En un momento de esta película, Jordan Belfort
(Leonardo DiCaprio) atiende a una periodista de la revista Forbes, que
escribe un reportaje sobre su fulgurante carrera en Wall Street. Cuando
se publica la revista, se enfada porque la periodista le define como un
"moderno Robin Hood que roba a los pobres para quedárselo él". Su mujer
le dice, para consolarlo, que toda publicidad es buena para el negocio,
aunque sea negativa en el mensaje. La ira momentánea de Belfort es
curiosa en quien, apenas unos minutos antes, escenificaba ante sus
empleados cómo desplumar a los clientes de la firma de brokers que ha
fundado y que se basa en el estilo más depurado del pelotazo fácil, de
venderle la luna a los posibles inversores (y por luna nos referimos a
acciones de empresas que son pura birria), embolsarse beneficios del 50%
como comisión y considerar a ese inversor prácticamente como un panoli
al que hasta resulta lícito reírsele en su cara. Ese es el Jordan
Belfort que se nos muestra en la película: un tipo que vive por y para
el dinero, que se ha convertido en un drogadicto (y en un adicto al
sexo), que es cualquier cosa menos un emprendedor honesto y que vive la
vida no a sorbos, sino a carretadas. Las críticas de algunos miembros de
la Academia hollywoodiense acerca de que El lobo de Wall Street
llega incluso a enaltecer a un personaje de la calaña de Belfort
resultan, ante el orgiástico espectáculo de tres horas que contemplas a
ratos boquiabierto y en otras ocasiones descoyuntándote la mandíbula por
las carcajadas, curiosas. Y poco fundamentadas. No, Leonardo DiCaprio
en el papel, Martin Scorsese tras la cámara y Terence Winter como
guionista (los tres pilares de esta película), no pretenden enaltecer a
este Gordon Gekko salido de madre.
18 de enero de 2014
17 de enero de 2014
Crítica de cine: Al encuentro de Mr. Banks, de John Lee Hancock
Recientemente, en la entrega de los premios del
National Board of Review, Meryl Streep, después de alabar el trabajo de
Emma Thompson en esta película (y a quién se entregaba el premio de
mejor actriz) como "una maravillosa actriz" y "prácticamente una santa",
derivó en su speech en una
despiadada crítica a Walt Disney, a quien calificó de "misógino, racista
y antisemita" (de ahí, imagino, lo de "santa" en referencia a
Thompson). No era la primera vez que se descargaban todo tipo de
calificativos sobre un tipo como Disney, creador del que fuera uno de
los imperios del entretenimiento más importantes del siglo XX. El hombre
que pretendía llevar la felicidad a las salas de cine, a las pequeñas
pantallas del televisor, a los variados productos de merchandising,
ya sean revistas, libros o juguetes (en eso era un genio, sin duda). Un
hombre hecho a sí mismo y que siempre hacía lo que se proponía. Por
tanto, y engarzo esto con la trama de la película, era lógico que se
propusiera conseguir los derechos de un personaje literario que tantos
seguidores tenía entre niños (y no pocos adultos): Mary Poppins. Durante
veinte años, mientras su imperio cinematográfico se expandía con éxitos
como las Silly Symphonies, cortos como Der Fuehrer's Face y largometrajes como Fantasía (1940), Bambi (1942), Cenicienta (1950), Peter Pan (1953), La dama y el vagabundo (1955), La bella durmiente (1959) y 101 dálmatas
(1961), Disney perseguía a Pamela Travers para adquirir los derechos de
Mary Poppins y adaptarla al cine en una película no de animación, pero
que sí incluía secuencias con dibujos animadas. La veterana escritora se
negaba, una y otra vez. Detestaba el estilo de Disney, consideraba que
podría banalizar y ridiculizar su obra, no quería que hubiera canciones
del estilo Disney, ni dibujos animados. Disney perseveró y finalmente
convenció, en 1961, a Travers a viajar a Los Angeles, a los estudios de
Walt Disney Pictures, para ver lo que sus guionistas, escritores de
canciones y músicos estaban preparando sobre Mary Poppins... y a que
finalmente le cediera los derechos del personaje. Esta es la historia de
Al encuentro de Mr. Banks. Tiene más sentido el título original: Saving Mr. Banks, a tenor de lo que realmente trata la película.
