19 de febrero de 2016

Crítica de cine: Deadpoool, de Tim Miller

Crítica publicada previamente en Fantasymundo.

La factoría Marvel no descansa y su producción es un no parar. Para un espectador que no sea un fan de los cómics (que es mi caso, por ejemplo), la sensación de perderse entre las diversas sagas y franquicias, lo que acaba por conformar su particular universo cinematográfico, puede derivar a una cierta saturación. A la espera de que continúe la saga Vengadores con Capitán América: Guerra civil, a estrenar el próximo mes de mayo, otros filones de la producción marvelera llegan también a nuestras pantallas: en este caso, Deadpool, spin-off de la serie X-Men. El personaje del mercenario bocazas creado por Rob Liefelf y Fabian Nicieza había aparecido en el cómic en 1991. Ryan Reynolds ya lo había interpretado anteriormente en X-Men Orígenes: Lobezno (2009) y caló lo suficiente como para que se proyectara replantearlo de cara a una derivación de la serie (como se hizo con el propio Lobezno). Con Reynolds en el saco, se contrató a Paul Wernick y Rhett Reese para elaborar un guion que debía reformular el personaje, y a Tim Miller para dirigir la película. La idea era expandir al máximo el componente cómico del personaje y su tendencia a “romper la cuarta pared” (dirigiéndose constantemente al espectador, como Frank Underwood en House of Cards). Un problema añadido era cómo presentar la película en las salas de cine: es decir, qué clasificación de edades tendría; finalmente se anunció que tendría una clasificación “R” en Estados Unidos, es decir, para mayores de 17 años (y mayores de edad en otros países). Y no es una cuestión baladí: el grado de violencia explícita e incluso gore, los desnudos y el lenguaje malhablado que tiene el cómic original forzaba a considerar esta película para un público adulto o a suavizar el tono para rebajar la edad de los espectadores que pudieran verla, opción que de entrada no estaba contemplada. Deadpool es y será en la gran pantalla como ha sido en el cómic.

Canciones para el nuevo día (1890/1119): "Take It Easy"

Eagles - Take It Easy



Disco: Eagles (1972)


8 de febrero de 2016

Crítica de cine: Carol, de Todd Haynes

A tenor de gran parte de la filmografía de Todd Haynes —qué tendrán los "Todds" que como Haynes, Field o, aunque algo ya desaparecido, Solondz, que realizan películas interesantísimas—, uno podría llegar a la conclusión que habría disfrutado haciendo películas en los años 50. Su filia por el melodrama clásico y el homenaje a Douglas Sirk en anteriores películas como Lejos del cielo (2002) o en la miniserie Mildred Pierce (HBO, 2011) es bien conocida y está presente en esta Carol, película basada en la novela El precio de la sal de Patricia Highsmith; su segunda novela tras el éxito de Extraños en el tren y que, publicada bajo seudónimo, tiene algo de autobiográfico: como Therese, la protagonista, Highsmith también trabajó durante una temporada como dependienta en unos grandes almacenes; el encuentro fugaz con una clienta le inspiró la trama de su novela que, por su temática, levantó ampollas en la pacata sociedad estadounidense de los años 50. Hasta varias década después Highsmith no anunció que era la autora de la novela, que se reeditó con el título Carol. La historia de amor entre Therese, la joven de escasos medios que sueña con ser fotógrafa, y Carol, la dama de la alta sociedad que vive con inquietud un proceso de divorcio, no podía dejar de atraer a Haynes, que aceptó el reto de dirigir la adaptación cinematográfica a partir del guion de Phyllis Nagy. El resultado es una hermosa película, hermosa, delicada y no apta para quienes busquen un cine más "movido".

Canciones para el nuevo día (1881/1110): "What's a Woman?"

Vaya Con Dios - What's a Woman?



Disco: Night Owls (1990)


5 de febrero de 2016

Crítica de cine: El renacido, de Alejandro G. Iñárritu

En 1971 se estrenó El hombre de una tierra salvaje, película protagonizada por Richard Harris en la piel de Zachary Brass, un trampero que, herido de gravedad por el ataque de un oso grizzly, es abandonado por sus compañeros, que lo dan por muerto; Brass se recupera de las heridas y dedica sus esfuerzos a vengarse de quienes le habían abandonado. Este personaje existió en realidad: Hugh Glass, explorador, cazador de pieles y “hombre de la frontera”, que en 1823 fue atacado por una osa en el norte de la gran extensión de la Luisiana adquirida a los franceses, en el territorio de los actuales estados de Dakota del Norte y Dakota del Sur. Glass, que formaba parte de una expedición de cazadores de pieles, quedó gravemente herido y sus compañeros creyeron que moriría pronto. El comandante de la expedición decidió dejarle atrás, al cuidado de dos de los hombres de la expedición, el joven Jim Bridger y John Fitzgerald, para que le enterraran una vez falleciera. Bridger y Fitzgerald empezaron a cavar la tumba de un Glass inmóvil y aún vivo, pero un grupo de indios arikaras les sorprendió y huyeron, dejando a aquel a su suerte. El malherido trampero sobrevivió contra todo pronóstico y emprendió, a trancas y barrancas y con numerosas heridas en el cuerpo, una odisea para regresar al campamento base, Fort Kiowa (Misuri), a unos 300 km de distancia. Una vez “en casa” y recuperado, Glass buscó a los hombres que le habían abandonado para vengarse de ellos.

