religiosa determinada, sino algo
más bien “socrático” o que, también en clave helénica, dejaba entrever uno de
los lemas que estaba inscrito en la entrada del templo de Apolo en el santuario
de Delfos: “conócete a ti mismo”. La curiosidad le lleva a buscar los restos de
un monasterio legendario en Kirguistán, seducido por la mención de un mapa
medieval catalán y por un documental de la 2 (zona, que por otro lado, conoce
de un viaje anterior como miembro de los Cuerpos de Paz estadounidenses) o a la
India, donde sufre problemas intestinales constantes y trata de encontrar quién
le lleve a una iglesia que parece cercana… pero que no lo es tanto. La misma
curiosidad que, esté donde esté, le incita a mantener conversaciones de todo
tipo con gente diversa acerca de religión, desde concepciones muy diferentes
(siempre encuentra a alguien dispuesto a hacerlo). Una curiosidad, pues, que
despierta la nuestra como lectores y de todo ello se beneficia este libro.
15 de noviembre de 2016
14 de noviembre de 2016
11 de noviembre de 2016
10 de noviembre de 2016
9 de noviembre de 2016
8 de noviembre de 2016
7 de noviembre de 2016
4 de noviembre de 2016
Crítica de cine: Sully, de Clint Eastwood
Un gélido 15 de enero de 2009, un día normal en
Estados Unidos (a apenas una semana del inicio del primer mandato
presidencial de Barack Obama), un suceso maravilló a la población de
Nueva York, el país, el mundo. Un avión comercial de la compañía America
Airlines, el vuelo 1649, amerizó en las frías aguas del río Hudson,
apenas iniciado su vuelo, unos minutos antes, desde el neoyorquino
aeropuerto LaGuardia. A bordo, entre tripulació0n y pasajeros, iban 155
personas y, a pesar de los temores de una catástrofe aérea, no hubo
víctimas mortales. En apenas 24 minutos desde el amerizaje todos fueron
rescatados. Fue un hecho inaudito, "el milagro del Hudson", como
enseguida los medios lo bautizaron. Y en toda hazaña hay un héroe: el
comandante Chesley Sullenberger, "Sully" para todo el mundo (Tom Hanks).
A su lado estaba el copiloto Jeff Skiles (Aaron Eckhart). Sully había
tomado los mandos del avión tras producirse la incidencia que marcó el
suceso: una bandada de pájaros se estrelló contra el avión y varios de
ellos inutilizaron los dos motores, lo cual obligaba a regresar a
LaGuardia, buscar un aeropuerto cercano o probar un aterrizaje de
emergencia. Sully, tras los lógicos momentos iniciales de desconcierto,
se decidió por al última opción en la improvisada "pista" de las aguas
del Hudson (recordemos que era enero y con una sensación térmica de
varios grados bajo cero). Esa decisión logró salvar la situación, pero
también generó dudas en las autoridades del país encargadas de la
seguridad aérea (básicamente, la Junta de Seguridad del Transporte Aéreo
(NTSB, por sus siglas en inglés). A pesar de haber salvado las vidas de
todos los ocupantes del avión, ¿estuvo equivocado Sully? ¿Tomó una
decisión que puso en juego esas vidas humanas? ¿No era acaso más
factible el aterrizaje de emergencia en LaGuardia u otro cercano, una
vez se dio la vuelta? En última instancia, Sully, el "héroe", ¿pudo ser
lo contrario?
3 de noviembre de 2016
Reseña de El mundo en la Antigüedad tardía. De Marco Aurelio a Mahoma, de Peter Brown
«Estoy convencido de que la tierra es muy grande, y que nosotros sólo habitamos la parte que se extiende desde Fáside hasta las columnas de Heracles, derramados a orillas de la mar como hormigas o como ranas alrededor de charca».
Platón, Fedón, 109 a-b.
El mundo antiguo se formó alrededor de un mar. El mundo antiguo mediterráneo, claro está (ay, esa visión eurocéntrica que tenemos). Este mundo conoció una unidad cuando los romanos controlaron las riberas de este mar casi cerrado. Mare Nostrum, que decían los clásicos. Mare clausus, que dirían los foráneos. Porque la civilización pareció que sólo podía existir alrededor de esa charca, de tal modo que apenas cien kilómetros tierra adentro uno ya podía considerar que no estaba en terreno civilizado. Mar rodeado de montañas, escarpados acantilados, condenado a la inanición si no fuera, paradójicamente, por las llanuras del interior, ese vasto hinterland que alimentaba con su grano a los habitantes de la costa. Un mundo en el que era más económico transportar productos de punta a punta de la «charca de ranas» que a cincuenta o setenta kilómetros tierra adentro. Las principales ciudades del vasto imperio romano estaban en la costa. Pasarían siglos, muchos siglos, para que, en el interior, del frío norte, se desarrollaran los centros modernos que prefiguraron la Europa moderna. Pero para entonces el mundo forjado durante milenios en las riberas de la Gran Charca había pasado a mejor vida. Cambio y continuidad. El mundo en la Antigüedad tardía. De Marco Aurelio a Mahoma, de Peter Brown (Taurus, 1989) nos habla de ello. De cambios y continuidades. De cómo el mundo conocido tuvo que afrontar transformaciones a lo largo de varios siglos, pongamos en un lapso de tiempo que va del 200 al 700. Las sociedades que vivieron los años del apogeo del imperio romano tuvieron que enfrentarse a la larga crisis tras la cual la unidad del mar Mediterráneo se trocó en diversidad y la continuidad se disfrazó de ruptura. Henri Perenne ya nos habló de ello en Mahoma y Carlomagno (Alianza), su gran obra clásica, en la que relacionaba el triunfo del Islam con la destrucción de la unidad impuesta por el mundo romano. Peter Brown también introduce el elemento islámico como transición, pero en la etapa final de un gran proceso que se inició, poco a poco, varios siglos atrás.
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