Canciones para el nuevo día (1345/574): "Blame It on the Boogie"
Michael Jackson's Week (y V):
The Jacksons - Blame It on the Boogie
Disco: Destiny (1978)
16 de enero de 2014
Canciones para el nuevo día (1344/573): "You Rock My World"
Michael Jackson's Week (IV): You Rock My World
Disco: Invincible (2001)
15 de enero de 2014
Reseña de Reinos desaparecidos: la historia olvidada de Europa, de Norman Davies
Luis García Berlanga tenía fijación por el
Imperio austro-húngaro. A menudo los personajes de sus películas (Luis
Escobar, por ejemplo) lo mencionaban. ¿Qué le hacía gracia, la añoranza
por un fósil imperial que desapareció o la propia mención del nombre? Un
personaje de ficción como el abominable Montgomery Burns de Los
Simpsons se pone a cantar, en un capítulo de la serie, el himno del
Imperio austro-húngaro (muy libremente y en lugar del estadounidense),
cuando inaugura un ostentoso y horrendo palacio de deportes. Tiene que
ser su fiel ayudante, el señor Smithers, quien le susurre «señor, el
Archiduque ha muerto», para consternación del magnate (que tampoco conoce la historia posterior a dicho imperio). Pero el Imperio
austro-húngaro existió, lo sabemos todos, aglutinando diversas y
múltiples nacionalidades, acabando como el rosario de la aurora y no
importándole a prácticamente a nadie. Bien, menos al Káiser Karl, que en
sus últimos años de vida trató de aferrarse, al menos, a la corona de
Hungría, sin que sus ex súbditos se acordaran de él; entra en las
curiosidades de la Historia, por otro lado, que su sucesor en el
gobierno de Hungría, el almirante Horthy –en un país que tras el Tratado
de Trianon (1920) perdió sus costas, lo cual resulta aún más curioso–, se
mantuviera en el poder hasta su caída en 1944 como «regente»… de un
reino sin rey, ni deseo alguno de que se lo esperara.
Canciones para el nuevo día (1343/572): "Earth Song"
Michael Jackson's Week (III): Earth Song
Disco: HIStory: Past, Present and Future, Book I (1995)
14 de enero de 2014
Canciones para el nuevo día (1342/571): "The Way You Make Me Feel"
Michael Jackson's Week (II): The Way You Make Me Feel
Disco: Bad (1987)
13 de enero de 2014
Canciones para el nuevo día (1341/570): "Billy Jean"
Michael Jackson's Week (I): Billy Jean
Disco: Thriller (1982)
12 de enero de 2014
Crítica de cine: La ladrona de libros, de Brian Percival
En Alejandro Magno
de Oliver Stone (2004) hay un par de secuencias en las que, en el
palacio del viejo Tolomeo en Alejandría, hay un mapa-mosaico colgado en
la pared en el que los nombres de lugares, ríos o ciudades aparecen en
un momento determinado en latíon y en otro en inglés. Lo lógico habría
sido que aparecieran en griego, en koiné
para hacerlo más "común", de modo que fuera consecuente con el período
que se estaba mostrando. Obviamente, es una licencia que el espectador
moderno agradece y que no considera que es una errata (que lo es, de
todos modos). Ver la película en versión original nos trasladaba, a
pesar del idioma inglés que hablan los personajes, a una historia que
mantenía atento al espectador (pelucones rubios de Colin Farrell al
margen, entre otras lindezas). La magia del cine era tal que, gustándote
o no el resultado de la película, te interesaba lo que veías en la gran
(y pequeña pantalla). Esa magia no se rompía. No sucede lo mismo con La ladrona de libros,
adaptación cinematográfica de un best-seller literario (que no he leído
y tampoco estoy interesado en ello). Si bien las primeras imágenes de
la película, con ese escenario nevado, una voz en off te va seduciendo
con el principio de una historia, para llevarte la cámara al interior de
un vagón de tren, donde se desata una tragedia, una vez los personajes
comienzan a hablar... la magia desaparece. Te ves fuera de la película.
