La sombra de Alexandre Dumas es alargada… y muy
evocadora. Si algo tienen sus novelas es que atrapan al lector de
cualquier edad y le hacen sentir siempre joven con aventuras sin fin y
personajes muy atractivos. Como lector entregado a la saga de los
mosqueteros, que no hace mucho solía releer cada mes de julio, las
andanzas de los tres (o cuatro) mosqueteros en el París de 1626 (o 1648,
o 1660) conformaban un microuniverso conocido y al que la relectura no
le restaba un ápice de las buenas sensaciones que sólo la nostalgia es
capaz de evocar cuando te entregas a un libro que sabes que es único.
Considerada mera novela de capa y espada pero elevada a la categoría de
clásico por méritos propios, un libro como Los tres mosqueteros marca la
vida de un lector. Es inevitable, por tanto, pensar en la novela de
Dumas cuando coges un contundente volumen de 1.100 páginas que se sitúa
en el París del año 1625. Y supones que las autoras (Susana Tosca y
María Soto) de este mamotreto, Corona de damas (Grijalbo, 2014), que han
unificado sus apellidos para crear una autoría única, Tosca Soto –como
Monaldi & Sorti, aunque sin la necesidad de una conjunción
copulativa–, son lectoras de Dumas por algunas migas de pan (u
homenajes) que van dejando caer a lo largo de la lectura, y por el modo
de recuperar unos personajes históricos que se podría considerar que son
patrimonio del autor galo. A fin de cuentas, Richelieu, Luis XIII, Ana
de Austria o la duquesa de Chevreuse son familiares al lector de la saga
mosquetera y se podría decir que sólo Alexandre Dumas ha conseguido
retratarlos en todos sus matices desde la literatura. Quizá, pero Tosca
Soto reivindican el placer de escribir una novela que suena a Dumas…
pero que juega según sus propias reglas.