Cuando Chris Kyle (Bradley Cooper) sale de casa
para dirigirse a su destino final y empiezan los títulos de crédito,
acompañada de uno de los escasísimos temas musicales de la película (a
cargo de Ennio Morricone), uno se queda con una sensación extraña
plantado ante la pantalla. Extraña y sin embargo positiva, pues sucede
algo que con las anteriores y últimas cintas de Clint Eastwood (desde El intercambio en 2008, de hecho) no pasaba: que El francotirador
deja muchas sensaciones que digerir y reflexionar, y eso siempre es
algo de agradecer en una película. Quizá estemos ante una película
bipolar o, mejor dicho, bifronte, que mira en dos direcciones como el
Jano romano. Pero necesariamente no miramos al pasado y al presente
(aunque la película, en cierto modo, lo haga), como sucede con una trama
en cierto modo convencional, un biopic que nos acerca a una persona que
existió, que tuvo una vida que vivir y un recorrido vital que recorrer:
desde una infancia en la que se forjaron algunas lecciones (la
conversación con el padre en la mesa a la hora de comer, con la parábola
de "las ovejas, los lobos y los protectores de las ovejas", idea
recurrente en el fondo de esta película), pasando por una juventud y
primera adultez sin rumbo y la epifanía del servicio militar como
salvación de uno mismo, redención de la disipación y proyecto futuro.
Quizá por nuestros lares haya temas en esta película que cueste
"empatizar" (si es que se trata de eso) y quizá el título castellano de
la cinta no revele lo que el original sí hace para una audiencia que,
mayoritariamente, conectará con la trama: el público estadounidense. Y
lo hará porque la película recurre a nociones e ideas que a este lado
del Atlántico pueden parecernos chocantes por desconocidas e inusuales;
pero tengamos en cuenta la concepción militar de Estados Unidos como
nación y prácticamente desde sus inicios: la idea de que todo ciudadano,
en esencia, es un soldado y por tanto (y además de para defenderse)
puede tener armas; la voluntad de servicio voluntario en cuanto a la
participación en las guerras que Estados Unidos, desde el conflicto
civil de hace un siglo y medio, realiza en el exterior y que, a su vez,
es la defensa de lo que se ha construido en el interior; la familia
entendida como algo más que la institución nuclear en la que uno nace o
la que uno forja, sino también aquella que uno encuentra y fortalece en
amigos, compañero de armas u hombres que pueden estar bajo mando de uno
mismo. Tener en cuenta estos factores puede ayudar a entender una de las
dos miradas del Jano bifronte que ha creado Clint Eastwood con esta
película.