Una decisión que no acabo de comprender me ha sacado de la película. Ya
no he podido volver a engancharme en las algo más de dos horas
restantes...
11 de enero de 2014
Crítica de cine: Agosto, de John Wells
Quizá no haya tema más universal en la ficción,
ya sea en la novela, el teatro, el cine o la televisión, que la familia.
La familia como núcleo social básico. La familia como refugio y espacio
de reuniones familiares en fechas señaladas. La familia como pilar de
la estabilidad emocional. Quizá por ser tan presente en nuestras vidas
la familia sea lo mejor que te pueda suceder en la vida. O también lo
peor. Cuántas veces nos quejaremos de las peleas familiares, de las
querellas por una herencia, por una relación que no es bien vista por
los demás, por las diferencias generacionales entre padres e hijos, por
esa familia política que no aguantas y te ves obligado a soportar... La
familia como principìo y fin. Tracy Letts (el senador Lockhart de la
tercera temporada Homeland) es un dramaturgo de enorme prestigio allende
el charco. Agosto, precisamente, fue la obra de teatro que le supuso
ganar un Premio Pulitzer en 2008. Ha pasado por los escenarios españoles
en dos ocasiones: en castellano con Amparo Baró y Carmen Machi como
protagonistas; en catalán, con Anna Lizaran (de cuyo fallecimiento hoy
se cumple un año, por cierto) y Emma Vilarasau... en los roles
respectivos de Violet, la matriarca (aquí Meryl Streep), su hija Barbara
(Julia Roberts).
10 de enero de 2014
Canciones para el nuevo día (1340/569): "Don't Stop Believin'"
Journey - Don't Stop Believin'
Disco: Escape (1981)
9 de enero de 2014
Canciones para el nuevo día (1339/568): "Every Rose Has Its Thorn"
Poison - Every Rose Has Its Thorn
Disco: Open Up and Say...Ahh! (1988)
8 de enero de 2014
Crítica de cine: Fellini Satyricon, de Federico Fellini
Ayer por la tarde me acerqué a la Filmoteca de Catalunya a ver Satiricón de Fellini (subtitulada en YouTube),
una película de 1969 basada en la novela incompleta de Petronio. Aunque
la vi hace mucho tiempo (ah, años universitarios...), en cierto modo es
como si la viera por primera vez, recordaba vagamente algunos detalles.
Sí recordaba que no es una película de esas que pasas un rato
entretenido. No, Federico Fellini, adaptando libremente (en algunas
secuencias) el texto romano, no se preocupa por "entretener" al
espectador. De hecho, como ya es el texto de Petronio, no hay una
narración lineal al uso, sino que Fellini pasa de una trama a otra, de
un episodio al siguiente, a veces con abruptos y radicales saltos
narrativos. Vas a "sentir" la película, más que a ver una historia con
principio, desarrollo y fin. Y hay momentos, especialmente en el tramo
final, que la historia es tan enrevesada, como suele serlo la novela de
Petronio, que no sabes realmente qué te cuenta y por qué. Tienes que,
simplemente, dejarte llevar por las sensaciones, por la imagen (más que
por la palabra) y entrar en un mundo lleno de referencias a una cultura
romano-helenística en la que prima sobre todo el punto de vista de las
clases bajas. Eso sí, ayuda que se haya leído la novela de Petronio,
para situar al espectador en los personajes y las aventuras que viven
esos tres protagonistas llamados Encolpio, Ascilto y Gitón.
