A estas alturas de la película no hay que
explicarle a nadie quién es John Le Carré y lo que ha significado para
la literatura del género "de espías". Hace poco tuvimos la oportunidad
de revisar El topo, basada en
una de sus novelas de "guerra fría", con el Circus y Smiley en danza.
Una película sosegada, muy pausada, lenta incluso se podría decir, en la
que trama se construye poco a poco, se cocina con mimo y se llega a un
desenlace de altura. Con El hombre más buscado,
película basada en otra novela de Le Carré (y coproducida en parte por
él y sus dos hijos), volvemos al cine de espías... pero los tiempos han
cambiado. Lo que fue el Circus en la serie de Smiley y lo que significó
la pugna entre los dos bloques durante el período de la guerra fría, ha
quedado reducido a un pasado romantizado tras los atentados del 11-S y
el cambio de paradigma: el enemigo ya no es el soviético, sino el
terrorista islamista radical de diverso pelaje, más anónimo en sus
métodos, más ruidoso en sus acciones y más imprevisible en su modus operandi.
La CIA fracasó con la previsión de Nueva York (o su fracaso fue no
lograr que sus informes llegasen a influir en las decisiones del
Despacho Oval y el Pentágono) y el panorama se radicalizó por todas
partes. La saga Bourne nos mostraba un juego de espías más físico que
propio de servicios de inteligencia. Con sus novelas posteriores al
11-S, Le Carré juega con personajes que van a la deriva, sin tener nada
claro cómo moverse en un terreno desconocido y mucho más complejo que el
clásico gato contra el ratón de apenas unos decenios atrás...