Cuando quiere, Steven Spielberg deja de lado (o no abusa, al menos, de) una cierta emotividad pasada de rosca, se centra y realiza películas de gran altura. Lo hizo, por poner ejemplos recientes, con Munich, que también tocaba temas históricos (y además espinosos). La idea de realizar una película sobre Abraham Lincoln le venía de lejos. Y servidor es de los que, hasta cierto punto, se alarmaron un poco: "a ver qué va a hacer este hombre...". El tráiler de Lincoln apuntaba hacia una cierta épica alrededor del personaje, hacia un estilo de idealización del presidente estadounidense y hacia una película que parecía mostrarnos un retrato complejo del estadista. Tras ver la película, diría que de las tres opciones Spielberg se ha quedado, especialmente, con la tercera... no dejando del todo los dos primeros aspectos, sin embargo.