Lo diré claro y sin ambages: este libro fue uno de mis favoritos de 2019 y una de las lecturas más apasionantes de los últimos años. Y es que no son muchas las ocasiones en que uno se encuentra con un libro que, a medida que avanza en la lectura, va dejando buenas sensaciones: bien escrito, sólido en su desarrollo, amenísimo y muy sugerente en cuanto a ciudades del mundo islámico que nos trasladan un imaginario colectivo que el lector y también el espectador de películas clásicas (y otras más recientes) que recuerda de su infancia y juventud: de El ladrón de Bagdad (Michael Powell, 1940) a La rosa negra (Henry Hathaway, 1950), pasando por Las mil y una noches (John Rawlins, 1942) y Mahoma, el mensajero de Dios (Moustapha Akkad, 1977), o por Lawrence de Arabia (David Lean, 1962) y El viento y el león (John Milius, 1975); y eso sin entrar en películas de este siglo como El reino de los cielos (Ridley Scott, 2005), sobre episodios más “mediáticos” como las Cruzadas y la caída de Jerusalén en 1187, y El médico (Philip Stölzl, 2013), basada en la novela de Noah Gordon sobre los viajes de Rob Cole al Isfahán del siglo XI. No es baladí esto último, pues a menudo una lectura (o una película, o un documental) despiertan recuerdos (o lo que creemos recordar) de cosas que se leyeron o vieron décadas atrás y que ayudaron a “componer” una visión, o una panorámica general incluso, sobre un tema determinado.