Canciones para el nuevo día (1880/1109): "Hijo de la luna"

Stravaganzza - Hijo de la luna



Disco: Hijo del miedo (2006)


3 de febrero de 2016

Crítica de cine: Spotlight, de Tom McCarthy

Cuando en 2012 Aaron Sorkin estrenó The Newsroom en HBO la profesión periodística se le echó encima y fue bastante inmisericorde con una serie que muchos (sorkinianos) esperábamos con ganas y (en general) no (nos) defraudó. Las críticas se centraron en lo "imposibles" que eran los personajes de la serie, en los diálogos larguísimos, en un idealismo que para muchos estaba ya trasnochado. Pero sobre todo subyacía un escozor: Sorkin les decía a los periodistas cómo hacer su trabajo, pues no lo estaban haciendo bien. Ya el prólogo (antológico) ponía las cartas sobre la mesa y la "cruzada" particular de Will McAvoy (Jeff Daniels) en una "mission to civilize" destacaba el deseo indisimulado de Sorkin por honrar la profesión de periodista y apartarla de lo que consideraba mero cotilleo, el rumor frívolo y el acoso a los famosos (lo que en la prensa escrita serían la prensa amarilla y los tabloides). No, decía Sorkin, eso no es periodismo y la primera temporada recogió diversos tratamientos de noticias en la ficticia redacción del informativo que McAvaoy presentaba y cuya labor homenajeaba a los grandes anchors (presentadores) de los años cincuenta y sesenta: Chet Huntley, Edward Murrow, Walter Cronkite. El rostro honesto de la información en un medio tan denostado como la televisión. Por supuesto, se podrá decir, no es lo mismo un informativo en televisión que el periodismo escrito, el de los periódicos, el de toda la vida. Su labor es la misma pero al mismo tiempo diferente en cuanto al medio: investigar, contrastar, informar (publicar). Ese es el ideal, pero no siempre ha sido así. El periodismo clásico, suele decirse, murió hace tiempo y hoy en día manda más el director ejecutivo de una gran empresa que posee un periódico que el director de dicho periódico. El escándalo de las escuchas ilegales realizadas durante años por News of the World, periódico sensacionalista británico que formaba parte del gigante News International (propiedad de Rupert Murdoch), estalló en 2011, llegó incluso a salpicar a Downing Street y forzó el cierre de un periódico con más de siglo y medio de historia. Pero, se dirá también, una manzana podrida no empaña la calidad de un cesto, y es cierto. Spotlight de Tom McCarthy nos devuelve a aquellos periodistas de toda la vida y enaltece un oficio que sigue siendo muy necesario hoy día.

Canciones para el nuevo día (1878/1107): "I'd Do Anything For Love (But I Won't Do That)"

Meat Loaf - I'd Do Anything For Love (But I Won't Do That) 



Disco: Bat Out of Hell II: Back into Hell (1993)


1 de febrero de 2016

Crítica de cine: La chica danesa, de Tom Hooper

He de admitir que desde que supe del rodaje de La chica danesa mi pensamiento fue: “uf, qué pereza”. No por el tema sino porque me temía una película más o menos convencional, exquisita en la fotografía, con unas solventes interpretaciones, pero en general un producto neutro que se limitara a ser una película “de época” y con un resultado más bien discreto. Cada vez procuro saber menos de lo que se realiza, de primeras imágenes colgadas en las redes sociales e incluso de tráilers. También algunas fotografías de Eddie Redmayne “transfigurado” como Lili Elbe, presentadas justo cuando el actor había ganado el Oscar a mejor actor por La teoría del todo, película que agudizaba aún más mi pereza, me dejaron helado. Me temía lo peor y una vez estrenada la película no la tenía entre las que me apetecía ver. Pero a veces los imprevistos te hacen cambiar de planes: ayer quise ir a ver Spotlight, pero la sesión ya estaba llena y en vez de esperar a la siguiente decidí, ya que estaba en el cine, ver alguna otra cosa (no había mucho que elegir) y sin pensármelo demasiado compré la entrada para esta película. Y no salí descontento con la película, aunque con algunos matices.

Canciones para el nuevo día (1876/1105): "Lay Your Hands On Me"

Bon Jovi - Lay Your Hands On Me



Disco: New Jersey (1988)