Canciones para el nuevo día (1338/567): "I Wanna Rock"
Twisted Sister - I Wanna Rock
Disco: Stay Hungry (1984)
7 de enero de 2014
Canciones para el nuevo día (1337/566): "Put Some Sugar On Me"
Def Leppard - Put Some Sugar On Me
Disco: Hysteria (1987)
6 de enero de 2014
Canciones para el nuevo día (1336/565): "Paradise City"
Guns N'Roses - Paradise City
Disco: Appetite for Destruction (1987)
4 de enero de 2014
Crítica de cine: Nymphomaniac. Vol. 1, de Lars von Trier
Que Lars von Trier es un tipo raro... bien lo
sabemos. El hombre de aquel experimento que acabó en nada (no podía ser
de otra amnera) y que se llamó Dogma. El tipo que epata
pretendiéndolo... e incluso sin pretenderlo. Su cine es cautivador a la
par que extraño y en ocasiones sin sentido. Pero también es un tipo que
hace lo que quiere y cómo quiere. Tras Melancholia
(2011), cuya promoción en Cannes (más unos desafortunados comentarios)
le dejaron en el arroyo, presentó el que sería su siguiente y no menos
controvertido proyecto: una película con secuencias de sexo real.
Stanley Kubrick barajó un proecyo similar, aunque sí con la etiqueta de
pornográfico. Von Trier se contenta con añadir secuencias de sexo, pero
no realizadas por actores conocidos: rodadas con actores porno, en
postproducción se han añadido las caras conocidas a los "dobles"
sexuales. Pero lo que llamaba la atención era que había secuencias porno
en una película comercial, estrenada en salas de cine comerciales. Y
comenzó la leyenda de Nymphomaniac:
que si Von Trier sometió a los actores a un rodaje agotador, que si la
protagonista, Charlotte Gainsbourg, llegó a decir que el director la
había llevado más allá de la humillación, que si el propio Lars se había
negado a recortar un solo minuto de sus cinco horas y media de
película... Parece ser que sólo lo último es cierto, aunque Von Trier ha
permitido que la película sea dividida en dos partes, de dos horas cada
una, para tranquilizar a los exhibidores, que veían imposible estrenar
el montaje original en una sala de cine. Cobarde decisión, más allá de
lo que se haya podido editar en cuanto a las secuencias de sexo real.
Pues esta película debería poder contemplarse en su totalidad. Que,
cuando más abducido estás por la trama, la cosa se corte y te inviten a
regresar a la sala de cine casi un mes después... eso sí es un
gatillazo. Y de los malos.
3 de enero de 2014
Canciones para el nuevo día (1335/564): "The Letter"
Joe Cocker - The Letter
Disco: Joe Cocker Live (1990)
2 de enero de 2014
Crítica de cine: A propósito de Llewyn Davis, de Ethan y Joel Coen
Que Ethan y Joel Coen sienten predilección, casi
obsesión, por los perdedores... es casi un tópico. No hay más que
repasar su filmografía para encontrar a toda una serie de personajes
perdidos en la nebulosa de sus propias contradicciones, tropezando
varias veces con la misma piedra, incapaces incluso de entender por qué
les pasa lo que les pasa... y por qué no ponen algo más de sí mismos
para tratar de salir de esa deriva hacia la nada. El Llewyn Davis de
esta película es el último de una larga serie (Barton
Fink, Sangre entre las flores, Fargo, El Gran Lebowski, El hombre que
nunca estuvo allí, No es país para viejos, Un tipo serio) de
losers, de panolis, de tipos anodinos, de personajes inmaduros que trata
de tirar hacia adelante... y no lo consigue. Pero, en esta ocasión, nos
acercanos a la historia de este particular Sísifo para poner la óptica
en el ambiente y en la época, de una manera muy sutil: el Village
neoyorquino de principios de la década de 1960. El microuniverso de los
cantantes folk. La historia de un perdedor, la cara B de uno que, a
diferencia de Bob Dylan, no triunfó, aun teniendo talento.
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