Quince años no pasan en balde y desde que en 1996 Tom Cruise inaugurara la franquicia cinematográfica de Misión: Imposible los resultados han sido enormemente rentables en cuanto al taquillaje, irregular respecto las críticas (que en películas de este calibre son irrelevantes) y también desigual respecto a una trama propia y a lo que el propio espectador demanda de este tipo de productos. Y así, si bien la primera entrega, con un director más que interesante como es Brian de Palma abrió la senda, las entregas sucesivas han tenido de todo un poco: exceso (en la segunda pelicula, con John Palomas Woo), una estética y un fondo en cierto modo televisivos (en la tercera, dirigida por el ubicuo J.J. Abrams) y, ahora, una sensación de déjà-vu y de agotamiento de la fórmula. La pregunta será hasta dónde llegará Cruise para seguir en la piel del indestructible Ethan Hunt.