Estamos acostumbrados a un cine blockbusterizado, en el que importa cuántas toneladas de coches, aviones, edificios incluso, deben cargarse en la gran pantalla para que sueltes un "oooooh" y te dejen sin aliento. Películas de presupuesto tan mastodóntico como las expectativas que hay sobre ellas o sobre el taquillaje que deben conseguir para ser un éxito, un fracaso... o algo indiferente. El cine tiene la capacidad de sorprenderte, para bien o para mal, y también de dejarte frío; y ésto último es lo que peor que le puede pasar a una película: que ni fu ni fa, que sí pero no, que oye, sabes qué, que me he quedado igual. La magia que tiene el cine es que no provoca indiferencias, sino entusiasmos u odios, y eso es algo muy injusto. Por ello, sabes cuándo algo no es ni te deja indiferente. Si a ello añadimos que esa magia no necesita de demasiados alardes, de espectaculares secuencias ni que se vea en pantalla la millonada que se han gastado para rodar algo que finalmente te deje indiferente... y que me sucedió hace unos días con Guardianes de la galaxia: aburrido me quedé en una sala de cine, viendo algo que a los veinte minutos ya me hacía removerme en la butaca. Ni trama, ni personajes, ni mucho menos efectos especiales me llamaron la atención; si acaso, saber que Ned el Pastelero de Pushing Daisies era, bajo esa capa de maquillaje, el villano de turno, y un soundtrack de canciones que al menos paliaba el grado de tedio que se me echaba encima. Por eso, cuando una película que aparentemente no es gran cosa, con un sólo actor en la pantalla, conduciendo por la noche para llegar a Londres y mientras mantiene una serie de llamadas telefónicas que van a cambiar radicalmente su vida; cuando ves que en 80 minutos, prácticamente en el tiempo real en el que sucede la trama, se puede contar una gran historia; cuando en los primeros minutos de la película has quedado atrapado... en ese momento sabes que la magia del cine no necesita apabullarte con la grandeza de la vacuidad. Con una historia aparentemente sencilla, un actor, un coche en movimiento y una autopista tiene suficiente.